Leonardo ha muerto.
El mensaje llegaba a los dos ex Altos Mandos, Marie Dolfin e Isaac Wolser, ambos eran parte del círculo de líderes de la Orden de Salomón, líderes que también incluían a Leonardo Santamarina. Ambos recibían las noticias poco alentadoras de Marimé.
A pesar que llevaban incontables civiles asesinados, y seguían arrasando el planeta como querían, todavía no podían neutralizar al grupo de rebeldes de esa pequeña ciudad.
—Tiene que ser una broma —murmuró Marie—. ¡¿Cuántos son?! ¡¿Por qué no pueden detenerlos?! —gritó a quienes estaban en la sala de control.
Isaac dio una cuantas vueltas y habló:
—Está claro, es culpa de Ángeles y Sam, los niñitos que ingresaron a nuestras instalaciones de inteligencia. Es posible que hayan hackeado los sistemas de la ciudad de Marimé, y enviaron toda la defensa civil, junto al ejército a la zona y países aledaños.
Marie apretó sus puños, contaban con que el pelotón de Grises y el batallón de soldados fuera suficiente para acabar con un pequeño grupo de insurgentes. Y, aunque las pantallas del búnker le mostraban que la destrucción seguía en pie, la situación comenzaba a preocuparle tras la muerte de uno de los líderes más leales a la Orden de Salomón.
El apocalipsis continuaba tal y como lo habían planeado: huracanes destrozaban el sur de Asia, el agua de los ríos de África era drenada y luego desechada sobre miles de islas que se hundían, mientras que algunos movimientos de placas tectónicas azotaban el norte de América.
Los representantes salomónicos de cada país enviaban sus informes de la situación. A pesar de las caídas y de la destrucción del mayor búnker, la misión podría seguir hasta el final. Quedaban cinco días más de destrucción, y los elegidos para ser salvados ya ingresaban a los refugios para esperar el nuevo mundo.
—Preparen el avión —dijo Marie—, iremos a encárganos nosotros mismos.
Marie e Isaac convergían de un largo linaje de salomónicos infiltrados en la Sociedad Centinela. Ambos habían sido los mejores alumnos de sus clases, los líderes implacables de los que nadie sospechaba. Ellos eran los responsables de los grandes avances de los salomónicos sobre los centinelas, ellos estaban a punto de lograr el sueño de sus antepasados, quienes habían tenido que acostumbrarse a las sombras de un mundo que los limitaba. Y ahora tenían que ver su ideal pendiendo de un hilo por un montón de imbéciles que no podían ver la luz al final del túnel: un mundo de completa libertad, un mundo donde la verdad reinara, solo porque no podían aceptar que millones de inútiles murieran en el camino.
Marimé estaba en ruinas. A donde mirasen las explosiones seguían, los edificios caían, los gritos y la desolación. Ni el Limbo se comparaba con el infierno que estaban viviendo.Y, aunque los Grises cedían a la muerte, y los ejércitos salomónicos retrocedían al ser superados por la ayuda que Ángeles había conseguido, no había clima de victoria.
Alma seguía abrazada a Bianca que lloraba sin consuelo tras la partida de su padre, a quien había querido decirle que ella no lo odiaba, que lo perdonaba porque lo entendía, pero ya era tarde.
Luca realizaba primeros auxilios a Sebastián, y el resto del equipo se reunía para tratar sus heridas. Todos estaban devastados, incluso los anómalos demostraban estar en su límite.
Gary, con todo su cuerpo repleto de cortes y polvo, corrió hacia Alma para abrazarla con fuerza.
—Lo siento mucho —dijo Gary.
—Sabía que esto podía pasar —dijo Alma—, incluso así no pude hacer nada para evitarlo. Me paralicé cuando el poder comenzó a fluir.
—¿El poder? —preguntó Gary, confundido.
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SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©
FantasyTERCERA PARTE DE LA TRILOGÍA SOCIEDAD CENTINELA El mundo se rige bajo un nuevo orden piramidal. La Sociedad Centinela ha perdido la batalla por el poderío absoluto. La única misión que persiguen los salomónicos es la de destruir los cimientos de sus...