CAPITULO 2

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JAX

Todo comenzó hace unos años. Mi mejor amigo, Thiago, y yo nos quedamos varados por las calles de una carretera solitaria. Íbamos de regreso de un festival de cine de terror, pero el carro de Thiago se descompuso en el camino.

- Te dije que tu carro estaba viejo.

- Se más respetuoso con Janeth, es quién te llevo.

- Y quien me dejo tirado en medio de la carretera.

- Es que, entiéndela, ha tenido días pesados y el que tú le estés diciendo estas cosas no ayuda en nada.

Ambos nos bajamos y nos acercamos al cofre para abrirlo. Durante mis veintisiete años de vida, jamás he tocado un carro si no era para ir de copiloto o en los asientos traseros, así que en el momento en que abrió el cofre, me sentí el gran mecánico al reconocer el motor.

- Pues el motor se ve bien, si lo vuelves a intentar y pisas más fuerte, tal vez arranque. – Voltee a ver a mi amigo al sentir una mirada pesada -. ¿Qué?

- "¿Qué?" – Me arremedo con voz sarcástica.

- Uy, perdón.

- Sostén el cofre.

Se tomó su tiempo para examinar el auto, la verdad, ya me dolió el brazo de sostener el cofre, luego de unos minutos, me dio una explicación donde lo único que entendí fue que realmente su "Janeth" no andaría más esa noche.

Estábamos en medio de la nada. Según era un atajo, porque nadie pasaba por ahí así que no habría tráfico, pero eso fue lo que nos resultó en contra, pues ni un solo auto o alma pasaba por ahí, por lo tanto, ¡nadie podía ayudarnos!

Era media noche, con el miedo invadiendo todo mi ser, comencé a caminar a lado de Thiago después de que, entre ambos, orilláramos el auto por petición suya.

- No sé ni para que te acompañe. Odio las películas de terror. Fui contigo a ver una película de terror y ahora, ¡ESTAMOS EN UNA JODIDA PELICULA DE TERROR!

- Jax, te pegaste porque te dije que yo invitaba todo.

- No me eches la culpa de mi decisión, lo hice por ti. De milagro no me dio un infarto cuando esa niña endemoniada salió.

- No puedo creer que aún le tengas miedo a las películas de terror, la mayoría son predecibles.

- Si son tan predecibles, ¿por qué sigues viéndolas?

- Porque me gustan y nunca me canso de ellas. ¿Y tú, por qué sigues siendo tan miedoso? ¿Quieres qué sostenga tu mano, hermano?

- Sabes que tengo traumas. Y son por tu culpa. – Trate de empujarlo, el maldito es una roca -. Deberíamos quedarnos en el coche y dormir ahí, tal vez pase alguien.

- Lo dudo mucho, sigue caminado, flojo.

Thiago es igual de alto que yo, ambos tenemos un cuerpo que se considera en forma, solo que el mío es un delgado en forma y el de él un en forma mamado, y no es para menos, él es coach y nutriólogo. Cuando éramos adolescentes, éramos unos completos marginados, así que, al entrar a la universidad y él, al obligarme, a ir a entrenar con él, nos dejamos de volver invisibles ante las chicas.

Es mi mejor amigo desde el prescolar, no podría pedir uno mejor. Tiene tatuajes en todo los brazos y el torso, en serio luce como un chico malo, pero es un terrón de azúcar. Es voluntario en asilos, centros de acopio y otros lugares más, es una gran persona con todos... excepto conmigo. El maldito hijo de puta, me asusto de muerte mientras veía a escondidas una película de terror a los cinco años, me hice pipi en los pantalones, y desde entonces estoy traumado. Sufro de terror nocturno por eso, así que como él lo causo, él se hace cargo, es mi roomie.

Rosaline al volante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora