28: Llamada a Mamá

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Fuyumi Todoroki a estado muy mal durante los siguientes meses, al enterarse de la muerte de su padre, Enji Todoroki, alias Endeavor. Ella se derrumbó sin que nadie pudiera ser su pilar emocional, su madre estaba separada de ella y vivía con su 'rival' y hermana, sus hermanos se habían distanciado aún más tras aquel suceso.

Se sentía sola y desamparada o eso creyó,  pues, Keigo Takami, el héroe Hawks fue el que la ayudó a sobreponerse ante la pérdida de su padre. Siempre estando a su lado sin ningún tipo de altercado u obligación por su parte, se sentía protegida a su lado y también querida, con el pasar de los días, las semanas e incluso los meses Fuyumi sentía un gran aprecio por el hombre que estaba a su lado cuidándola.

Ese sentimiento de aprecio y cariño poco a poco se fue transformando hasta convertirse en el pequeño sentimiento que hoy en día sentía, el cual era amor.

Ella buscó la forma en la que podría revelar su sentir a la persona que la cuido todo este tiempo, sus mejillas se sonrojaban de solo pensar en la posibilidad de poder salir con el héroe alado. Con una felicidad desbordante y energías positivas estaba lista para su pequeña travesía.

El joven se encontraba sentado en la sala de la casa viendo televisión, ella yacía escondida detrás de un muro con la mano en el pecho. Su corazón no dejaba de latir de manera rápida, su sonrisa era tan grande que hacían que sus mejillas se ahuecaran. Ella, decidida a hacerlo se acercó a paso lento salio detras de su escondite y se sentó en el sillón al costado derecho del castaño, tomando el control bajó el volumen del televisor captando su atención.

— ¿qué pasa, Fuyumi? La película se estaba poniendo interesante. — Se quejó, sacándole una sonrisa acompañado de una risita a la ilusionada chica.

— Keigo-kun... — Era un apelativo que ella utilizaba ella para referirse a él de manera cariñosa. — hay algo que quiero decirte.

El joven adulto se quedó mirando a la chica, mejillas rojas, comportamiento nervioso y cero contacto visual. Él ya sospechaba lo que su protegida iba a decirle.

— Fuyumi, yo... — Trató de ahorrarle la desilusión.

— escúchame primero, Keigo-kun. Tú me... me gustas, Keigo Takami. — Se le declaró con los ojos cerrados y mejillas sonrojadas.

Estaba feliz de poder declarar y tener en viva voz sus sentimientos. Ahora, con la ilusión desbordando en sus ojos esperaba la respuesta de su enamorado. Este último, con la gran noticia revelada y la sonrisa de ilusión de la chica que  tiene su corazón no sabia como rechazar a una enamorada.

— fuyumi, me halagas, enserió... pero... — Al oír el  "pero" su sonrisa se fue desvaneciendo. Ella no era tonta, entendía a la perfección lo que esa preposición significa. — yo... no siento lo mismo. De verdad, lo lamento mucho pero yo no estoy enamorado de ti.

La joven adulta quedó fría ante tal declaración dicha por el hombre del cual le dio su corazón en bandeja de plata. Ella se emocionó, se ilusiono... se enamoró de él, y su respuesta fue un rechazo. No tiene la culpa pero de todas formas no pudo evitar fruncir las cejas, apretar los labios y que las lágrimas resbalaran por sus ojos húmedos.

No, no podía y no debía culparlo pero... pero... ¡Pero!

— vete... — Susurró. — ¡vete! — Exclamó más alto. El héroe trató de acercarse a ella, se había levantado para poder consolarla, sin embargo los ojos de la chica bañados en lagrimas hizo detenerse.

— fuyumi, esto no debe terminar...

— ¡QUE TE VAYAS! ¡LÁRGATE! — Tanta era su furia que el hielo de su kosei hizo estragos el ambiente, siendo Keigo el único afectado debido a la naturaleza biológica de su kosei.

Sin ataduras y con la cabeza baja el héroe, su héroe caminó hacia la puerta, antes de salir volteo a ver a la dolida y triste chica.

— de verdad lo lamento... — Susurró con gran pesar, él quería a la chica... pero no de la misma manera, todo era un plan una trampa maldita de su ya fallecido padre.

— Cállate y lárgate, no quiero oírte. ¡que te vayas! — La puerta fue cerrada antes que un picó de hielo aterrice en la madera de la casi congelada entrada de la casa. — l-largate.

La joven desactivo su kosei y sin más comenzó a llorar y a desahogarse ante tal desilusión. Ella si se había enamorado a gran medida del que hace segundos destruyó su corazón, lo peor de todo es que estaba sola, no tenía a nadie para que sea su soporte. Natsuo no se encontraba con ella después de lo ocurrido con su padre hace ya varios meses atrás, Oyuki, su pequeña hermana menor se hallaba viviendo con una familia que la verdad no sabe como verlos y por último su madre, su madre al igual que Oyuki vivía feliz con esa familia.

De manera literal no tenía a nadie, pues todos hicieron sus vidas y ella fue la única que se quedó estancada en el pasado sin poder avanzar y de manera inconsciente siendo el títere de un hombre perverso y manipulador que utilizaba su amor como principal motivador para sus artimañas. Caminó hacia su habitación de manera automática llegando a la mesita de noche donde yacía su celular, lo tomó y buscó entre sus contactos un número en específico y sin ninguna queja lo marcó.

...

Ella se encontraba sola en casa, todos fueron a pasear y ella como amante del silencio decidió quedarse sola sin que nadie le moleste. Estaba feliz, sonreía e incluso bailaba moviendo las caderas como lo hacía en su juventud. Si alguien la viera su rostro sería demasiado rojo por la vergüenza.

Su felicidad era por varios motivos, su hija yacía en una de las etapas más bonitas que podías cruzar en su juventud. Enamorarse, y que mejor que con el chico el cual también siente algo por su niña. Otra de las razones es que Eri, la niña que a estado a su cuidado ahora es su hija, adoptiva. La menor con mentalidad de adolescente arremetió con una audaz y a la vez chocante revelación.

— quiero ser tu hija, Rei-san, quiero que me adoptes.

Si, ahora tiene una quinta hija a la cual debe cuidar, aunque a veces se pregunta quién cuida de quien. Y por último, Inko, su amiga de la infancia dio la noticia de que posiblemente este embarazada de su segundo hijo.

Esas eran las razones de porque Rei Shimura estaba feliz este día, pues todo eran buenas noticias en su vida. Ya no debe tener un rostro lleno de tristeza y ojos bañados en lagrimas. De pronto su línea de pensamiento se corto al oír el tono de llamada de su teléfono, tomándolo contestó la llamada.

— ¿sí, quién es? — Contestó aún con la sonrisa en los labios.

— ¿mamá? — Su sonrisa se borro y se transformó en una de angustia y preocupación al oír  a su hija mayor. — ¿puedo ir a verte? Necesito un abrazo.

La voz atrás del teléfono sonó quebrada y rota.

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