ROSALINE
- No hay problema, Mauricio. Déjalo. Es mi hijo.
Todos los presentes nos quedamos sin palabras.
- Oh. Lo lamento mucho, señor. Yo... yo... no...
- Tranquilo, Mauricio, no hay problema – dice, acercándose a ambos –, ven conmigo, hijo.
El abuelo se fue directo al elevador con su hijo siguiéndole, yo seguía en el mismo lugar en estado de shock. Me sorprende el hecho que tuviera un hijo en ese estado, parecía un vagabundo, se notaba que había pasado un tiempo muy difícil y probablemente vivió, o vive, en la calle. Es mucha la curiosidad que siento, sin embargo, decido quedarme rezagada de ellos y darles la privacidad que necesitan.
El pequeño grupo de residentes, que se había detenido a ver la escena, comenzó a dispersarse poco a poco hasta que finalmente quedamos una señora, Mauricio y yo.
- ¿Usted sabía que tenía un hijo? – me pregunta Mauricio –. Perdón, no quiero parecer un chismoso, es solo que en todo este tiempo que he trabajado aquí, jamás había visto que algún hijo lo visitará.
Ante mi silencio, él continuó hablando esperando sacar algo de mí que creía que le ocultaba.
- Supongo que el joven de la otra vez, también era su hijo.
No le contestaba por ser grosera, sino porque no sabía que decir. Lo poco que sabía del abuelo era porque el tuvo la confianza de contármelo o porque me toco ser una invasora de su privacidad. No es correcto revelar información cuando no se hasta donde le gustaría al abuelo que se supiera.
- ¿Usted sabe algo, señorita Rosaline? – volvió a cuestionarme.
- No, no se mucho sobre su vida, Mauricio.
- ¿Sabes cómo se llama el hijo?
- No se su nombre, señora.
- Ninguno de nosotros sabemos mucho sobre su vida, niña. Creíamos que tú eras su nieta, con eso de que últimamente se la pasan muy juntitos – comenta, la señora, con un tono un tanto insinuado.
- Ellos son amigos, señora Gonzales.
- Si, se nota.
No se si es paranoia mía, pero creo que la señora esta haciendo insinuaciones sobre el abuelo y yo. El señor Sotelo ha demostrado ser una persona respetuosa y de confianza, me siento cómoda a su lado y me divierto, no veo que tenga algo de malo el que pase tiempo con él, pero ahora veo que no todos piensan así.
- Con permiso, que tengan buena noche – digo, despidiéndome.
Sin esperar a que me contesten, paso por su lado, sigo derecho, escuchando ligeros murmullos de esas dos personas a mis espaldas. Supongo que se turnaban para hablar de los dos temas que tenían, la del hijo del abuelo y sobre mi amistad con él.
Soy chismosa, pero de oído, no juzgo, ni invento. Así que no somos lo mismo.
Vi al abuelo un par de veces en el vestíbulo, se le veía más cansado. Nuestras salidas se habían pausado en todo este tiempo, cada vez que intentaba hablar con él para saber si estaba bien, me daba cuenta que su hijo estaba acompañándolo, no quería crear problemas, como lo que hice con sus otros dos hijos, así que optaba por mantenerme alejada, solo saludaba y mantenía la cordialidad.
Sin esas salidas, al final del día no terminaba cansada u olvidaba mis cosas, así que el insomnio volvió.
Antes de conocer a mis primeros pasajeros (Jax y el abuelo), sufría de insomnio, por esa razón no hacía viajes. No podía arriesgarme a poner a las personas en peligro; eso y que no conocía las calles. Las noches eran largas y los días un suspiro. Turnaba mis horas nocturnas entre sobre pensar mis decisiones pasadas y futuras, y mis investigaciones con extensas lecturas, mientras que las horas del sol las usaba para vagar por las pocas calles que conocía.
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Rosaline al volante
HumorRosaline trabaja en un taxi por mero placer, o al menos eso dice. Desde su primer día se da cuenta que no será un trabajo sencillo, pues desde el momento en que hace su primer viaje, se ve involucrada a más no poder en la historia de su pasajero, p...