CAPÍTULO 27: Principio del fin

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La noticia había llegado a todos los rincones de la isla: Alma había despertado y recordaba todo, pero sobre su poder como Ánima Mundi no se tenían detalles. Al menos se podía celebrar que, una vez más, había sobrevivido a la adversidad. Sin embargo, había optado por que nadie la fuera a ver.

La cabeza de Alma estaba partida en dos. Tenía los recuerdos y los sentimientos vívidos de una adolescente con el corazón hecho trizas, y que había sufrido una tortura psicológica y física sin igual. Por otro lado, era una mujer adulta que intentaba anteponerse ante cualquier adversidad y que sabía que debía dejar las cuestiones personales a un costado si quería salvar al mundo.

Eran dos personas distintas. El quiebre de su personalidad tenía un gran motivo detrás, y ahora debía juntar todos los trozos de su memoria y unirlos de a poco para poder reconstruirse con su historia completa.

Alma se miró al espejo de la habitación. Sus ojos seguían enrojecidos y, de vez en cuando, su nariz sangraba. Sentía un fuerte dolor en el pecho, quería llorar porque recordaba ese dolor como si el tiempo no hubiese pasado. Luca le había mentido para poder hacerla parte de los planes de la Orden de Salomón, ¿tenía que perdonarlo sabiendo había sido manipulado y que todo era un plan de Mateo? ¿Qué debía pensar al respecto luego de haberse acostado con él cuando aún no recordaba su pasado? ¿Luca tendría que haberla detenido? Miles de preguntas invadían su mente, pero al menos le encontraba sentido a la ambigüedad de Luca, al hecho que, por más que él hiciera lo imposible por ser desagradable, ella siempre caía frente a él.

—Mierda, mierda, mierda... —murmuró Alma al ver sus patéticas lágrimas resbalarse por sus mejillas. No era momento de llorar por idioteces cuando todo el mundo esperaba que su poder floreciera.

Cerró los ojos y trató de enfocarse en lo que sentía su cuerpo. No podía asegurar que se sintiera como una diosa creadora de universos, de hecho, el temblor en cada célula de su cuerpo podía ser atribuido a la ansiedad y nada más.

¿Qué debía hacer? Podía llamar a Yamil y pedirle ayuda, o pedir algún consejo a los anómalos, aunque huyeran de ella sin muchas explicaciones. Pero algo la detenía, no estaba lista a enfrentarse a las personas. No quería abrazos ni palabras compasivas, no quería preguntas sobre su estado físico, psíquico y emocional, mucho menos quería que le preguntaran por sus poderes. Que toda la atención se enfocara en ella se estaba convirtiendo en un pesar que la tenía al borde de una crisis nerviosa, así que tomó la única opción que le pareció coherente y escapó por la ventana de la habitación. Estaba segura que algunos de sus amigos estarían durmiendo en los pasillos.

La oscuridad de la noche en Salamandra era brutal. Con solo levantar la vista, se podía apreciar el brillo intenso de la Vía Láctea en el cielo, era una lástima que no todos en el mundo pudieran apreciar esa maravilla, quizás solo viendo la inmensidad del mundo algunos dejarían de verse a sí mismos como lo único de importancia.

Alma decidió caminar un poco para tomar aire fresco. Su cabeza era un caos y no quería tener más voces en su cabeza.

Tenía razón en alejarse un momento, la mayoría de sus amigos aguardaba a que decidiera salir de la habitación para comenzar sus interrogantes, o porque necesitaban demostrarle su apoyo.

Alejándose cada vez más de la casa, avistó una arboleda que parecía espesarse más al horizonte, como un pequeño bosque. Con la intención de sentarse un momento a pensar, Alma se vio sorprendida por el ruido de hojas crujiendo, incluso le pareció una silueta correr hacia lo lejos.

¿Un animal? ¿Un anómalo?

La verdad era que, al dejar sin supervisión a los rehenes, uno de ellos había optado por huir.

SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora