CAPITULO 21

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ROSALINE

Veo como Diego se queda congelado en el asiento trasero, como si mi pregunta hubiera sido un encantamiento que lo dejo en ese estado. Lucas le repitió la pregunta otras dos veces más, aunque no hizo mucha diferencia, ni los gritos de él al preguntar hacían que saliera de su estado.

El asunto pareció olvidado por un momento, tanto Lucas, como su padre y yo, dejamos el tema y retomamos la idea de ir por el helado. Una vez le preguntamos a Diego si nos acompañaría, pero nuevamente nos ignoró olímpicamente. Nuestro nuevo lugar predilecto para ir a comer helado se llama "Ven y hazlo", un lugar donde escoges el recipiente donde te lo darán y lo mejor, es que puedes pintarlo mientras comes, solo se pinta por fuera, en el interior no se mete nada, ya viene así. Hay otras cosas para pintar, solo que las tres veces que hemos ido, elegimos eso.

Estamos a dos semáforos de donde se ubica nuestro edificio, a dos cuadras de llegar, ya habíamos quedado en ir caminando y dejar el taxi ahí, cuando Diego volvió en sí.

- Da la vuelta.

- ¿Qué? – Preguntamos los tres, confundidos.

- ¡Da la vuelta! ¡Gira! ¡Vamos!

- ¿Ahora qué bicho te pico, Diego?

- Tengo que decirle que la amo o se ira.

- Solo pelearon, no te terminará, estoy seguro que...

Coloco las luces intermitentes al sentir que todo adentro es un caos, antes de seguir debemos aclarar a donde ir y no los puedo poner en riesgo. Aparco el auto frente a nuestro edificio, mientras Diego toma la palabra.

- ¡No lo entienden! – Exclama, interrumpiendo a Lucas –. Me dijo que... que si no nos casábamos, no ahora, pero que al menos le prometiera que el futuro, que, si no ponía de mi parte, ella... ella... ella se iría. Pensé que era una exageración, es decir, varias veces hemos discutido lo mismo y siempre le doy vuelta al asunto, pero esta vez se sintió distinto. Todo fue igual, ella saco el tema, discutimos, traté de darle vuelta, ella seguía insistiendo y yo... ¡hui!, yo hui. Se sintió distinto, pensé que era cosa mía, pero... ¡mierda!

- Tal vez solo sea tu miedo el que lo sintió así.

- No, Lucas. No fue así. Ella se ira. – Diego poso su mirada en mí y coloco su mano en mi hombro. – Por favor, Ros. Jamás le he dicho te amo.

Encendí el auto en cuanto entendí la gravedad del asunto.

- El helado puede esperar – dije. Él me devolvió una mirada de agradecimiento.

- Bien, si haremos esto, debemos de ir lo más rápido posible, viven lejos, hijo. ¿No piensan mudarse?

- Papá tiene razón. Ros. – Lucas me observo mientras nos señalaba –. Cambiemos.

- ¿Qué?

- Hijo, no creo que...

- Tengo licencia, lo juro y lo haré con precaución. Manejas excelente, Ros, pero debemos ser feroces y veloces, como sacados de "Rápidos y furiosos".

Cuando le confié mi taxi a Jun, no lo pensé ni un segundo. Ahora que Lucas me lo está pidiendo tampoco dudé al principio, pero vi la inseguridad en el rostro del abuelo y comencé a tener algunas inseguridades.

Sin embargo, abrí mi puerta y salí del asiento para poder dar la vuelta y subirme al asiento del copiloto. Si esos dos terminan casándose, este taxi se podrá considerar el taxi de los milagros o del amor.

En cuanto se abrocho el cinturón de seguridad, acelero y se metió a diestra y siniestra entre otros coches. Las bocinas y gritos de inconformidad se escuchaban mientras los dejábamos atrás.

Rosaline al volante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora