Minho dejó salir un jadeo, uno que sonó tembloroso, levemente desesperado, provocando que Felix sonriera. Sus lindos dientes mordieron su labio inferior, provocando más, incitando, y Minho sintió que ardía por dentro, más ansioso aun.
—¿Por qué tan intranquilo? —el mayor mantuvo esa sonrisa de superioridad, terminando con los últimos botones de su camisa. Sus pantalones habían salido ya de la escena, y Minho podía sentir en sus manos la necesidad de acariciar esos pálidos muslos. Felix estaba parado justo delante de Minho, quien de nuevo estaba arrodillado, pero esta vez en la habitación, después de haber sido llevado hasta allá, guiado por el cinturón que hacía las veces de correa en su cuello.
Minho quería tocarlo, Dios, moría por hacerlo, pero precisamente en ese autocontrol radicaba la tortura. Y amaba esa sensación.
Alzó la vista, perdiéndose en la piel que surgía ante él, sin caer en la trampa. Sabía que no podía hablar, ni siquiera para responder esas capciosas preguntas que perfectamente sabía que eran retóricas. A Felix le gustaba jugar así, le gustaba ponerlo constantemente a prueba hasta hacerlo ceder y luego castigarlo por esa falta de voluntad, de control. Sin embargo, esos castigos podían llegar a ser tan deliciosos como las recompensas. Minho sabía que todo lo que Felix le daba era exquisito, no importaba si eran rudas caricias o suaves mimos.
—Tan buen chico. Arrodillado para tu hyung. —Felix deslizó la camisa de sus hombros, dejándola caer al suelo— Tan obediente. Pensé que ahora eras un chico grande y malo. Después de colarte en mi apartamento y forzarme, ahora te arrodillas ante mí —rió suave—. ¿No te sientes patético?
Minho le sostuvo la mirada, como si con sus ojos pudiera hablar. Pedirle perdón una vez más, hasta que Felix lo perdonara. Sin embargo, no dijo nada, solo mantuvo sus manos apoyadas dócilmente sobre sus muslos.
—Veo que aún te gusta. —Felix acarició sus cabellos, lentamente hundiendo sus dedos en las hebras hasta que finalmente cerró su puño, apresando los negros cabellos en un agarre firme que hizo a Minho sisear y luego soltar un suspiro tembloroso, todo su cuerpo tensándose ante la ruda caricia.
¿Le gustaba?
Pues sí, le encantaba. Aun si Felix seguía sintiendo esa culpa sorda que aun podía verse en su mirada. Aun si para el mayor solo estaba "abusando", para él era algo tan reconfortante, algo tan íntimo.
¿Qué otra persona lo conocía así de bien? ¿Lo complementaba? Era cierto que ambos se habían hecho daño, pero también se habían hecho tanto bien.
Aun si Felix parecía no darse cuenta de eso.
—Sigues mirando mis piernas. —Felix lo obligó a verle, usando sus cabellos como riendas para guiarlo a su gusto— ¿Las quieres tocar? ¿Quieres volver a dejar tus marcas en ellas? —Movió su pie hasta ubicarlo entre los muslos del menor, suavemente subiendo su rodilla hasta rozar su mentón, sintiendo cómo Minho tragaba en seco contra su articulación— Hazlo. Tócame.
A pesar de la clara orden, Minho aun buscó su aprobación con la mirada antes de mover cuidadosamente sus manos para rodear la firme pantorrilla del mayor, subiendo, aun con cierta precaución, hasta sus muslos. Felix mantenía su rodilla contra su mentón, provocando cierta tensión, cierta peligrosidad. Un leve movimiento bastaría para dejarlo sin conocimiento, Minho lo sabía, y disfrutó ese riesgo.
No fue hasta que sintió que Felix bajaba su pierna que se permitió inclinarse y besar su muslo, aun acariciándolo.
—Tan bueno —lo felicitó—. Tan obediente aun cuando eres un chico grande y fuerte. ¿Te gusta obedecer a tu hyung?
Minho asintió, apoyándole la mejilla contra el muslo.
—A hyung también le gusta ver como obedeces —contestó, estirando su brazo para tomar el cinturón que envolvía el cuello del pelinegro—. Veamos si podrás mantenerte así.
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Opium - Changjin/Hyunbin
FanfictionHyunjin es adicto al sexo. Aún si no lo admite, su adicción está al punto que no puede llevar a cabo su rutina diaria si no ha tenido una buena sesión antes. Él adora hacerlo, en cualquier oportunidad, cualquier modo, cualquier persona. Por lo tanto...