CAPÍTULO 5: Esperanza

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Era temprano, las seis de la mañana, y ni siquiera cantaban los gallos, pero la resaca despertaba a Bautista de un cachetazo en sus neuronas deshidratadas. Así que decidió vestirse y servirse algo de beber. En tanto se calentaba el agua para su café, él tragaba de una botella de agua. Mientras, revisó su lista de ítems diarios. Debía iniciar con el entrenamiento de Alma y de sus compañeros. Por otro lado, quedaba el dueto de Ángeles y Sam para su proyecto de plataforma espacial. Antes del mediodía tendrían tiempo para un descanso y tomar duchas, y finalizar con la etapa de peleas en el cuadrilátero. Alma debía ganarle a Sebastián, el único invicto.

—Vida de mierda —murmuró, luego de vaciar el envase y lanzarlo al cesto de basura.

El agua hirvió al momento que se oyó el ruido de motores detenerse en la morada. Bautista elevó su mirada en el reloj de pared, podía ser que los chicos hubiesen llegado más temprano de lo habitual; así que se asomó a la sala de entrada, y, en cuanto vio una melena rubia ingresar a la sala, no pudo evitar correr hacia ella.

—¡Bianca, hija! —Bautista quiso abrazarla, pero ella lo detuvo con su brazo.

—No me llames así y no te me acerques —dijo ella, haciendo que el hombre se detuviera en su lugar—. Dejaste de ser mi padre el día en el que preferiste tus idioteces ante mi vida o la de mi madre.

—¿Idioteces? —Bautista frunció el ceño—. Idioteces son las que busca la organización psicópata para la que te obliga a trabajar mi hermano.

—Nadie me obliga —Bianca dio un paso adelante—. Lo sabes, siempre supiste que la Sociedad Centinela estaba corrupta desde los cimientos, y no se te ocurrió otra cosa que fundar una organización de fracasados. Por suerte, descubrimos a otro de tus cómplices: Orlando White. Era muy obvio. Podrías decirle que cooperara, después de todo queremos lo mismo que querías tú.

—Así que Leonardo te envía para ablandarme y que yo ablande a Orlando —Bautista rió con fuerza y regresó a la cocina, ignoró el agua de su café y abrió una lata de cerveza. Bianca lo siguió—. Estás equivocada. Mi organización estaba en contra de la Sociedad Centinela y de la Orden de Salomón. Nadie me creía a pesar de las pruebas, siempre supe que existían traidores y que eran peor que la muerte. Leonardo me ofreció ser parte de su secta de megalómanos y los rechacé, por eso permanecí veinte años encerrado. A diferencia de mis camaradas, que fueron ejecutados, conmigo tuvieron una falsa piedad porque sabían que podían usarme como carta del triunfo, por eso me liberaron ahora. Pero, ¿sabes qué? Pueden irse a la mierda. Lamento que en mi ausencia te hayas convertido en esto. Pero sí, creo que el bien de toda la humanidad está por sobre mi individualidad y la tuya. Lo siento, y lamento que Leonardo te haya convencido que ustedes son mejores que el resto.

Bianca apretó sus puños con fuerza.

—No me conoces en lo absoluto —rumió Bianca—, por eso crees que soy un soldado sin ideas propias. A decir verdad, desde que quedé sola he buscado mi propio criterio de justicia y libertad.

—¿Y ese criterio te ayuda a decidir quién va a vivir y quien va a morir en el apocalipsis? —Bautista vació su lata de cerveza y la lanzó al cesto de basura—. Quizás deberías analizar el momento en el que tu juicio se asemejó tanto al de mi hermano. ¡Libertad, justicia y verdad! Eso es lo único que saben repetir mientras cavan la tumba de millones. Me dan asco.

—Veo que no podré llegara un acuerdo contigo —Bianca resopló—. Seré directa, si tu amigo no coopera será asesinado; si entrega su lealtad a la Orden se salvará.

Bautista carcajeó y se dirigió a buscar otra lata de cerveza.

—¿Y qué garantía existe de que lo dejen vivir una vez que obtengan todo de él? —preguntó Bautista, dando vueltas a la cocina—. No se puede negociar con terroristas, pierdes el tiempo conmigo. Nunca estuve interesado en los tres secretos, no sé nada de ello ni qué relación existe con los Skrulvevers.

SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora