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El Líder vs Los Ojos (parte 1)

Mis pequeñas botas azules se enterraban en la tierra y cada cierto tiempo pisaba un charco formado por la lluvia que había caído.

Ya había caminado por muchos minutos, apartando zarzas y otros arbustos con mis pequeñas y delgadas manos, estaba cansado y respiraba difícilmente, todo estaba nublado y oscuro y aún caían unas pocas gotas de lluvia, también había frío y mis pasos producían sonido al pisar las hojas y ramas en el suelo.

Pese a que quería detenerme, seguí avanzando, apoyándome de los árboles cada cierto tiempo para respirar un poco y continuar.

Aunque era de día, ese lugar me daba miedo, los árboles me parecían tan grandes y sus largas ramas se mecían por el viento helado que había quedado de la lluvia.

Alcé el rostro y de los pocos espacios entre las hojas miré que el cielo aún estaba teñido de un gris denso y deprimente. Una gota de lluvia me cayó en la frente y por instinto cerré los ojos, me sequé con la manga de mi chaqueta naranja impermeable, y sacudí mis botan dándole pequeñas patadas al tronco del árbol a mi lado para quitarle el barro.

Me sequé las manos con la parte delantera de mi pantalón y me subí el cierre de la chaqueta hasta el cuello para que me cubriera por completo del frío.

Continué por una parte inclinada que me hizo más difícil seguir andando, aparté muchos arbustos y me pinché un dedo con uno que tenía espinas. Una diminuta gota de sangre salió de mi dedo anular a lo que lo froté del pantalón, no me pinchó muy profundo pero me dolía el dedo.

Quería detenerme, estaba muy agotado, quería regresar y tomar agua y tomar una siesta, pero a la vez quería continuar, quería llegar lo más rápido posible al final de ese camino inclinado.

Mis pasos se hicieron más lentos y las hojas húmedas del suelo me hicieron resbalar, caí de frente y mi mejilla derecha se llenó de barro porque mis manos estaban muy cansadas para apoyarme.

Las ramas de los árboles volvieron a mecerse y más gotas cayeron mojando mi cabello. Ya no podía levantarme, estaba muy cansado, me resigné a quedarme allí tirado.

Hasta que escuché sus pisadas.

Levanté la cabeza y vi sus botas rojas, me ayudó a ponerme de pie, tomó el dobladillo de su chaqueta negra y lo llevó a mi cara para limpiar mi mejilla. No sin antes refunfuñarme inflando las suyas.

—¿Por qué no me pides ayuda? Si estás cansado yo puedo cargarte.

Terminó de quitar el barro en mi cara y me miró fijamente con sus ojos negros y brillantes, los míos eran del mismo color, pero no poseían tal brillo.

Yo también refunfuñé frunciendo el mentón, éramos de la misma altura, pero me molestaba un poco que él fuera más fuerte y resistente.

—Yo puedo llegar solo —dije con cierta terquedad.

Volví a caminar por la subida, pero no tardé en resbalarme otra vez y caer sobre una gran raíz que sobresalía del suelo. Mis manos me dolieron porque las usé para amortiguar el golpe.

Me puse de rodillas a mirar mis palmas, también me molestaba que cualquier golpecito me hiciera llorar.

Él se adelantó y se agachó frente a mí, tomó mis manos y comenzó a soplarlas para calmar el ardor y la picazón.

—No llores —volvió a usar su chaqueta para limpiar mis manos.

Pero aunque me lo pidió, igual terminé llorando, frunciendo los labios y pestañando muy rápido por la picazón en mis ojos.

HEIDREN [Iguales: Libro 1] (Completa ✓) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora