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Noticias indeseables

16 de Febrero de 2023.

El pálido techo de mi habitación fue lo primero que mis ojos vieron. Sentí un toque de dolor en la cabeza al intentar levantarme.

En cuanto se apaciguó, supe que no estaba solo. A un lado de mi cama estaba tía Clara, y se notaba muy tensa.

—¿Qué... pasó? —logré preguntar, llevando una mano a la cabeza. Sentía ganas de vomitar.

Tía dirigió su mirada a mí, sin disimular su enojo. Algo en sus ojos me pareció aterrador porque era la primera vez, que la veía tan molesta.

Tomó tres frascos pequeños, de un color negro, que estaban puestos sobre el escritorio y los lanzó en mi cama: eran mis medicamentos.

—¡Ni una, no has tomado ni una sola incluso cuando te recordé hacerlo! —me gritó realmente enojada—. Te dije lo importante que es el medicamento. ¡Te lo dije muchas veces! ¿Acaso no te importa? ¿Cómo puedes ser tan egoísta e ignorar las preocupaciones de los demás por ti?

Pese al dolor de cabeza no ignoré sus palabras, tía Clara tenía los ojos enrojecidos y los labios fruncidos. Bajé la mirada otra vez a los francos, a esas pastillas que tenía que tomar diariamente y que había dejado las últimas semanas.

Lo entendí, los dolores de cabeza y todos esos sueños eran producto de la ausencia del medicamento, de esas malditas pastillas.

—¿No dirás nada? —sonó más exigente—. ¿Hasta cuándo piensas seguir fingiendo y mintiendo con eso de que todo está bien? ¡Respóndeme de una vez, porque ya estoy harta, estoy cansada de que actúes como si nada pasara mientras cada día estás peor!

No me atreví a mirarla a la cara, ya era difícil aceptar el hecho de que se decepcionaba de mí.

—Yo... lo siento.

—¿Crees que una disculpa solucionará esto? —dijo entre dientes, luego habló con firmeza—. ¿Es que acaso no te preocupas ni por ti mismo? Date cuenta que puedes volver a perder el conciencia en alguna otra parte donde no podamos estar cerca para ayudarte, o peor aún, que no puedas despertar más. ¿Acaso no quieres estar bien, sin perder el control, sin problemas?

—Claro que quiero, pero yo ya no puedo estar bien —solté—. Las pastillas ya no hacen efecto y esta es la primera vez que pierdo el conocimiento, aunque siguiera con las pastillas, habría pasado de todos modos.

—¡Entonces debiste decírmelo!

—¡No quería darte más problemas! —grité, un nudo en el estómago me hizo encorvarme—. Sé que soy una gran carga que solo tú aceptaste tomar, y en lugar de yo hacer las cosas más fáciles solo las vuelvo más difíciles. ¿Cómo querías que te lo dijera sabiendo que me convertí en una decepción para ti ahora?

Me sentí mareado, llevé mis manos a la cara, sentí mi cuerpo pesado y el pecho oprimido por lo que acababa de decir. Ella solo intentaba cuidar de alguien que no se dejaba cuidar.

En medio del silencio que se había formado, un ruido proveniente tras de mí me reveló que no estábamos solos.

Llevé la mirada hacia el ruido, pero no esperé verlo a él.

Alto, fornido y con gafas. Carraspeó su garganta mientras sacaba las manos de sus bolsillos para luego reajustarse la gorra que hacía el intento de ocultar un muy crecido cabello negro. Caminó al borde de la cama, quitándose las gafas para revelar una cicatriz debajo de su ojo izquierdo. Sus manos eran cubiertas por unos guantes característicos suyos, unos que cubrían su palma pero dejaban al descubierto sus dedos.

HEIDREN [Iguales: Libro 1] (Completa ✓) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora