Capítulo ochenta y tres
—¡Último año de clases! —grita Cristóbal cuando Juan y yo entramos al colegio.
—Este será el mejor año —responde mi novio demasiado entusiasmado para lo que suele ser él.
—Hay que aprovechar, ya que todos cumpliremos los dieciocho —responde Jere y me abraza.
—¿Dónde está Maxi? —pregunto y todos se miran.
—Creo que venía con Benja en el bus —indica Cristóbal mientras dejamos las mochilas en el salón.
—¿Tienes pensado hacer una fiesta? —me pregunta Jere bastante entusiasmado.
—Sí, solo que Ángela y Ámbar estarán ocupadas. ¿Les molesta compartirme solo a mí? —le pregunto y los gemelos miran a Juan.
—Está bien si es lo que ella quiere —dice mi novio. Amo que haya aceptado normalizar esta clase de juegos. Sobre todo, porque sé que después me pedirá algo extremo como para compensarlo.
Cintia se nos acerca y nos pregunta por Máximo. Todos la miramos serios, no queremos que se vuelva a enredar a él. Ella reconoció haber cometido un error, aun así, mi amigo no la perdonó y ninguno de nosotros la quiere cerca.
—Estamos conversando —le dice Juan y Cintia se vuelve a ir. Amo que Juan sea así.
La campana suena y todos vamos a formar. En la fila veo a Máximo hablando con otra de nuestras compañeras. Cintia trata de acercarse, pero lo abordamos primero. Hay dos chicas de otro curso que llaman mi atención, pero Cristóbal comienza a hablarme y me distraigo.
Pasa volando la semana y cuando llega el viernes mi padre me avisa que se irá con Edith a pasar el fin de semana con su familia. Le recuerdo que invité a los chicos a casa y me pide que nos cuidemos y no salgamos. Papá ha aceptado que mis amigos se queden a dormir e incluso no tiene problema con que bebamos alcohol de manera moderada. Los cinco somos los mejores estudiantes de nuestro colegio, por lo que nadie pensaría que es lo que hacemos en nuestras fiestas.
Invito a Cris a la tarde para que me ayude a preparar las cosas para la noche. Después de que dejamos todo listo nos metemos en la pileta. Estamos hablando de lo que nos gusta cuando mete un dedo debajo de mi bañador. Rosita está acomodando algunas toallas antes de irse y aunque no nos ve me da mucha vergüenza.
—Cris —le reclamo y él me dice que mis mensajes de la vez pasada lo habían dejado muy caliente y que no puede evitarlo. Juan me había pedido que jugara con alguno de los chicos por mensaje, mientras estábamos juntos, y aunque me pareció extraño, acepté hacerlo.
Me abrazo a Cristóbal y abro las piernas en el agua. Él acaricia mi sex* haciendo círculos. Después de unos minutos me doy cuenta de que no podemos seguir ahí.
—Vamos a mi cuarto —le pido, pero él no quiere.
Desea seguir y sin que nos vean mete una de sus manos debajo de mi bañador, en el agua. Acaricia mi sen* y automáticamente mis pez*nes se endurecen.
—Me gustas mucho, preciosa —dice y me alejo de él.
—Rosita, tengo frío. Nos vamos adentro —digo acercándome a ella con la toalla puesta.
Me recuerda que se irá pronto y le doy las gracias por todo lo que hizo.
Entramos a mi habitación con Cristóbal y cierro la puerta para que nadie pueda vernos.
—Vas a tener que ponerte algo en la boca, porque te voy a hacer gritar, hermosa —me asegura.
Sonrío y me quito el bikini. Me hace recostar sobre la cama y me abre las piernas.
—¿Querías que te probara? Ahora lo voy a hacer —asegura Cris y me empieza a acariciar con sus dedos, sobre mi parte más sensible.
Mete uno y tengo que agarrar una almohada.
Mete otro y no puedo evitar gem*r.
—Prepárate porque recién empiezo —me advierte y me pasa la lengua por toda la vagin*. Tengo un orgasm* y él se empieza a reír satisfecho.
—¿Tienes forro? —me pregunta y le señalo el cajón de mi mesa de luz. Se pone uno y me pen*tra lentamente. Tratando de llegar hasta lo más profundo de mi ser. Vuelvo a llegar después de un par de embestidas, pero él sigue un poco más antes de salir. Se quita el preserv*tivo y se masturba sobre mi pech*. Luego se desploma sobre mí, satisfecho.
No puedo terminar de regular mi respiración, por lo que voy al baño a limpiarme. Cristóbal me sigue y me ayuda. Me pide disculpas, me asegura que no sabía que iba a salir tanto.
—No hay problema —le indico y me da las gracias.
—Le conté a Juan, que deseaba estar a solas contigo, no puedo hacerlo sin decirle después de lo que pasó entre Máximo y Cintia —me dice y sonrío.
—Juan sabe que tú y yo íbamos a hacer algo —le aseguro y se relaja.
—Menos mal, no quiero que ustedes tengan problemas. Son la pareja perfecta —dice mi amigo y me siento agradecida de tenerlo en mi vida.
Juan quiere tratar de aprender a manejar sus celos y que yo esté con otros sin que él me esté observando es difícil para él. Me siento muy orgullosa de él por ser capaz de hacer esa clase de concesiones.
Poco después, Maxi llega y me ve vestida con una bata. Le explico que es parte de la fiesta y le pido que se ponga el pijama que le he preparado. Jeremías vino con él y al ver a su hermano encuerado y en pijama sonríe con malicia. Al parecer, se da cuenta de que algo pasó entre los dos. No se le puede ocultar nada.
—Después quiero lo mismo —me susurra al oído y le recuerdo que Juan debe saberlo—. Ya le pedí permiso. Solo debes aceptar tú.
Para sorpresa de todos, Ángela y Ámbar llegan con sus pijamas puestos. Muy sexis se ven las dos. Les comento a los chicos que al final ellas hicieron una excepción por nosotros y cambiaron sus planes para estar en la fiesta, lo que entusiasma a mis amigos.
Autora: Osaku
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Juegos peligrosos - El comienzo
Roman d'amourTodos fuimos inexpertos, alguien nos enseñó lo que sabemos. Y en este caso, una joven será la que colocará en el tablero las fichas para empezar el juego. Laura, una joven que tras la muerte de su hermana y un problema de salud que podría ofrecerle...