𝟎𝟕

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—Teo, despertate —Llamó la chica.

—Dejame un cachito —Pidió el morocho, con voz ronca, para luego acomodarse mejor en la cama.

—Me cambio y te levantás, me tengo que ir.

Después del beso de Ariana y Mateo, el chico pasó lo que quedó del día con ella, como habían acordado, y luego se quedó a dormir con la pelirroja.

Claro está que no tuvieron relaciones, no pasaron de un par de besos, no porque no querían, sino que, como ya se sabía, la chica estaba en sus días.

—Buen día —Saludó Mateo llegando al living.

—Buenas —Devolvió el saludo la chica. —. ¿Querés desayunar algo? Tengo tiempo todavía —Preguntó, todavía de espaldas a él.

—¿No era que ya te tenías que ir? —Preguntó confundido, ella lo miró con una sonrisa inocente.

—Es que no sabía cuánto tardabas en levantarte —Contestó sin dejar de sonreír, contagiando al mayor, mientras se mordía el labio inferior. —. ¿Te pudiste lavar los dientes?

—Con el dedo y pasta nomás.

—¿Y el cepillo que te dije?

—No me dijiste de ningún cepillo.

—Ah —Rió un poco. —, pensé que sí, ahí en el cajoncito del baño tengo uno sin abrir, si querés usalo.

—Bueno gracias —Respondió el morocho y dejó un beso en el cachete de la pelirroja. —. Salgo y desayunamos algo —Avisó antes de adentrarse al baño.

Ariana asintió con la cabeza y preparó lo infaltable en su día a día, mate.

Mateo salió del baño y se puso al lado de la chica, recargándose sobre la mesada, dedicándose a mirarla.

—¿Qué? —Preguntó sonriente al ver cómo la observaba.

—¿Te puedo dar un beso? —Dijo con toda su atención puesta en ella.

Ariana agachó la cabeza con algo de vergüenza, para luego mirarlo a los ojos, analizando su mirada.

El morocho tenía unos ojos marrones que le encantaban, eran tan profundos que con tan solo mirarlos unos segundos podía notar la felicidad que tenía encima.

Mateo hacía lo mismo que ella, los ojos claros de la chica denotaban alegría por donde los mires. Sonrió aún más al pensarlo, recordando lo apagados que estaban cuando la conoció, de a poco, en cada encuentro que iban teniendo, notaba como brillaban cada vez más.

—¿Sí o no? —Insistió al ver cómo ella solo lo miraba sin contestar.

—Sabés que sí —Contestó ella, posicionando su manos a cada lado de la cintura del chico, mientras que él ponía las suyas en los cachetes de la fémina, para luego besarse dulcemente.

𝐓𝐢𝐧𝐭𝐚 ─𝐓𝐫𝐮𝐞𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora