Capítulo setenta y nueve
Por suerte, las cosas se solucionan más rápido de lo que esperábamos. En menos de medio año, Juan está compartiendo departamento con su hermana mayor. Sus padres se sorprendieron al saber que el hombre que invirtió en su empresa era mi padre y aunque no se negaron a que saliera con Juan, sigo sin caerles bien. Por lo que no pasamos tiempo con ellos. Juan prefiere visitar a sus hermanas una vez al mes y lo hace solo, aunque les envío obsequios.
Mi padre es otro caso, aunque Juan no le agrada, me ve feliz a su lado y es lo único que lo mantiene conforme. Eso y que Edith lo tiene controlado. Muchas veces me pregunto qué habría pasado si Edith fuera otra mujer y no me tuviera cariño. ¿Mi padre habría estado con ella? ¿Me seguiría queriendo del mismo modo?
Hay personas que cuando se separan dejan de prestarle atención a sus hijos, ahí está mi madre. Se fue a vivir a otro país y ni una vez regresó en estos años. No espero que lo haga, no quiero verla. Sin embargo, todos los años me envía invitación para que yo viaje a España. Algo que no pienso hacer, no soporto pensar en pasar mis vacaciones con ella y su pareja.
—Lau, ¿vienes? —me pregunta Máximo.
Hace unos días empezó a salir con Cintia. Quiere que ella participe de una sesión, aunque no estoy de acuerdo, no puedo decir nada. Debo reconocerle que se ha portado bien desde lo que ocurrió con los padres de Juan. Y aunque no confío en ella, me parece que a Máximo le gusta más de lo que admite. Por otra parte, no sé en qué momento ocurrió, pero Federico también empezó a jugar con los chicos. Hasta ahora yo no había estado en esos encuentros porque él no me agrada demasiado. Pero estamos en la casa de Máximo, por lo que si quiero jugar hoy debo aceptar a los participantes. Juan me dijo que esta sería una buena oportunidad para tachar de mi lista, «estar con un hombre que me desagrade», eso me hace sonreír. Mi novio, siempre preparando cosas de mi lista interminable de deseos.
—Estoy esperando a Juan —le respondo a mi amigo, quien vuelve a entrar a su casa.
—Así que participaras... —susurra en mi oído Federico—. No sabía que a la cerebrito del salón le gustaba abrir las piernas en público.
—¿Qué quieres Fede? ¿No te basta con las chicas que están dentro? —le pregunto sin mirarlo.
—¿Tu novio también viene? Eso va a ser interesante —dice y trata de tocarme, pero lo detengo.
—No estamos jugando aún, así que prefiero que no te me acerques —le indico mientras noto como su cara se transforma.
—¿Pasa algo? —pregunta Juan que está detrás de mí.
Mi expresión cambia y sonrío al verlo.
—Te estaba esperando —le digo y me abraza, aprovecho a besarlo.
—Los espero dentro —oigo decir a Federico, pero no le prestamos atención. Ya que Juan se pone intenso.
—¿Estás lista? —me pregunta y vuelvo a besarlo.
—Solo si tú eres el que me guía —le indico y toma mi mano.
Todos están charlando y bailando cuando entramos. Somos la misma cantidad de chicos que chicas. Al parecer, Federico trajo a una de sus amiguitas, aunque ella se ve más entusiasmada de pasar su tiempo con Máximo, lo que es gracioso.
—Lau, al fin entras, creí que te quedarías en la puerta para hacer de guardia —comenta Cristóbal y me besa en la mejilla. Sonrío mientras que mi novio le da la mano.
—Sin él sabes que no puedo —le respondo cuando Jere se acerca para saludar.
—Juan, que bueno que pudiste venir —dice Cintia que se tiene que secar la baba si sigue viendo de ese modo a mi novio.
—¿Empezamos? —pregunta Federico y todos nos sentamos en el living de la casa de Máximo. Algunos en el sofá y otros en el suelo.
El primer juego es; «yo nunca, nunca» y como siempre todos bebemos alguna vez. Después de eso llegó siete minutos en el paraíso y por suerte no me tocó con Federico. Aunque a Juan le tocó con la amiga de este y la chica salió de ahí temblando. Sonreí al ver a mi novio limpiarse la boca con una servilleta antes de pasar por el baño.
—Parece que Juan viene con toda —me dice Cris al oído.
—Siento envidia de ti, Lau. Tú lo tienes todos los días —me dice Ángela y sonrío.
No puedo negarlo, mi novio es encantadoramente provocador cuando está con una mujer.
—Ahora toca, el rey manda —dice Cintia como si ella hubiera inventado los juegos.
—Reparto yo —dice Jere y Ámbar le da un beso en los labios.
—Yo también quiero esa clase de suerte —asegura Cris y Ángela lo besa.
—¿Me puedo unir? —pregunta Fede, pero Ángela abraza a Cris.
—Solo jugando —responde y no puedo evitar sonreír.
—Soy el rey —dice Máximo y lo miramos—. Quiero que el cuatro y el seis se besen con lengua.
Todos se quedan viendo. El seis es Juan y el cuatro es Cintia, por lo que ella se emociona. No digo nada cuando ella hace alusión de que se lo debo prestar.
—Juan es libre de estar con quien quiera —le aseguro y todos la bullan. Mi novio le da un beso soñado y después se limpia la boca y me besa a mí.
—Te amo —me dice delante de todos.
—Me haces muy feliz —le digo, y Cris tose para que dejemos de estar tan acaramelados. Rara vez Juan hace algo así, pero sabe que Cintia me desagrada. Por lo que se lo agradezco.
El juego sigue y para nuestra suerte no nos toca más hasta que ya estamos terminando.
—Ahora viene la mejor parte —dice Cintia y muestra unas tarjetas. Recuerdo haber sido yo las que las hizo tiempo atrás, y sonrío cuando Juan me besa.
—¿Estás bien? —me pregunta Juan y lo abrazo.
—Siempre que tú lo estés —le susurro y me asegura que no habrá problema.
Autora: Osaku
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Juegos peligrosos - El comienzo
RomantizmTodos fuimos inexpertos, alguien nos enseñó lo que sabemos. Y en este caso, una joven será la que colocará en el tablero las fichas para empezar el juego. Laura, una joven que tras la muerte de su hermana y un problema de salud que podría ofrecerle...