CAPÍTULO 3: Sin retorno

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Un saco de boxeo era golpeado con furia. La anatomía de Lisandro mostraba un drástico cambio desde que había cambiado las matemáticas por el intenso ejercicio físico. En él era más notorio que en los demás, no tomaba respiros, era su forma de canalizar la situación.

—¡Ten más cuidado, chico! —Bautista ingresaba al gimnasio con una lata de cerveza en su mano—. A la Orden no le interesa proveernos de materiales de defensa.

Lisandro no lo oyó, y prosiguió a practicar su rutina de patadas, siendo observado por alguno de sus amigos: Gary, Sebastián, Dante y Romeo. Los cuatro bebían jugos frutales en una oscura esquina.

—Esto parece un velorio—dijo Bautista, y luego eructó.

—¿Velorio? —preguntó Romeo—. ¡Ojala fuera un velorio y no una constante agonía!

—Estamos agotados de esperar la muerte —añadió Dante, observando su vaso con desgana.

—Yo estoy bien —Sebastián se encogió de hombros—. Ha sido un día productivo.

Bautista clavó su vista en Gary, quien deslizaba la pantalla de su teléfono entre publicaciones y publicaciones aburridas de sus redes sociales.

—Sabías que era tarde, Gary —dijo—. No tenía caso confesarle tu amor a mi sobrina.

—¡¿Qué?! —Gary se alertó de inmediato.

Todas las miradas fueron a él, incluso Lisandro se detuvo.

—¡¿Cómo sabes eso?! —prosiguió Gary, con las mejillas enardecidas—. ¡¿Tenías un siddhi de...?!

—Ella me lo dijo, soy su adulto de confianza —Bautista dio un sorbo a su lata—. Alma es una chica sincera, y estoy dispuesto a cumplir mi rol y contenerla siempre.

—¡Mierda! —Gary tomó su bolso y se encaminó hacia la salida con prisa.

A pesar del cansancio y el sudor, Lisandro decidió seguirlo. Debido a que dedicaba su tiempo a fortalecerse ya casi no escuchaba a su amigo, y recién, en ese entonces, se daba cuenta de lo aislados que estaban uno del otro.

—¡Gary! Vamos a hablar —exclamó Lisandro, trotando por los jardines para alcanzarlo—. No puedes irte, en unas horas tenemos la reunión con la Orden.

—¡Fui un idiota todo este tiempo! —Gary se dio la vuelta, sus dientes chirriaban—. Si me hubiese fijado en ella se habrían evitado miles de problemas. ¡Ya no tiene caso, solo le provoqué malestar!

—Deja de culparte por el pasado —Lisandro frotó su rostro con ambas manos—. De alguna u otra forma las cosas abrían sucedido. Y, respecto a lo de Alma, hiciste bien en decirle. Callaste demasiado por buscar el momento correcto, y ese nunca iba a llegar.

Bautista fue tras ellos, arrojó su lata a lo lejos y clavó su vista en Gary.

—¿Así te vas a comportar por esa tontería? —bramó el hombre—. Esta noche deberás enfrentarte con el verdadero problema, no puedes hacer berrinches y huir, o estar llorando por lo que no fue.

Lisandro trató de intervenir.

—Tiene derecho a estar mal.

—No ahora —diji Bautista—. Te necesito fuerte, Gary. A todos los necesito fuerte. Ya no son niños.



Aún era temprano para que el Antro abriera sus puertas al público, ese no era motivo para que el grupo de amigas se reuniera a pasar el rato. Era algo bastante inusual desde el último tiempo, cada una tenía algo que hacer. Sofía preparaba su ingreso a la facultad de medicina, y tenía sus actividades deportivas, Renata trabajaba y cuidaba de sus hermanos menores, Jazmín tenía un trabajo de medio tiempo en una tienda de ropa, al igual que debía estudiar; lo mismo sucedía con Carmela, y con Alma, la cual se suponía que se estaba esforzando más que nunca para tener mejores notas, así como trabajaba "en una oficina como administrativa", pésima mentira, pero la única que la sacaba de los aprietes.

SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora