CAPITULO 27

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ROSALINE

Me abrocho el cinturón de seguridad escuchando el sonido de la puerta de a lado cerrarse. Una segunda puerta se escucha haciendo que ambos giremos nuestra cabeza hacia los asientos traseros.

-        Qué bueno que ustedes también saldrán.

-        Lucas. ¿No ibas a salir con tu hermano?

-        Iba. Dice que se tiene que quedar a una reunión en su trabajo. – Rueda los ojos.

Regreso a ver al abuelo esperando su indicación, insinuó que no quería que sus hijos vinieran, con Lucas aquí no se si cambien las cosas. Me da un leve asentimiento con la cabeza, dándome luz verde para ir hacia la dirección con el polizonte detrás.

-        ¿A dónde vamos?

-        A cobrar una renta – se apresura a decir el abuelo.

-        ¿No tienes gente que haga eso? ¿Desde cuándo lo haces tú? – el abuelo se encoge de hombros como respuesta –. Como sea, ¿a dónde iremos después? Le mandare la ubicación a Diego para que nos alcance en la renta y de ahí nos vamos juntos, ¿les parece? Hace hambre, mucha hambre. También calor, bajare el vidrio.

Susurramos una "si" apenas audible. Siento a mi lado algo tenso al abuelo, estoy segura que miente. ¿Por qué razón no quisiera ir con sus hijos a cobrar renta? No es un tema que le oculte a sus hijos, además, él no se encarga de eso, tiene personas que cobran, me lo conto en otra ocasión.

El viaje no es largo, si no fuera por el tráfico nos hubiéramos hecho quince minutos en llegar a la dirección, pero es la hora de salida de muchos trabajos y escuelas, así que nos hicimos treinta y cinco minutos. Todo este tiempo escuchamos a Lucas hablar sobre los posibles restaurantes a los que podríamos ir.

-        No tardaré, esperen aquí.

-        ¿Te acompañamos?

-        No. No es necesario, hijo. Espérenme.

Lucas y yo nos quedamos solos en el taxi, comienza a hacerme preguntas sobre si yo ya había venido y que tan seguido cobra las rentas solos, solo digo monosílabos por temor a delatarme, se siente mal mentirle.

-        Tendré que hablar con él. Es peligroso que ande cobrando sin seguridad – afirma –. Gracias por acompañarlo, Ros.

Sonrió mientras desvió la mirada. El tema de anoche vuelve a mi mente, estoy a solas con Lucas, tal vez pueda contárselo. No busco un consejo, no del todo, solo deseo que alguien que me escuche.

Abro la boca con la intención de contarle todo, cuando él se adelanta y habla primero.

-        No puede ser – exclama.

Se baja del taxi y camina hasta la puerta de la casa por donde entro el abuelo, no sé si seguirlo o quedarme en el auto. Me hace señas para que vaya a su lado mientras toca la puerta, llegó justo cuando la puerta es abierta por una señora viejita, como esas de los comerciales. Se ve muy hermosa.

-        ¡Lucas!

-        ¡Tía Adi!

La viejita es chaparra a lado de Lucas, quien no, pero eso no es ningún impedimento para tomar su rostro y jalarlo para poder besarle los cachetes. Lucas se deja consentir por la abuelita, la sonrisa en sus labios me indica que le gusta mucho esa atención. La señora voltea a verme y toma mis dos manos.

-        Tú debes ser su hija, mira que grande estas.

-        ¡Oye! Ella está muy grande para ser mi hija. Básicamente la tuve que haber tenido cuando estaba en pañales, Adi.

Rosaline al volante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora