CAPITULO 18

0 0 0
                                    

ROSALINE

La cafetería está dentro de un callejón sin salida al que entras por otros dos callejones, es como un laberinto; tiene muchas plantas de todos los tamaños y colores en la fachada y, por lo que puedo ver desde afuera, también adentro. Y aunque no tiene pasto, tiene vibras que de vas a un picnic o a un té con las hadas, de hecho, el personal viste como hadas o seres del bosque. Mi teoría sobre que las flores también estaban adentro del local, es confirmada cuando entramos; también, me sorprendió que el lugar es más amplio de lo que esperaba o aparentaba ser. No está lleno, pero parece ser que pronto lo estará, ya que no dejan de llegar las personas.

-        Ellas están allá – dijo, señalando a un rincón del lugar –, tengo que ir al baño, ahorita voy.

Una vez que se aseguró que ya las había localizado, se fue por otra dirección que supuse que donde estaba el baño.

Karen vio por arriba de su hombro, luego volteó su cabeza completa para confirmar que era yo, o eso supongo, pues entrecerró los ojos y luego los abrió mientras alzaba la mano.

-        Aquí estamos – exclamo, desde su lugar.

Muchas personas regresaron a vernos, lo que hizo que me pusiera roja por la atención.

Sara se pone de pie con los brazos abierto para saludar en cuanto escucha a su amiga hablarme.

-        ¡Hola, Ros!

Correspondo a su abrazo y el beso en el cachete. Karen también me saludó de la misma manera.

Estaban sentadas en una especie de mini sala, me senté a lado de Sara en el sillón grande, mientras que Karen tomo asiento en una especie de columpio/sillón.

-        ¿Y Jax? – Pregunta, Sara.

-        Fue al baño.

-       Orina mucho, es un mion – dice, bromeando.

-        Karen – dice, Sara, riendo levemente.

Me cuesta creer que la descripción de Jax sobre Karen sea sobre la misma Karen que esta frente a mí. Estas chicas son muy sonrientes, en serio, en este tiempo no han dejado de sonreír ni una sola vez.

Ellas ya han pedido, así que solo quedo yo. Me recomiendan que ya pida, porque ya es tarde para comer y porque el lugar ya está casi lleno. Ambas aseguran que la comida es muy rica, así que no temo al momento de pedir mi orden, y la bebida es más que obvio, malteada de chocolate.

Jax llega justo cuando estoy haciendo mi pedido, no toma asiento, solo se queda viendo a Karen, quien solo lo ignora con su teléfono. Sara parece sospechar por dónde va la situación, pues exclama en un susurro un "ay, Dios". El mesero vestido de elfo se retira con mi orden, siendo esa la señal para Jax de que ya puede hablar.

-        Ese es mi lugar – espeta.

Karen finge seguir viendo su teléfono.

-        Karen, ahí estaba sentado yo.

-        Estabas, tiempo pasado. Ahora estoy yo.

-        No es justo, fui por Ros.

-        Pero Ros llego y tú no estabas. El lugar seguía vacío, así que me senté.

-        Fui a hacer pipí.

-        Ahí está el puff.

-        No me gusta.

Sara me conto que, aunque esos dos ya no se querían matar todos los días, ese tipo de discusiones aun eran frecuentes. La discusión fue breve, continuo hasta que se me ocurrió una idea que él no podría rechazar.

Rosaline al volante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora