Final

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El olor a café recién hecho se apoderó nuevamente del pequeño local. Con mirada atenta y ya algo extenuada, Minho observaba como la pequeña taza blanca se iba llenando de líquido ambarino y espumoso. Le gustaba la calidez de la bebida y ese olor tan familiar del que nunca se cansaba. Su rutina diaria se resumía ahora a poco más que eso. Pasar sus días haciendo café era algo que, si le preguntaran unos años antes, nunca pensó que podría hacer. Sin embargo, se sentía cómodo y feliz así, dueño de su propia cafetería y dedicándose a trabajar en eso día tras día, a ver como su esfuerzo iba rindiendo frutos. Una vida diametralmente distinta a la que había llevado antes pero definitivamente más satisfactoria para él.

Era algo que solo podría describir como felicidad.

El tintineo de la campanilla en la puerta le hizo girar su cuello, retirando su mirada atenta de la cafetera para enfocarse en el cliente recién llegado. Con una rápida ojeada alrededor se percató de que el chico que lo ayudaba como mesero estaba ocupado con unos clientes, así que, colocándose en el hombro el paño que usaba para secar las tazas, se acercó al mostrador, dándole la bienvenida al recién llegado.

Aquel hombre de aspecto juvenil, quien parecía ensimismado en mirar alrededor, le devolvió el saludo con una inclinación y se adentró en el local, con una cautela que casi rozaba el recelo, aun mirando alrededor con más atención de la necesaria incluso si se trataba de su primera vez allí.

—¿En qué puedo ayudarle? —Minho buscó de nuevo su atención, dándole su mejor y más amable sonrisa.

—No, yo... —Dudó, como si quisiera darse la vuelta e irse, sin embargo, se quedó allí, de pie frente al mostrador— Pensé que este café estaba cerrado.

—Oh —La expresión de Minho se había tornado confusa, pero ese último comentario le hizo poner nuevamente su sonrisa, apoyando sus manos en sus propias caderas, orgulloso—, sí. Lo estaba. Pero hace unos meses fue renovado y ahora estamos ofertando servicios. Tenemos varios tipos de café y dulc...

—El dueño... —Interrumpió el cliente y Minho finalmente decidió rendirse con su trato afable. Aquel tipo no había ido allí a tomar café.

—El dueño soy yo —contestó, sonando mucho menos afable—. ¿Se le ofrece algo?

—¿Es usted? —La turbación fue fácil de leer en su rostro— Perdón, pensé que... pensé que el dueño era otra persona. Supongo que lo vendió.

—¿Quería ver a Changbin hyung?

—¿Lo conoces? —Su mirada cobro interés y se acercó un poco más, inconscientemente, apoyando sus manos sobre el mostrador. Minho lo miró con más atención, su cabello castaño y abundante caía sobre su frente, ondulado y brillante. Si no fuera por el traje, la corbata y la credencial en su cuello, fácilmente podría ser confundido por un estudiante. Sin embargo, era más que obvio que se trataba de un trabajador de oficina. Probablemente algún conocido de Changbin.

—Sí. Le compré este local hace medio año.

El hombre de cabellos castaños pareció extrañarse un poco ante eso.

—¿Medio año? Eso es bastante reciente.

—Supongo —Minho se encogió de hombros—. Si desea ver a Changbin le recomiendo que lo llame y se ponga de acuerdo con él. Viene seguido, pero no puedo asegurarle que venga hoy.

—Oh, no. Yo... no tengo cómo contactarlo —Sus dedos se removieron sobre el mostrador, apretándose unos a otros en una mezcla de nerviosismo e incomodidad que fue perfectamente perceptible para Minho—, no tengo su número. Hace muchos años que perdimos contacto. De hecho, no vine realmente a buscarlo a él ni nada de eso.

Opium - Changjin/HyunbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora