XXXIII - Noche sin juegos

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Capítulo treinta y tres

Noche sin juegos

Cintia y Juan vienen a saludar a Máximo por su cumpleaños y yo me escabullo para no tener que estar cerca de ellos. Termino en el dormitorio de Benjamín, aprovecho el momento para quitarme las sandalias y revisar las ampollas que se me hicieron en los pies. Saco unas curitas de mi cartera y empiezo a ponerlas donde tengo lastimado. Mientras hago eso la puerta se abre y sin mirar digo que no se puede pasar. Si Benjamín supiera que alguien entró a su dormitorio, prendería fuego la casa. Odia que toquen sus cosas y más si él no está presente.

—Lau —escucho una voz indeseable.

—Fede, es mejor que salgas —le digo y guardo la basura que me quedó, en la cartera.

—Espera, quiero hablar contigo —me dice y después de ponerme de pie me detengo por un momento.

—¿Qué quieres? —espeto, y él sonriendo con vergüenza me pregunta por qué no me agrada—. ¿Disculpa?

—Eso, quiero saber por qué no te gusto. ¿Qué tengo de malo para caerte tan mal? —pregunta de una manera que parece mostrar su vulnerabilidad.

Sin embargo, no sé cómo ni porque, pero he aprendido a identificar a las personas la mayor parte del tiempo. Puedo distinguir si son oscuras y estoy segura de que Federico lo es. Por lo que su cara no me convence y me acerco más a la puerta.

—No sé de qué me hablas. Eres amigo de Máximo y casi no te conozco. No puedo juzgarte —miento.

—¿Eso quiere decir que si nos conocemos mejor podremos ser amigos? —me pregunta sosteniéndome la mano.

—Yo no dije eso —indico y la puerta se abre.

Ambos volteamos la cabeza y notamos a Juan. Por mi parte, me libero del agarre de Federico y salgo de la habitación de Benjamín. Ellos se quedan conversando, pero no me molesto en escuchar lo que dicen. Abandono la casa y en la puerta llamo a mi padre para que me venga a buscar. Minutos después, Máximo sale y me pregunta si estoy bien.

—Estoy algo cansada —miento, no quiero arruinar su fiesta, pero tampoco quiero seguir encontrándome con Juan.

—¿Quieres que te pida un taxi? —me pregunta y le digo que no. Mi padre ya está viniendo a buscarme—. Bien, me quedaré contigo hasta que lo haga.

Me coloca su campera y sonríe.

—Puedes ir adentro, no quiero joderte la fiesta —le indico y él me abraza.

—Mi amiga está primero que cualquier fiesta —dice y llega mi padre. Nos despedimos y entro al coche.

En el camino a casa mi padre me pregunta si me pasó algo, ya que esperaba que al menos me quedara unas horas más en la fiesta. En ese momento volteo para verlo y noto que tiene marcas de labial. Genial, le arruiné la noche de parranda a mi padre también.

—Máximo tiene muchos amigos —digo mirando por la ventanilla—. Me recordó a mi hermana.

—Sí, ella era muy sociable —indica papá y sonríe.

Al legar a casa me voy a mi cuarto, pero antes le aseguro que estaré bien, por si desea volver a salir. Él niega con la cabeza y se va a su cuarto.

Pasan unos días y al fin coordinamos Jeremías, Cristóbal y yo y nos encontramos para jugar. Ellos parecen bastante animados, por lo que me pongo algo nerviosa. Aunque me vestí como si fuera a ir a una cita, y eso fue lo que le dije a Máximo que haría. Ya que él sería mi cuartada con mi papá.

—Te ves muy linda —me dice cuando pasa a recogerme por mi casa.

—Maxi, qué bueno es verte. Me alegro mucho que cuidaras de mi preciosa hija —le dice papá antes de que saliéramos de casa, me mira y sonríe—. ¿A caso salen a una cita?

—Solo vamos a tomar un helado, no digas esas cosas. Maxi tiene otro gusto en chicas —le aseguro a mi padre, el cual no deja de hacerme pasar vergüenza.

—Gracias por confiarme a Lau. Es un placer para mí pasar tiempo con ella —asegura mi amigo evadiendo la pregunta de mí padre.

—No te hagas la niñera experta —bromeo y mi padre recibe un llamado por lo que nos deja.

Nos vamos después de que agarro mi abrigo y mientras caminamos un poco Máximo me empieza a preguntar cómo es el chico con el que me voy a encontrar.

—¿Dónde lo conociste? —me exige saber.

—Ya te lo dije la vez pasada, es amigo de un amigo —miento a medias.

—Soy tu único y mejor amigo. ¿Es amigo mío? —pregunta después de tratar de hacer una broma.

—Maxi, ¿podemos dejarlo así? Te prometí contestarte el móvil cada vez que me lo pidas y tener el GPS activo —digo y él sonríe.

—Bien, pero si algo pasa, lo que sea que no te guste, me llamas y voy y le rompo la cara. ¿Entendiste? —me pregunta y sonrío.

—Ni siquiera sabes cómo luce. Y si es de esos tipos grandes y musculosos, ¿qué harás? —le pregunto y me mira preocupado.

—¿De esos te gustan?

—Solo es un decir. Cálmate, me pones nerviosa —le aseguro.

—Graciosa... —dice Máximo y sonríe—. A decir verdad, estoy un poco celoso. Lo harás con otro y dejaré de ser el único con el que has estado.

Si Máximo supiera que eso ya pasó y que fue su mejor amigo el que lo provocó... Suspiro también.

—Al menos eres el primero —bromeo siguiéndole el juego.

Al final llegamos al complejo de departamentos donde debe dejarme y me abraza.

—¿Segura que no puedo conocerlo? Me quedaría más tranquilo si lo hiciera —me dice después de soltarme.

—Me hiciste prometerte enviarte un mensaje cada diez minutos. ¿Podrías confiar en mí? Es un buen chico —le aseguro.

—No desconfío de ti ni de tus gustos. Es solo que hay mucha mierd* en este mundo —me aclara y mira el enorme edificio—. Creo que por aquí el padre de Jere y Cris tiene un departamento. Tal vez los llame para que me hagan compañía mientras tú haces cositas. Así seremos más si el tipo se pasa de vivo contigo.

—Deja de preocuparte y ve a conquistar alguna chica en el centro comercial, le pido y me despido de él. 

Autora: Osaku

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