La noche envolvía a Saint Grenadine en un manto de misterio y oscuridad. Alex lideraba a su equipo con sigilo, a través del bosque denso que se extendía en la periferia de la propiedad. La isla estaba custodiada de Norte a Sur y de Este a Oeste, y no podían permitirse el lujo de ser detectados antes de alcanzar su objetivo final: el búnker Zero-One en el corazón de la isla.
Mamba, agachada y con la mirada alerta, avanzaba unos pasos detrás de Alex. Su nariz aguda detectaba cualquier rastro de enemigos cercanos. Alma caminaba agazapada, sus ojos centellaban en la penumbra pero ya no podía detectar las auras fuera del Limbo, por lo que prefería valerse de su siddhi, así que su aliento creaba pequeñas cristalizaciones de hielo en el aire. Luca, por su parte, mantenía un aura cálida a su alrededor, como un guardián del fuego, listo para defender o atacar.
En el centro del grupo, Carmela tenía una mirada concentrada en el suelo, y su mente conectada con el micelio de los hongos que se escondían bajo la tierra. Esta conexión le permitía tener una conciencia inusual de su entorno, anticipándose a cualquier trampa o enemigo que pudiera estar en las cercanías. Bianca levitaba sobre el suelo junto a Carmela, su mirada enfocada en proteger al equipo con un escudo invisible.
Detrás de ellas, Mao, dominaba el viento a su favor de forma que los sonidos que provocaran no fueran escuchados por nadie. Sus movimientos eran elegantes y mortales. Yaco, mantenía su arco tenso y sus ojos en alerta, listo para eliminar a cualquier amenaza a la distancia.
Mientras avanzaban, el equipo podía sentir la tensión en el aire. Sabían que el búnker estaba cerca, y su misión era crucial. No había margen para errores. Cada uno confiaba en las habilidades especiales de los demás, y juntos, eran una fuerza imparable decidida a destruir la amenaza que representaba ese salvavidas para la Orden de Salomón. La isla, vigilada por aquellos soldados, estaba a punto de enfrentar su mayor desafío.
Carmela y Mamba se detuvieron en seco.
—Siento las pisadas —dijo Carmela.
—Yo huelo su sangre —añadió Mamba.
—¿Cuántos? —preguntó Alex en un susurro.
—Cinco... no, diez —vaciló Carmela.
Mamba olfateó un poco más el aire.
—Doce —afirmó con precisión.
—Dinos la posición, Carmela —pidió Yaco.
Carmela se concentró y cerró sus ojos, podía sentir cualquier vibración en el suelo, los hongos le entregaban la información a su alrededor. Entonces pudo descubrir a los doce soldados que Mamba había identificado y los señaló. La mayoría estaban a las afueras del bosque y más cerca de la explanada que contenía las edificaciones de la vieja Sociedad Centinela.
—Vamos a ensuciarnos las manos —advirtió Alex—, pero tendremos que hacerlo en completo sigilo. No podemos llamar la atención hasta que no penetremos el búnker.
Alex ideó un plan en pocos segundos ahora que conocía la cantidad y la ubicación de los enemigos. Enseguida indicó a cada uno la tarea que debían hacer.
El equipo se dividió.
Usando su habilidad telequinética, Bianca creó una distracción entre los árboles que llamó la atención de dos enemigos. Quería atraerlos al bosque y convertirlos en sus presas. En cuanto estuvieron dentro de la espesura del bosque, dos flechas volaron hacia sus yugulares. Yaco se persignó, era la primera vez que asesinaba a alguien y lo hacía de un modo limpio y certero.
Los cuerpos no cayeron al suelo. Decena de hongos treparon por las piernas de las víctimas y los anclaron a los árboles hasta cubrirlos por completo y descomponerlos antes de que alguien los encontrara.
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SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©
FantasyTERCERA PARTE DE LA TRILOGÍA SOCIEDAD CENTINELA El mundo se rige bajo un nuevo orden piramidal. La Sociedad Centinela ha perdido la batalla por el poderío absoluto. La única misión que persiguen los salomónicos es la de destruir los cimientos de sus...