𝟑𝟐

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Ariana sintió un peso en su cuerpo, por lo que se despertó asustada al ser conciente de que estaba durmiendo sola.

—Tranquila, soy yo —Susurró Mateo en medio de la oscuridad, a lo que ella suspiró aliviada. —. ¿Puedo dormir con vos? —Cuestionó, ignorando completamente que ambos dormirían en un sillón siendo que en el piso de arriba tenían una cama de dos plazas mucho más cómoda.

—Mjm —Contestó ella y se hizo más a un costado, pegándose al respaldo del sillón para que él no esté tan al borde.

—Pensé una banda lo que me dijiste —Habló dejando caricias en la cintura de la chica, de la cual estaba aferrado. —, y tenés razón. Yo también tendría que darme cuenta de las cosas sin que me las estés diciendo.

—Mañana lo hablamos, gordo, no es hora —Dijo Pacheco.

—Es que no quiero dormirme sabiendo que estás enojada conmigo.

—Yo no estoy enojada —Contradijo. —. Dale, dormite. Cuando nos levantamos hablamos bien.

—¿Segura que no estás enojada? —Insistió.

—Segura, amor. Dormí y dejá de joder —Pidió y volvió a cerrar sus ojos, intentando dormir.

—Perdón, te amo —Dejó un beso en el hombro de la fémina y se acomodó para hacer lo mismo que ella.

—Yo más, Teo —Correspondió, al borde de quedarse dormida, pero si no contestaba se hubiera quedado con la culpa.

Mateo dejaba repetidos besos en diferentes partes del rostro de la chica, con la intención de que se despierte pero que no lo haga con mal humor

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Mateo dejaba repetidos besos en diferentes partes del rostro de la chica, con la intención de que se despierte pero que no lo haga con mal humor.

—Buen día —Habló sonriente el morocho al ver cómo su novia se iba despertando de a poco.

—Buenas —Saludó con voz ronca mientras se estiraba y miró confundida hacia sus costados, para luego mirar a quien tenía enfrente. —. Yo no dormí acá —Soltó una risa. —, ¿vos me trajiste a la pieza?

—Ajá —Asintió sin borrar su sonrisa. —. No te quería despertar con la luz y todo.

—Más lindo —Sonrió enternecida.

—Andá despabilándote que ahora vengo y te traigo algo —Mateo le guiñó el ojo para luego salir de la habitación y bajar las escaleras, mientras que la pelirroja se dirigió al baño.

Una vez terminó allí, volvió a donde estaba antes, encontrándose con su novio de espaldas acomodando algo que ella no llegaba a ver.

—Buen día de nuevo —Lo abrazó por detrás.

—Hola, hermosa —Volvió a saludarla dándose la vuelta para quedar cara a cara. —. ¿Cómo dormiste? —Preguntó mientras le acomodaba el pelo a la chica.

—Bien, para ser que dormimos los dos en el sillón, re cómoda —Sonrió.

—Yo te quería pedir perdón por la que me mandé ayer, y el otro día también —Se disculpó.

—Ya fue, no pasa nada —Ariana le restó importancia.

—No, gorda, no fue, porque tenés razón. Además, ayer demostraste que no te dio igual lo que pasó —Contradijo y ella agachó la cabeza con algo de vergüenza. —. Pero está bien que sea así, también que me lo hayas dicho —La tomó suavemente de la mandíbula para que lo mire. —, yo me tendría que haber dado cuenta de eso, pero también quiero que me tengas confianza para decirme si te pasa algo —La pelirroja asintió con la cabeza, como si no le salieran las palabras. —. ¿Estamos bien?

—Sí —Habló en un tono bajo y lo abrazó fuerte, a lo que Mateo se lo correspondió y dejó un beso en su cabeza. —. Te amo —Susurró con sus ojos cerrados.

—Yo más —Contestó el morocho en el mismo tono de voz que ella.

—¿Y eso qué onda? —Cuestionó la joven viendo un oso de peluche sobre la cama.

—Tonta, yo te lo tenía que mostrar —Se quejó el contrario, logrando que su novia suelte una risa. —. Para vos, chiquitita —Tomó el peluche junto a una caja de Ferrero Rocher, mientras le sonreía ampliamente.

—Ay, Mateo, me vas a hacer llorar. Sos un tierno —Volvió a abrazarlo con emoción.

—Me quedé mal con lo de ayer, entonces apenas me levanté te lo fui a comprar, en forma de disculpas. ¿Me las aceptás?

—Obvio que sí —Respondió y el chico le dio un beso.

—Sos el amor de mi vida, ¿sabías? —Habló contra sus labios, mientras que los ojos claros de la chica se cristalizaron al escucharlo.

—Y vos el mío, mi amor —Dijo y su novio pasó su dedo pulgar por el cachete de ella, limpiando la lágrima que había caído.

—Pero no llores, tonta. Te estoy diciendo algo lindo —La retó con una sonrisa en su rostro.

—Perdón —La pelirroja soltó una risa y limpió sus lágrimas. —. Es que, nunca te lo dije porque me da vergüenza decirte estas cosas, pero sos mi salvación, mi lugar seguro. Más allá de lo hermoso que sos, también sos lo que siempre idealicé, y me pone contenta que lo seas sin la necesidad de tener que crearmelo yo. Porque sos un pibe que hasta es difícil pensar que existe en serio, sos la idealización en persona, todo lo que alguna vez busqué —Confesó, logrando que la sonrisa del morocho se ensanche y sus ojos se cristalicen, tal como los de ella.

—Es increíble porque yo no buscaba a nadie, ni nunca lo hice —Entrelazó sus manos con las de él. —. Pero cuando te vi, me volviste loco al instante, porque físicamente sos hermosa, pero no hay nada más lindo que lo que sos vos, con tu sensibilidad, tu imaginación, tu forma de amar. No tenés comparación con nadie, sos la persona con la que quiero mi presente y mi futuro, con la que quiero tener esos hijos que tan pensados tenemos. Te prometo que, aunque seamos chicos todavía, voy a hacer hasta lo imposible por estar al lado tuyo toda tu vida.

—Yo también te lo prometo.

Y volvieron a besarse, de una manera dulce, sellando otra promesa por la que ambos matarían y morirían por cumplir.




Fin

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𝐓𝐢𝐧𝐭𝐚 ─𝐓𝐫𝐮𝐞𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora