𝟏𝟑

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Domingo por la tarde, el momento tan esperado por Mateo y, a la vez, tan tortuoso para Ariana.

Esta última se encontraba tirada sobre su cama armada, pensando en qué iba a hacer en cuanto vea a aquel morocho que la volvía loca.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de notificación de su celular. Se levantó y vio que era un mensaje de Mateo, avisando que ya estaba por salir de su casa.

—¡¿Ya son las 5?! —Se sorprendió y rápidamente se levantó para cambiarse.

No se produjo tanto, pero tampoco quería que se note que se había levantado hace apenas unas horas.

En cuanto arregló un poco su estado deplorable el timbre sonó.

Tenía ganas de encerrarse en su habitación y no salir de ahí nunca más.

Pero eso no era una opción, así que se acercó a paso lento hacia la puerta.

—Hola —Casi susurró al tenerlo en frente.

—¿Todo bien? —Sonrió él y entró a la casa con toda la confianza del mundo. —Traje unas facturas.

—Ahora hago mate si querés —Propuso la chica y el morocho asintió.

Ariana fue hasta la cocina y largó un suspiro.

Se sentía culpable por lo que iba a hacer, pero más lo sentiría si dejara que un pibe arruine por completo su estabilidad emocional. Ya había hecho mucha terapia como para volver a hacerla, por lo menos eso pensaba ella.

Una vez todo listo, volvió al living, donde se encontraba el morocho.

El ambiente se notaba tenso, se miraban sin hablar, el único contacto que estaban teniendo era pasarse el mate, nada salía de sus bocas.

No era como el silencio de otros días, uno cómodo, todo lo contrario.

—Ari —Llamó Mateo, haciendo que la recién nombrada levante la vista del mate que tenía en la mano, lo miró para que siga hablando. —, yo en realidad vine para hablar de algo.

—De lo que quieras —Trató de mostrarse calmada.

—¿Qué pasó? —Soltó el morocho, ella lo miró confundida.

—¿Con qué?

—Con vos, con nosotros.

—Estamos bien, no sé a qué te referís —Se hizo la desentendida, removiéndose algo incómoda en la silla. Él soltó un suspiro frustrado.

—Dale, Ari. De pedo me contestás los mensajes —Su voz sonaba algo apagada.

—Simplemente estoy ocupada, vos sabés que vivo por y para mi laburo —Se excusó la pelirroja.

—Quiero que seas sincera conmigo, ¿te incomodé en algún momento? Capaz voy muy rápido, o no sé, explicame vos porque te juro que yo no entiendo —Comenzó a hablar rápido, siendo casi inentendible.

—Pará, Mateo, calmate un toque —Lo frenó Ariana. —. No fue por algo que hayas hecho, ¿si? Al contrario, vos sos un re pibe y me hiciste sentir de maravilla, pero no puedo seguir con esto.

—Cada vez entiendo menos, ¿por qué no podés? Estábamos bien.

—Yo soy muy complicada, Mateo. No te quiero lastimar —Trató de disimular el nudo en la garganta. —. Perdón pero es lo mejor, no te quiero ilusionar.

—Por favor, Ari, los dos nos hacemos bien, no lo dejemos acá.

—Te prometo que es lo mejor —Insistió con las lágrimas amenazando en salir.

—No me hagas esto, vos sabés que si te pasa algo yo te puedo ayudar. Te quiero cuidar, dejame hacerlo —Más o menos rogó, ella negó con la cabeza.

—No me lo hagas más difícil.

—¿En serio querés dejar todo acá como si no hubiera pasado nada? —Cuestionó, aún con una pizca de esperanza en que ella niegue, que se arrepienta de sus anteriores palabras y sigan como antes, olvidando por completo este momento, para avanzar con aquel vínculo que tenían.

—Perdón —Respondió ella, con la cabeza gacha.

Toda mínima esperanza se esfumó en el momento que escuchó aquella palabra, no había sido una respuesta concreta, pero todo había quedado más que claro.

—Chau, Ari, suerte —Se despidió Mateo, caminando lento hasta la puerta.

La pelirroja ni siquiera lo miró, continuó con la vista hacia abajo hasta que escuchó el sonido de la puerta cerrándose.

Ambos quedaron destrozados.

Ariana se tiró al piso a llorar, totalmente desconsolada.

¿Había sido su decisión? Claramente, pero aún así le dolía, y mucho.

Aunque esté así, sintiéndose vacía, quedándose casi sin aire y temblando, no se arrepentía.

Lo único que quería era salvarse, aunque solo se estaba destruyendo a sí misma. Pero también quería salvar a Mateo, salvarlo de todos los problemas de ella.

Sabía que él no iba a hacerlo, y si lo hacía, iba a estar mucho peor.

Al verlo tan frágil, casi llorando y pidiéndole que se quede con él, dudó demasiado en lo que estaba haciendo, pero algo era más fuerte que ella, haciendo que no pueda dar el brazo a torcer ante su errónea idea de que Mateo en cualquier momento se aburriría y la abandonaría. O simplemente lo cansaría, no iba a poder cuidarla como él decía, primero debía cuidarse ella misma.

Luego de un rato en el suelo, apagó todas las luces de la casa y se fue a acostar, aunque sean las seis de la tarde.

Luego de un rato en el suelo, apagó todas las luces de la casa y se fue a acostar, aunque sean las seis de la tarde

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Ariana despertó en medio de la oscuridad, su cabeza dolía y sus ojos también, más bien, estos ardían un poco.

Agarró su celular y vio que eran las tres de la mañana, sin pensarlo dos veces, abrió el chat con Noelia y, sin importarle la hora tampoco, escribió: "Hoy no abrimos, te pago el día igual" para luego enviarlo.

Aunque hubiera sido lo único que la libraría de todo aquello por unas horas, se negaba a ir con la estabilidad emocional por el piso, peor que siempre.

Salió del chat con su empleada y vio que Mateo estaba en línea.

Se moría de ganas de mandarle mensaje pidiéndole perdón y que, aunque hayan pasado unas horas, ya lo extrañaba.

Negó con la cabeza, intentando despejar sus pensamientos, y apagó el celular, apoyándolo sobre su pecho.

—¿Quién me manda a ser tan pelotuda? —Se quejó para ella misma y se dio la vuelta para intentar dormir.

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𝐓𝐢𝐧𝐭𝐚 ─𝐓𝐫𝐮𝐞𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora