Una pared de vidrio de un espeso grosor encerraba a Mateo en una de las jaulas diseñadas para contener la furia más rabiosa de los anómalos. Él se encontraba encerrado y apartado de sus compañeros en el sótano de la antigua casa de Pandora, ubicada en el centro de la isla de Salamandra.
Una cama, un retrete, un lavamanos y nada más. Mateo daba vueltas de un lado a otro. No tenía forma de escapar, no tenía forma de enfrentarse a un ejército de anómalos, ni a todos sus antiguos compañeros unidos, tampoco tenía una opción viable para huir de la isla.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Alex ingresó a la habitación de lo que consideraba "su presa".
—Eres tan obvio, Alex —Mateo se acercó al vidrio que los dividía y le habló enarcado una sonrisa—. ¿Quién iba a estar tras esto si no eras tú?
—¿Yo soy obvio? —Alex lanzó una carcajada—. ¿Y por qué te dejaste atrapar? Tú eres el obvio.
—Quiero saber qué es lo que quieres —Mateo se dio la media vuelta y se sentó en la litera—. Si piensas intercambiarme por tu padre, te aseguro que será en vano. Primero, yo no tengo el valor que tiene Orlando; segundo, tu padre está muy a gusto con la Orden.
—Cierra la maldita boca —lanzó Alex, borrando su meca.
—¿En serio, Alex? —preguntó Mateo—. De verdad no conoces a tu padre. Fue capaz de relegar tu crianza y la de tu hermano a tu madre, fue capaz de poner en riesgo su integridad por el tercer secreto, una y otra vez, ¿y piensas que ahora, que tiene rienda suelta para ser quien es, va a echarlo a perder por tu idealismo barato que ni siquiera comparte?
Antes de responderle, Alex prefirió contar hasta diez. Una parte de él quería creer que su padre seguía su mismo código moral, pero no estaba seguro hasta qué punto traicionaría su misión de toda la vida por una acción altruista.
—No te preocupes, no te traje para hacer ningún intercambio —respondió Alex y volvió a sonreír—, te quedarás aquí con nosotros hasta el final de los tiempos.
Con unas simples palabras, Mateo lograba desestabilizar a Alex, quien entendía que no podría hacerse responsable de obtener información de esa fuente. Lo mejor era dejar que la situación se enfriara antes de sabotear su propio plan.
De igual forma, en una jaula de vidrio, Luca aguardaba por su visita. Esta vez eran cuatro: Yaco, Mao, Lisandro y Gary ingresaban de a uno para enfrentarlo una vez más.
Sentado en la cama, Luca los miró de soslayo.
—¿Qué tal te sienta la vida de prisionero? —preguntó Gary, que mantenía sus cejas bajas.
—Normal, estoy acostumbrado —respondió Luca, quien resopló con la vista al suelo.
—Queremos que nos respondas unas preguntas, amigo —dijo Yaco, con un claro sarcasmo en sus palabras.
Luca alzó una ceja y los dejó hablar.
—Tranquilo —habló Mao, sonriente—, parece ser que no tienes intenciones de hablar del magnífico plan de la Orden. ¿Cuál era? ¡Ah, ya lo recuerdo! Asesinar a todo el mundo para empezar de nuevo. En todo caso, deberías tener la decencia de explicarnos porque mierda tu hermano pensó que era una excelente idea involucrarnos, más específicamente en el sitio de sus enemigos, ¿acaso son idiotas?
Luca se puso de pie y caminó frente al vidrio.
—Mateo quería tener a su hermana cerca —habló Luca—, siempre la quiso más que a nada en el mundo. Pero lo sabía, entendía que la diferencia de valores morales y éticos los separaban más que el hecho de haber sido criados separados. Ser un miembro de la más alta casta de la Sociedad Centinela te da una visión que un ser humano, común y corriente, nunca obtendría. Es justo por ello que ustedes rechazan a la Orden, es tal y como pensaba Mateo que sucedería. La única forma de tener a Alma a su lado, y hacerla vivir en el nuevo mundo, es convirtiéndola en su enemiga.
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SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©
FantasyTERCERA PARTE DE LA TRILOGÍA SOCIEDAD CENTINELA El mundo se rige bajo un nuevo orden piramidal. La Sociedad Centinela ha perdido la batalla por el poderío absoluto. La única misión que persiguen los salomónicos es la de destruir los cimientos de sus...