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El padre y la hija

23 de Diciembre de 2022.

PAULA TOZCANO

Bien, creo que es mi momento de narrar, ya saben que esta historia también habla de mí.

¿Qué puedo decirles que ya no sepan? Tal vez que soy una loca, cínica y desvergonzada. O que soy una chica bonita que se aprovecha de eso.

Para ser sincera, es verdad. No tengo otra cosa en que ser buena, solo en eso.

Tengo una vida rodeada de egocentrismo, algo que sin querer me colocó en un estatus de "La niña presumida y rebelde".

Y siendo sincera (otra vez), también es cierto. Cuestionó a mi padre constantemente y tampoco sigo sus órdenes. No es su culpa, pero ciertas cosas en él me causan estrés.

¿Es un buen padre? Sí, o al menos lo intenta. Pero incluso con eso no puedo dejar de llevarle la contraria la mayoría de las veces.

Quizás solo me gusta ser una chica que hace lo que quiere, pero en el fondo soy una niña tonta. He hecho cosas de las que me arrepiento, sé que todas las chicas hacen cosas de las que se arrepienten, pero no como las mías.


***


—¿Señorita Paula? —tocaron a la puerta de mi habitación—. Su padre la espera para cenar.

Mi padre siempre ha tenido la costumbre de querer cenar conmigo, cada que estaba en casa, claro. Lo había vuelto una especie de costumbre.

Abrí la puerta. Me apoyé en el marco.

—¿Hace cuánto llegó mi padre? —pregunté, fingiendo curiosidad.

—Acaba de llegar. Ya está en la mesa.

Di un suspiro y tumbé mi cabeza al frente.

—Gracias, Kami. Ya bajo.

Kami asintió con la cabeza y se fue. Yo cerré la puerta y me eché en la cama.

Kami, por decirlo de una manera más simple, era la mujer de la casa.

Era nuestra empleada. Se encargaba de todo: Lavar, cocinar, limpiar, ordenar... Era la que mantenía todo en orden.

No era una mala compañía. Más cuando mi padre estaba fuera de casa con cualquier mujer que se le pasaba por el frente. Me hace reír siempre que papá no está, y aunque le he dicho que puede llamarme por mi nombre, siempre se le olvidaba y me llamaba señorita. Y solo era ocho años mayor que yo.

Volví a suspirar, al señor Tozcano no le gustaba esperar demasiado.

Bajé (sin muchas ganas) al comedor. Tener una casa grande donde solo habitan dos personas es algo deprimente.

No me preocupaba la soledad, siempre había estado sola. Más cuándo tienes padres divorciados y en malos términos.

Se divorciaron cuando tenía ocho años. Mamá lo tomó como un alivio, Papá lo vio como un insulto. Digamos que creció en una familia que veía el divorcio como algo que no podía pasar.

Cuando mi madre le dijo que se iría, él perdió un poco el control y rompió algunas cosas, pero con el tiempo lo superó. Después de algunos meses se sintió renovado, como un veinteañero decidido a disfrutar mucho más de su vida, cosa que me pareció bien, la parte mala es que quería involucrarme en ello.

HEIDREN [Iguales: Libro 1] (Completa ✓) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora