CAPÍTULO 30: Las consecuencias

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La celda de Mateo estaba vacía y con restos de lodo que había utilizado para abrir la jaula y huir como lo había hecho la primera vez. Ni siquiera los guardias anómalos habían podido detenerlo. El maldito se había escabullido hacia la costa en donde había conseguido un radio de un barco pesquero.

—¡Traigan los suministros que restan y activen el protocolo de protección! —exclamó Gelb, uno de los concejales de la isla.

Desde la llegada de los excentinelas, los anómalos habían trabajado en robustecer el búnker y de reunir los suministros. Si bien no habían hecho todas las mejoras pertinentes, estaban dispuestos a soportar cualquier desafío.

—Apolo, Renata, Dante y Romeo —señaló Ángeles, revisando los radares y cámaras de la isla—. Vayan por Mateo, su señal indica que sigue en la costa.

El grupo de cuatro corrió fuera de la sala para buscar a su principal amenaza mientras en la casa de Pandora se iniciaba el protocolo que la convertía en un búnker.

Un zumbido resonó en el aire, anunciando el inicio del proceso de transformación. Paredes metálicas que rodeaban la propiedad emergían desde el suelo, envolviendo la mansión en un abrazo metálico. Las paredes ascendían con una fuerza mecánica, envolviendo cada centímetro de la estructura en un caparazón de acero. La mansión de Pandora estaba siendo transformada en una fortaleza impenetrable.

Las luces exteriores se extinguieron, sumiendo el lugar en una semioscuridad que reflejaba la nueva naturaleza del edificio.

El proceso completo culminó con un rugido metálico que resonó en el aire. Desde el exterior, no quedaba rastro de su antigua apariencia, solo las líneas imponentes de un búnker oculto entre las degenerada vegetación de Salamandra.

En el corazón de esta transformación, la mansión se había convertido en un refugio listo para enfrentar el caos que Mateo acababa de desatar.



—¡No puede ser cierto! —exclamó Renata al ver un viejo barco alejarse de la costa.

Incuso a una gran distancia, podían ver una cabeza rubia en el timón.

Dante y Romeo lanzaron sus ataques, pero ya estaban fuera del radio y no tenían un bote para seguirlo. Tenían que volver a resguardarse. Habían fallado en la misión al subestimar la tenacidad y la mente de Mateo. Ahora estaban en serios problemas.

Por una compuerta metálica, regresaron al búnker.

—¡Van a exterminarnos! —exclamó Romeo—. ¡Debimos ejecutar a ese malnacido cuando tuvimos la oportunidad!

—Ya no hay tiempo de lamentarse —dijo Ángeles—. Los anómalos están preparando para la batalla. Ustedes deberían hacer lo mismo, considerando que por el momento no podemos contar con nadie más.

Ángeles tenía razón, la Orden de Salomón no perdería un solo segundo tras el llamado de Mateo. Un grupo de soporte ya se dirigía con destino a Salamandra. Algunos poderosos Grises y otros jóvenes anómalos adiestrados tenían una misión clara que cumplir: matar a todos a su paso y destruir el búnker de la isla.

Era más fácil dejar caer una bomba atómica en el lugar, aunque eso no les asegurara la victoria, considerando la resistencia de los anómalos. Además, todo eso llevaba protocolos y preparación que los salomónicos ya no podían contemplar en su plan, puesto que cada nueva modificación que se añadía al plan iba a modificar el mundo del futuro.

El pequeño grupo de contención ya estaba listo junto a quienes se encargaban de la logística.

El estruendoso rugido de los motores llenó el cielo mientras tres aviones de guerra salomónicos sobrevolaban la pequeña isla de la resistencia. Romeo, Dante, Renata y cincuenta anómalos se prepararon para la inminente batalla. Ángeles y Sam, atrincherados en el búnker, coordinarían la defensa con radares, cámaras de seguridad y comunicaciones de alta tecnología.

SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora