CAPITULO 10

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JAX

Una adolescente de unos dieciséis años nos veía confundida en el umbral de la puerta.

-        Amor, ¿quién es? – preguntó, el enfermo mental. Un tipo de veintiocho años quien se hace pasar por el perfecto príncipe azul y no es más que una basura. En cuanto vio a Ari y se quedo paralizado. – Ari, yo... puedo explicar esto... eh... ella es mi sobrina, lo juro.

-        ¿Tu sobrina? - Sus ojos de la niña se abrieron lo más que pudieron.

Ari se abrió paso hacía la casa haciendo a un lado a la niña y le soltó una patada en sus partes, luego un puñetazo en el estomago y remato con otros dos en el rostro.

-        ¡Eres un enfermo, es una niña! – Una tras otro patada en el estómago. Finalmente lo dejó, tirado en el piso, y se acercó a la adolescente. – Escucha, él no es bueno para ti.

-        Él me ha ayudado, no sabes nada.

-        Se que él era mi novio hasta hace unos minutos y se que debes estar disfrutando con alguien de tu edad.

-        Soy muy madura para tener quince años, ¿sabes? Tal vez por eso me prefirió a mí.

-        No tienes porque ser madura para tu edad, jamás lo serás para un tipo como él, que solo busca engañarte. ¿Sabes lo que si eres? Manipulable, por eso estas aquí. No vuelvas a caer. Por favor, denúncialo.

-        No la escuches, María, solo esta celosa de que te preferí a ti.

Esta vez fue Martha, quien se acerco y le pego. Thiago y yo nos acercamos a separarla del sujeto y listos por si él quería lanzarse contra ella. Plancha también se nos unió, le ladraba a cada segundo.

Los seis salimos de la casa dejándolo tirado en el suelo. No te mentiré, yo también quería golpearlo y mucho, al igual que Thiago, veía como la vena de sus brazos se marcaba más y más por la presión de su puño; pero no podíamos meternos y quitarles su blanco a Martha y Ari. Ese era su desahogo, su historia. Nuestro papel no es pelear sus peleas, sino apoyarlas y respaldarlas. Ellas siempre pueden defenderse. Les hubiéramos pegado si él hubiera hecho el intento de lanzarse contra ellas o si ellas nos lo hubieran ordenado. Aún así, antes de salir le soltamos una patada cada uno.

La chica, María, se vino con nosotros, no sé cómo, pero Ari había logado convencerla de salir de ahí. De no haber sido así, nos hubiéramos quedado con ella hasta que la policía fuera. Esperamos pacientemente hasta que los padres de la niña llegarán, todos sumidos en silencio. Ari abrazaba a María y Sara le tomaba la mano a Martha. Thiago y yo solo estábamos parados sin saber bien que hacer, era un momento íntimo y sentía que si me acercaba, no se, se arruinaría. Ambos les dimos un apretón en el hombro para que supieran que seguíamos ahí para ellas.

El sonio de una puerta de coche siendo cerrada con fuerza retumbó. Una señora y un señor corrían hacia nosotros. María corrió a los brazos de la señora, mientras que ambas lloraban y se pedían perdón una y otra vez. El señor, quién supongo, era su padre también lo abrazaba y pedía perdón. Ella comenzó a narrarles lo que había pasado, les conto que se escapo para estar a solas con Jorge unos días, como lo conoció y lo había estado viendo todo este tiempo a escondidas. Todo lo hizo con Ari a su lado, tomándole la mano y ayudándola.

Una vez que se fueron y le agradecieron a Ari, ella corrió a darle un abrazo a su abuela.

-        Has sido la mala de la historia por años cuando realmente eras una víctima. Perdón por creer que eras dura y el abuelo el divertido, perdóname, por favor, perdóname, lo siento tanto, abue.

Rosaline al volante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora