CAPÍTULO 34: El fin de una era

14 4 0
                                    


Lo peor de la guerra se veía en el centro de Marimé. Entre cadáveres y charcos de sangre, al equipo de la vieja División Alfa no le quedaba más que seguir dando pelea a los Grises.

Sabían trabajar en grupo y eso era una ventaja. Jazmín y Gary controlaban las tormentas con ayuda de Lisandro y atacaban a los usuarios de fuego. Sebastián y Mao luchaban con los más experimentados, Renata y Carmela atrapaban a sus adversarios entre sus trampas venenosas y Yamil aprovechaba para dar el puntapié final. Sofía y Bianca se combinaban para manipular y desintegrar objetos mientras que Bautista estaba al tanto de resguardar la vida de todo el equipo.

Los golpes no tardaban en llegarles y hacerles retroceder. Era una guerra de siddhis. La sangre, los golpes, las caídas eran inevitables.

Alex, Luca, Alma, Dante y Romeo llegaban a tiempo para servir de apoyo.

Alex desató su gravedad, volviendo ligeros a sus compañeros y pesados a sus adversarios. Con cada batalla podía controlarlo mejor. Dante lanzó su veneno contra los usuarios de fuego, mientras que Romeo hizo explotar su energía contra aquellos que atacaban a las novatas.

Luca se detuvo solo porque Alma se estaba quedando atrás. Ella cayó de rodillas, y su mirada perturbada vio a su alrededor. Se abrazó a sí misma, y observó la batalla y la devastación de la guerra.

A pesar de estar cara a cara con la muerte, lo que más le espantaba era ver su poder de Ánima Mundi latiendo en medio de la batalla y sonando como un réquiem. Los caídos eran cada vez más y más, y todas sus almas se dirigían a su centro, se conectaban con su aura y eran consumidos por su ser. Ella ya lo había visto con las almas del Limbo, pero ahora sucedía con aquellas que seguían en la tierra. Su poder se restauraba y se fortalecía con la muerte de otros. No quería eso.

—¡¿Qué sucede?! —Luca la tomó de las manos, ella seguía con la boca semiabierta, viendo esas almas unirse a ella mientras temblaba como una hoja—. ¡Alma, responde!

Ella no era capaz de responder, porque así como se volvía más fuerte ella se convertía en un canal para todas aquellas almas que no habían sido purificadas y ahora sentía sus pecados y el dolor profundo de sus últimos suspiros.

Luca supo que algo estaba mal, entonces la alzó en su espalda. Ella se arrepentiría pero no podía pelear.

No pudo dar dos pasos fuera del campo de batalla que vio a Leonardo llegar junto a su séquito de Grises.

—¿Ya se van? —preguntó Leonardo con un tono irónico mientras extendía sus brazos y una energía oscura emergía de él.

Antes de que esa energía tocara a Luca, un muro de hielo se elevó entre ambos. Bautista los cubría.

—¡Salgan de aquí! —exclamó Bautista a Luca y a Alma—. Esto es peligroso.

El muro comenzó a deshacerse como el agua, pero era absorbido por Leonardo, cuyo siddhi era un misterio para quienes no sabían nada de él.

—Sabes que eso es inútil conmigo —Leonardo extendió sus brazos con fuerza y lanzó el hielo absorbido, devolviéndoselo a su hermano como un fuerte golpe de energía helada.

Antes de que Leonardo propinara un segundo golpe, Bianca extendió un muro protector.

—De verdad, Bianca, me has decepcionado más que cualquier otra persona —Leonardo volvió a hacer uso de su siddhi, absorbiendo la energía de Bianca mientras Bautista se ponía de pie con gran esfuerzo—. Tenía todas mis esperanzas puestas en ti. De hecho creía que mi hijo iba a traicionarme, pero no tú.

—En eso no te equivocas —Bianca lo desafió con una sonrisa—. Mateo quería el apocalipsis para luego asesinarte. Nunca estuvimos de tu lado.

Leonardo borró su mueca. No se sorprendía, pero la furia lo consumía por no haberlo percibido antes.

SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora