La trama sigue a Victoria Walker, una joven luchando contra la esquizofrenia, cuya vida da un giro al desaparecer su padre, el detective Jules Miller. Su familia se muda a Moonlitgh, un pueblo aparentemente tranquilo lleno de secretos oscuros. Victo...
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"Duerme, esas pequeñas rebanadas de muerte, cómo las aborrezco."
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Mientras me sentaba en el extremo opuesto de la gran mesa, abarrotada de bandejas de comida, me dirigí a Sueño con una mezcla de interrogación y frustración en mi voz.
–¿Qué soy? – le pregunté con desesperación, buscando respuestas en su mirada. Su respuesta fue directa y exigente.
–Disfrutemos de la velada –exigió él, evadiendo mis dudas y preguntas. No pude contener mi frustración y continué presionándolo.
–He hecho todo lo que me has pedido, desde ponerme este estúpido vestido hasta cenar contigo. ¿No crees que merezco al menos una explicación? ¿Qué está pasando? ¿Estoy muerta? ¿Ese hombre que vi en el jardín era Jules? –mis preguntas bombardearon a Sueño sin cesar.
Él, sin embargo, parecía querer ignorar mis inquietudes. –No mientas, sé que te encanta ese vestido –respondió, sin abordar ni una de mis preguntas directamente. Aunque tenía razón, el vestido negro con destellos azules, como una aurora boreal, me encantaba, pero lo que necesitaba desesperadamente eran respuestas.
–Por favor –supliqué, tratando de apelar a su compasión y pedirle sinceramente que me explicara todo.
–Aunque te diga lo que eres, lo olvidarás –finalmente confesó. –Incluso si escuchas mil veces que eres la creadora de las torturas a las que se enfrentan en Moonlitgh, como te dijo Jules, seguirás sin recordar. A menos que tu cuidadora te lo revele, pero el día que eso suceda, ella morirá sin remedio.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y un nudo se formó en mi garganta. Sentía una profunda frustración al darme cuenta de que no podía recordar mi verdadero ser y no sabía qué estaba pasando en mi propia vida.
–Por favor, dímelo –rogué acercándome a su silla y arrodillándome frente a él. Él gentilmente acarició mi rostro y pronunció sus siguientes palabras con ternura.
–Te lo acabo de decir – confesó. –Y en menos de un milímetro de segundo, lo has olvidado
Me quedé sin palabras, sintiendo un torrente de emociones abrumadoras. Las lágrimas brotaron de mis ojos y lloré desconsoladamente, apoyando mi cabeza en su regazo. La frustración de no poder recordar y la incertidumbre sobre mi propia identidad me abrumaban.
