El helicóptero descendía sobre la pista de aterrizaje. Ángeles sostenía la mano de Sam. con fuerza, clavaba las uñas en las palmas del chico, cuya traspiración se resbala por sus sienes. Habían llegado a su destino.
—Me haces daño, An —siseó Sam, suave, como si entendiera a la perfección el pánico de su compañera.
—¡Lo-lo siento! —Ángeles aflojó su agarre y juntó aire en sus pulmones para soltarlo con lentitud.
La actitud de la chica sorprendía a Sam, quien esperaba algún insulto de su parte. Resultaba ser que la intrepidez de Ángeles tenía un límite. A pesar que todo era parte de su plan para reunir algo de información sobre la Orden de Salomón, encontrarse en las instalaciones internacionales de su servicio de inteligencia era agobiante.
Se vería cara a cara con todos los miembros traidores de la vieja DII, a fin de hablarles de su proyecto de plataforma espacial "Ad Infinitum", como la había llamado.
—Puedo pedirles un momento hasta que te relajes —Sam se detuvo frente a Ángeles y le colocó sus manos en los hombros—. Estás muy tensa.
Ángeles mordió sus labios y miró hacia el imponente edificio de cristal que reflejaba toda la isla en donde se encontraba una de las tantas IPC que ahora pertenecía al enemigo. Tenía unos cuarenta pisos, de los cuales todos estaban ocupados con oficinas y sedes relacionados a la ciencia y tecnología. Ellos tenían una conferencia pactada, y luego, si su proyecto convencía a los encargados de la sede, podrían obtener los recursos para llevar a cabo su plan, además podrían ser salvados de la muerte junto a sus familias.
Una mujer los vio a metros de la entrada y fue a buscarlos. Era elegante, llevaba su silueta ajustada con un vestido negro y sus labios pintados de carmesí. Su cabello recogido era de un castaño cobrizo, y su rostro estirado dificultaba para calcular su edad, a lo mejor entre los cuarenta y los cincuenta.
—Pandora... —Ángeles la reconoció de inmediato.
Pandora era la encargada de la Sociedad Centinela de reunir e investigar anómalos: humanos modificados con ADN animal y de cierto carácter homicida. Ella tenía cierta responsabilidad en la creación de los mismos, e incluso había encontrado la clave para reproducirlos de forma natural, ya que hasta entonces habían sido estériles. Por otro lado, el verdadero creador de los anómalos, Edgar Hyde, había sido asesinado por la Orden de Salomón, más precisamente por los Nobeles, una pequeña secta que trabajaba para el enemigo e intentaba hacerse de los anómalos para su control.
—No me mires así —Pandora sonrió con la vista en Ángeles—. No tengo más opción que trabajar para ellos, como lo hace Orlando White o ustedes. No quiero terminar en una fosa por negarme a hacer más de lo mismo.
—No es más de lo mismo —dijo Sam—, estos tipos planean un genocidio.
—Sí, sí —Pandora les restó importancia, todos la conocían por su egoísmo, y porque su único interés era la ciencia, no le importaba para quién trabajaba—. Síganme, los están esperando.
El ascensor parecía tardar una eternidad, cada piso que subían era un suplicio. Ángeles se mantenía aferrada a Sam, ella no contaba con mecanismos de pelea, escape o siddhis, tampoco su compañero, que no estaba muy seguro de que hacer en esa situación, pero pretendía mantener la calma por los dos.
Cuando las compuertas metálicas se abrieron, y la pantalla digital del ascensor marcó el piso treinta y dos, los invitados descendieron hacia una gran sala de reuniones con mesas rectangulares dispuestas en forma de "U". Enfrentando a todos los hombre y mujeres que allí aguardaban, había una gran pantalla para reproducir la presentación del proyecto que traían entre manos Ángeles y Sam, quienes pasaron al centro, siendo guiados por Pandora.
ESTÁS LEYENDO
SOCIEDAD CENTINELA |PARTE III |APOCALIPSIS ©
FantasyTERCERA PARTE DE LA TRILOGÍA SOCIEDAD CENTINELA El mundo se rige bajo un nuevo orden piramidal. La Sociedad Centinela ha perdido la batalla por el poderío absoluto. La única misión que persiguen los salomónicos es la de destruir los cimientos de sus...