La trama sigue a Victoria Walker, una joven luchando contra la esquizofrenia, cuya vida da un giro al desaparecer su padre, el detective Jules Miller. Su familia se muda a Moonlitgh, un pueblo aparentemente tranquilo lleno de secretos oscuros. Victo...
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"Lo que toca el alma no se olvida"
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Caminé por el pueblo, semidesnuda, llevando únicamente un conjunto de ropa interior blanco con pequeñas florecitas. Mis pies descalzos y mis manos manchadas de sangre me hacían sentir desorientada, y mi cuerpo sufría espasmos musculares que dificultaban mi caminar. Me sentía como un desastre. Afortunadamente, ya era de día y no había nadie en las calles de Moonlitgh.
Al llegar a casa, vislumbré brevemente a Mariah en la cocina, pero no me detuve, a pesar de que ella había notado mi presencia y me había preguntado dónde había pasado la noche. Subí a mi habitación y llené la bañera con agua tibia. Me sumergí por completo, y los restos de sangre que llevaba teñieron el agua de un carmesí intenso. Me sentía sucia, despreciable. ¿Había sido yo quien mató a Charlie y a sus amigos? Las dudas me inundaban, algo golpeaba implacablemente mi pecho y me ahogaba.
En ese momento, escuché un ruido como si algo se hubiera caído. Desde la bañera, pregunté: "¿Hola? ¿Mariah?". Pero no obtuve respuesta. Salí de la bañera y me acerqué sigilosamente, aún con el agua goteando de mi cuerpo y cabello. Había una criatura en mi habitación, pero apenas pude verla, ya que se ocultaba en las sombras de una esquina.
Intrigada, pregunté: "¿Quién está ahí?". La criatura, con tres piernas, cuatro brazos y sin rostro, se acercó a mí, caminando sobre sus tres piernas y emitiendo un sonido similar al de un cachorrito pequeño. Se acercó a mí con una actitud sumisa, como si buscara consuelo. Se situó a mis pies y esperó que le acariciara. Me sentí extrañada al presenciar aquello. La criatura emanaba una extraña sensación de tranquilidad, a pesar de su apariencia desconcertante.
Sentí un impulso irresistible de abrazarlo. Le acaricié durante un breve momento y le dije: "Buen chico", al ver cómo disfrutaba de ello. Acerqué mis labios a él y le di un beso, que rápidamente se convirtió en un mordisco. Lo sostuve firmemente en mis manos, abriendo mi boca mientras ésta se ensanchaba de manera inimaginable. Sin embargo, la extraña criatura no ofreció resistencia, parecía disfrutarlo. Mordisco tras mordisco, me lo comí hasta que no quedó nada más que un eructo que salió de mí, y los restos de algo pegajoso y oscuro, que supuse que era su sangre.
