CAPÍTULO 31: La devastación de los Grises

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<<Las diferentes organizaciones mundiales han ratificado que el lanzamiento de misiles se ha tratado de un ataque terrorista de un grupo ecologista de extrema peligrosidad. Sus ataques han causado daños materiales catastróficos y pérdidas de vidas. Los explosivos se han dirigido a diferentes naciones, atacando islas privadas paradisíacas y búnkeres gubernamentales. Todo indica que, la gran devastación que han sufrido las costas del Pacífico, y los miles de muertos consecuentes, se ha atribuido al cambio climático provocado por la ineficiencia en el cuidado del ambiente. En breve escucharemos el discurso del presidente de la Nación. >>

El mundo había entrado en un absoluto caos. Cada pantalla estaba encendida con las mismas noticias: el ataque "terrorista" y el desastre del Pacífico, algunos medios se centraban más en la ineficiencia al actuar frente a una catástrofe, mientras que otros recordaban el rol ecologista que debían tomar los gobiernos. Mientras tanto, miles de personas seguían desaparecidas bajo los escombros infinitos en las costas del Pacífico, y se estipulaba que los números de muertos ascenderían a millones tras la tragedia.

Se tardaría meses en encontrar todos los restos, y años en reconstruirlo todo. Los daños materiales eran incalculables cuando ciudades enteras habían quedado bajo el agua.

Frente a las televisiones de un local de electrodomésticos, la gente se detenía a escuchar las nuevas y terribles noticias. Entre los transeúntes, se encontraba el equipo de Jazmín, Gary, Sofía, Sebastián, Yamil y la anómala Débora mientras Bautista les entregaba abrigos para apalear el frío de la noche que recién caía.

—Fue buena idea traer mi reloj de oro —sonrió Bautista—. Fue difícil cambiarlo pero al menos ya tenemos algunos euros.

—Tenemos un problema mayor —dijo Débora—, perdimos la comunicación con Salamandra, y es obvio que los misiles fueron lanzados por los nuestros ya que impactaron en las IPC. No me cabe duda que la isla está en peligro. Eso fue un acto desesperado.

—No podemos hacer nada —dijo Yamil, con la angustia en su rostro—. No puedo transportarlos, el Limbo ya no es un sitio seguro para mí.

—No tenemos opción más que proteger este lugar —dijo Gary, mirando a los alrededores. La gente los veía con cierta extrañeza y susurraban entre ellos. A Gary le daba igual porque no entendía alemán.



Era una guerra dispareja, mientras que la Orden de Salomón ya había destruido toda la costa del Pacífico y lograba neutralizar Salamandra, el grupo de rebeldes había logrado destruir algunos búnkeres, y disminuir gran parte de los últimos anómalos adiestrados, aunque las bajas no superaban a las sucedidas en la guerra Skrulvever en el Limbo.

En lo profundo de un rascacielos imponente, oculto detrás de puertas blindadas y sistemas de seguridad de última generación, se encontraba otra de las tantas la sala de control de la Orden de Salomón, la cual había sido atacada por misiles de alto calibre, pero lograba sobrevivir gracias a sus fuertes cimientos.

Dentro, la vasta sala era iluminada por la suave luz de las pantallas de alta definición que se extendían a lo largo y ancho de las paredes. El aire está impregnado con el suave zumbido de la tecnología de vanguardia.

—¡¿Por qué tardan tanto en localizarlos?! —gritaba Isaac Wolser, el ex Alto Mando al que era difícil ver fuera de sí.

En el centro de la sala, una inmensa mesa de control era epicentro de poder. Sobre ella, una compleja consola llena de botones, pantallas táctiles y teclados ergonómicos está atendida por operadores hábiles y concentrados. Cada uno monitoreaba una región específica del globo terráqueo, siguiendo cada movimiento, cada interacción, y cada comunicación de la población mundial. Pero en ninguna estaban los terroristas principales. Era imposible.

SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora