CAPÍTULO 23: Cartas bajo la maceta

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Hacía seis años atrás, podía respirarse un aire calmo en la Sociedad Centinela, producto de la ignorancia sobre sus propios enemigos. La Orden de Salomón había infectado todos los rincones de la DII, y trabajaban con plena impunidad en sus brillantes y futuros planes.

—Mi hijo legítimo, Mateo, nos acompañará en la reunión de esta noche —dijo Leonardo al ingresar al cuarto de conferencias y reuniones. Él esbozaba una sonrisa orgullosa, mientras su hijo se sentaba junto a su prima, una de los miembros más jóvenes de la Orden: Bianca.

—¿Qué hay de Luca? —preguntó Bianca a Mateo—. Siempre están juntos.

—Mi padre no quiere que forme parte del comité —respondió Mateo—. De hecho, estoy aquí porque estoy tratando de llegar a un acuerdo con él. Recién cumplí quince, esperaba comenzar a trabajar a los dieciocho, como tú, pero algunos eventos se han adelantado.

Bianca sonrió.

—Me das escalofríos, primito —dijo Bianca.

La conferencia comenzó, los miembros de la Orden de Salomón se conectaron con otros miembros de su organización, los cuales se encontraban en distintas partes del mundo. Era momento de presentar la forma final del Disociador M, la versión más nueva y mejorada del aparato adiestrador de anómalos creado por los Nobeles, genios indiscutidos y leales lacayos de la Orden.

—El gran problema a la hora de la creación de Grises ha sido la forma parasitaria que toma la energía negativa, la cual se convierte en ente y termina poseyendo a su contenedor —dijo Isaac desde una videollamada—. Hemos estudiado la forma de poner una barrera psicológica a esa negatividad. Es posible que, mediante un pequeño trauma, la energía quede adormecida, de modo que se pueda usar su potencial, pero sin que domine a so poseedor.

Bianca levantó su mano.

—Pero un trauma podría generar efectos secundarios, como depresión, ansiedad... —enumeró—, las personas que han olvidado el porqué de sus traumas, aún llevan la carga emocional del mismo. Incluso podría derivarse en adicciones o conductas suicidas.

—Eso es verdad —señaló Isaac—, pero los traumas que se inducirán pueden ser mínimos así como sus consecuencias. Con esto, ya comenzamos las pruebas en animales y pronto podremos probar en humanos. Tenemos fe en que nuestro ansiado propósito llegue antes de lo esperado.

La reunión había concluido, y Luca aguardaba en el jardín que se encontraba fuera de la sede de la DII. En ese entonces, él llevaba su cabello negro natural, alborotado y algo largo como siempre, pero corto de un costado, dejando ver su arete en la oreja derecha y su perfecto y afilado perfil. El sol de la mañana le daba directo a los ojos cafés, los cuales brillaban como piedras preciosas. Se encontraba pensativo, pero no enojado por ser excluido a la reunión de la Orden, él conocía su lugar.

—Han dado un paso adelante —dijo Mateo y se sentó a su lado—. Puede que ya tengan la clave para crear Grises.

—¿Hablaste con tu padre del trato? —preguntó Luca.

—Sí, no hubo mucho problema —Mateo sonrió—. Le expliqué que quería tener a mis hermanas en el nuevo mundo. Lo ideal sería formarlas como creadoras, pero hay un problema, y... es que no las puedo hacer parte de la Orden, ya que quiero que la aborrezcan. Tendrán que ser parte de la Sociedad Centinela hasta que la misma quede eliminada.

—¿No basta con que les muestres lo mismo que a mí? —preguntó Luca—. Puedes hacerlas parte de la Orden, pero puedes explicarles nuestro plan individual.

—Es muy peligroso —Mateo bajó la voz—. Prefiero que se unan primero a la Sociedad Centinela, me encargaré de crear una buena División Alfa que defienda mis intereses. Podrán obtener siddhis, y si me tienen como líder seguirán mi plan, incluso sin saberlo.

SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora