Capítulo 23: La metáfora del Jardin de Rosas

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"Los sueños son solo recuerdos De los planes que tenia en ese entonces"

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"Los sueños son solo recuerdos
De los planes que tenia en ese entonces"

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Abrí los ojos y solo vi oscuridad a mi alrededor. Una inmensa negrura que me envolvía, dejándome sumida en la más profunda soledad. Caminé sin rumbo fijo, perdida en aquel vacío. El frío me calaba hasta los huesos, hasta que un copo de nieve cayó en la palma de mi mano, desvaneciéndose al instante. Al mirar hacia arriba, descubrí un cielo blanco, salpicado de copos de nieve que parecían llevar consigo mechones de mi cabello rojizo. La oscuridad se desvaneció y ante mí se extendía un sendero bordeado de rosales, con flores de un rojo intenso. Al acercarme, no pude resistir la tentación de tocarlas, pero al hacerlo, mis dedos se mancharon de un rojo carmesí. Entonces comprendí que aquellas rosas no eran rojas, sino blancas teñidas de sangre.

Continué mi camino y me encontré frente a un laberinto de flores exquisitas. A lo lejos, divisé a un hombre vestido de blanco, sentado en un taburete, con unas tijeras en la mano cortando las malas hierbas del jardín. Me acerqué a él, extendí mi mano y toqué su hombro. Al girarse, lo reconocí de inmediato.

"¿Estoy soñando con él otra vez?" me pregunté. "¿Por qué de entre tantas personas tengo que soñar precisamente con él?"

"¿Has llegado?" me preguntó.

"A dónde?" le cuestioné.

"Al lugar al que ibas. ¿Has llegado?" volvió a preguntarme.

"No sé a dónde debo ir. Ni siquiera sé quién soy", respondí.

"Claro que lo sabes. Has estado torturándome toda la vida y ahora resulta que no sabes quién eres", dijo él, mirando al horizonte y sonriendo. Luego se giró y siguió cortando las malas hierbas.

"¿Yo? Tú nos torturaste primero. Las palizas y esas cosas", le dije.

"¿Tienes idea de lo difícil que fue criar a un diablillo como tú?" respondió. "No porque no fueras mi hija, eso no me importaba. Fueron las duras noches en las que las cosas extrañas y aterradoras que dibujabas se hacían realidad y me atormentaban. Fue ver cómo te cortabas a ti misma de pequeña y usabas tu propia sangre para pintar las rosas blancas porque te gustaban más que las rojas. Fue ver cómo jugabas con mi mente, creando formas horribles solo para hacerte reír. Fue ver cómo creabas monstruos para asustar a tus hermanos. Me volviste loco, Victoria. Ya no sabía qué era real y qué no. Fue un laberinto de desdichas, ver cómo me encerrabas en mi propia mente. No tuvimos otra opción que encerrarte y medicarte año tras año, hasta que creyeras que todo lo que veías no era real y que no pudieras lastimar a nadie más. Aunque el precio para eso fuera que tus demonios se quedaran conmigo. Y lo lamento, no debimos hacerlo. Ahora lo entiendo. No puedes pedirle a un león que sea un gato doméstico", me miró con unos ojos que desconocía por completo.

CREATE. El Pantano de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora