ROSALINE
Casi me da un infarto.
Un viejito, entre los setenta y ochenta años está sentado en el asiento trasero. La tenue luz que pasa del exterior ilumina ligeramente su rostro, permitiéndome ver las arrugas debajo de sus ojos.
- Perdón, no quise asustarla. - Alza sus manos para que las vea. - No vengo armado, ni soy un loco.
- Lo siento, pero no estoy en servicio.
- Es que no pasa ningún otro taxi y en verdad me urge, por favor. ¿Podría hacerme este favor?
- Lo lamento, señor, pero no.
- Entiendo, disculpe las molestias.
Abre la puerta trasera del taxi que da a la banqueta para salir de mi coche, estuvo cerca de cuarenta minutos esperando uno que si pudiera llevarlo, pero ninguno pasaba. La calle se encuentra desierta y eso que aún no era tan tarde.
La primera razón por la cual no acepte el viaje es que peligroso andar de noche con un taxi, más si eres mujer. La segunda, estoy algo cansada. Y la tercera, hay una razón por la que siempre vuelvo aquí y tal vez hoy es el día en que lo cumpla con mi objetivo. Sin embargo, tal vez porque tiene una edad similar a mi abuelo, mi corazón se removió al ver a aquel señor tratando de parar cualquier vehículo que pasará.
Ingresó por dos chocolates calientes a la tienda de conveniencia de a lado, la noche estaba helada y más para él que ha permanecido en la calle mucho tiempo, expuesto al clima frío.
- Buenas noches.
- Oh, hola, niña.
- Perdón por no haberlo llevado y ser algo grosera. Le traje un chocolate caliente. Tome.
Le ofrezco un de los vasos de mi mano, algo temerosa de que me rechaza. Él toma entre sus manos el vaso, acercando a su rostro el humo que aún sale del líquido.
- Muchas gracias, no te preocupes, no siempre tienes que estar al servicio. Tienes que descansar y cuidarte.
Sigo al señor hasta la banca y me siento a su lado, no se la razón, tal vez porque me siento culpable o algo así. Sé que no es mi culpa, pero no puedo evitar sentirme así.
- Hace frío, debería abrigarse más.
- Esto es verano en comparación con otros inviernos, niña. ¿No eres de aquí?
Lo imito y también tomo un sorbo de mi chocolate.
- No, soy de otro estado. Más cálido.
- ¿Y por qué estás aquí? ¿Escuela? – Niego con la cabeza. - ¿Familia? – Pregunta.
- Sip. - Una mueca en mi rostro se me escapa sin poder controlarla.
- ¿Es complicado?
- No tiene ni idea. – Contesto, dándole otro sorbo a mi chocolate.
- La familia es complicada.
- Pues no debería serlo.
- Tienes razón, no debería, pero lo es. Somos humanos, todos erramos, unos más que otros, aunque eso no justifica nada. Tan solo mírame a mí.
- ¿Es un pésimo familiar?
- Él peor.
- No se sienta mal, yo tengo muchos así.
- Gracias por la charla y por el chocolate, pero me tengo que ir.
Observo todo como si de una película se tratase, el como se levanta de la banca, como arroba el vaso a la basura, como sigue frotando sus manos para guardar el calor, como se aleja; todo mientras siento la culpa en mi.
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Rosaline al volante
UmorismoRosaline trabaja en un taxi por mero placer, o al menos eso dice. Desde su primer día se da cuenta que no será un trabajo sencillo, pues desde el momento en que hace su primer viaje, se ve involucrada a más no poder en la historia de su pasajero, p...