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Furia provocada

Intercepté a Cristián en las escaleras cuando ya todos se estaban yendo. Se detuvo a hablar con dos chicos, y sin ningún tipo de vergüenza, los aparté y dije:

—¿Qué fue eso? ¿Desde cuándo soy parte del equipo?

Tomó una expresión de ligera sorpresa.

—Que bueno, estás aquí. ¿Cómo te va?

—¿Qué fue eso? —repetí.

—¿Qué cosa?

—Eso de que estoy en el equipo —hablé entre dientes.

—Sí —asintió él—. Bienvenido, más tarde en los entrenamientos te presentaré al equipo. Lleva tu planilla, recuerda.

Volteó hacia los otros chicos, ignorándome.

—Yo no accedí a estar en el equipo —aclaré en voz alta para que no siguiera haciéndose el tonto.

—Dijiste que lo pensarías, eso fue como un sí, ¿no?

—¿Tomaste líquido amniótico al nacer? ¿Desde cuándo un "Voy a pensarlo" es un sí?

Los otros dos chicos rieron con lo que dije. Cristián les dio una mirada fulminante y pararon.

—Busca a alguien más, yo no jugaré.

—No se puede, ya estás dentro, y con el tiempo que tenemos no podemos buscar reemplazos, así que tendrás que hacerlo —refutó.

—Eso es tu problema —dije, señalándolo con el dedo. Mi molestia iba más por el hecho de que me uniera sin yo aceptar—. Solucionalo tú, yo no tengo nada que ver.

Se cruzó de brazos, colocando una expresión cansina.

—Solo vas a ser el portero, ¿qué te cuesta? —dijo con fastidio—. Si no sabes, para eso están los entrenamientos, no sé de qué te quejas.

—¡Me quejo porque no quiero estar en el maldito equipo!

—¡Pues que mal, ya estás en el maldito equipo, te toca jugar!

Le saqué el dedo medio tan erguido como me fuera posible.

—Suerte con eso —estaba muy mal si pensaba que le haría caso—. Y que te den.

Me dí la vuelta y me fui de ahí. Me importaba en lo más mínimo si estaba en el equipo o no, yo no jugaría, incluso si eso dejaba mal al instituto.

Al llegar al salón ví la puerta abierta, me puse bajo el marco y ví que la clase ya había comenzado. El reloj arriba del pizarrón marcaba las 8:25 AM, la clase empezaba a las 8:00 AM, me pasé demasiado tiempo.

—Buenos días —hablé igualmente. Mora, que estaba hablando de quién sabe qué, notó mi presencia llevando su mirada de una manera mecánica a la puerta, buscando el chiste del asunto tal vez—. Disculpe el retraso, ¿puedo pasar?

Dió unos pasos hasta quedar frente a la clase, al fondo, los demás aguardaban en silencio, otros hablando, y Joseph (que por fin apareció) me dio una seña de que mejor me fuera.

Y cuánta razón tenía.

—Sabe que hora es, ¿no es así? —habló Mora—. ¿Qué excusa tiene ahora?

—Me demoré solucionando un problema —respondí.

—Vaya... ¿Y era importante? —preguntó, con fingido interés.

—Algo así.

Me dio una falsa sonrisa y regresó a su escritorio.

—Sabe, Olmedo, para mí es importante mi clase —comenzó a decir—. Incluso estos chicos llegaron a tiempo porque también les importa recibir la clase... Y por como están las cosas, me parece que al único que no le importa es a usted.

HEIDREN [Iguales: Libro 1] (Completa ✓) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora