𝟐𝟏

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El domingo había llegado, Ariana se encontraba en su departamento, acompañada de Milagros, con quien había pasado el día anterior y se quedó a dormir allí.

—Flaca, quedate quieta —Se quejó la pelinegra.

—Perdón —Dijo y se sentó bruscamente en el sillón, junto a su amiga.

—Vas a estar con Mateo, con el que te ves hace cuatro meses, y con tu familia, no sé por qué tanto nervio.

—¿Vos escuchaste las personas que acabas de nombrar en la misma oración? —Cuestionó la pelirroja, parecía desesperada por aquella situación que se aproximaba.

—¿Qué es lo que te preocupa? —Preguntó, finalmente, Almada.

—Todo —Habló rápido. —. Vos sabés cómo son, no quiero que arruinen nada —Dijo como explicación.

—Te tenés que calmar primero, no creo que pase nada, vos no tenés que darle bola a sus boludeces, ¿si? —Ariana asintió con la cabeza. —Ahora tranquilizate que está por llegar Mateo y vos pareces que tenés hormigas en el culo de lo inquieta que estás —Volvió a quejarse del constante movimiento de la menor, la cual rió al escucharla. —. Dale andá a terminar de prepararte.

—Si ya estoy —Contestó confundida.

—¿Te vas descalza? —Cuestionó con una ceja alzada, reprimiendo una carcajada.

Miró hacia sus pies y fue corriendo hacia su habitación en busca de sus zapatillas, las cuales se dio cuenta que no tenía idea dónde estaban.

Escuchó como la puerta principal se abría, para luego escuchar la voz de Mateo.

Salió del cuarto y miró con una sonrisa al morocho, quien se saludaba con Milagros.

—Buenas —Saludó sonriente y se acercó para abrazarlo.

—¿Ya estás? —Preguntó luego del abrazo.

—No encuentro mis zapas —Avisó.

—Que raro vos perdiendo cosas —Rodó los ojos divertida la pelinegra.

—Callate, forra —Habló la más baja, haciendo reír a la contraria ante su falsa actitud de ofendida.

—Me voy yo. Chau, chicos —Saludó a cada uno con un beso en el cachete y salió del departamento.

𝐓𝐢𝐧𝐭𝐚 ─𝐓𝐫𝐮𝐞𝐧𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora