Capítulo sesenta y seis
Juan me trató de amenazar esa noche mostrándome lo que él creía era la peor parte de sí mismo. Una que me volvía más loca aún y me hacía desearlo aún más. Él no se daba cuenta de lo especial que era. Sin embargo, aceptó mis condiciones pese a que se había mostrado escéptico con eso de seguir jugando, pero lo hizo de todos modos. Al menos una vez a la semana lo hacíamos con los gemelos y Máximo.
Lo que cambió después de ese día fue que los chicos empezaron a dejar de preguntarme solo a mí si quería que me hicieran cosas. Ya que Juan se mostraba dominante en esos momentos. Por el contrario, cuando estábamos en el colegio o en público siempre permanecía en silencio, serio y retraído.
Ese verano papá y Edith se ofrecieron a llevarnos a todos de vacaciones con ellos. Juan, Jeremías, Cristóbal, Máximo y yo estábamos entusiasmados por poder ir a las playas de Brasil. No era mi primer viaje, pero sí el primero de muchos con mis amigos. Un día, en uno de los hoteles de mi padre, Edith se quitó la parte de arriba del bañador para tomar sol y que no le quedara marca. No había personas cerca, por lo que hice lo mismo. Cuando los chicos vinieron a nuestro lado no dijeron nada, ni Juan lo hizo. Al parecer, ahí estaba permitido y ellos el día anterior habían visto a muchas chicas de ese modo, por lo que en ese contexto no les parecía especial.
Debo reconocer, que me gustaba pasar tiempo con Edith, no se parecía a mi madre en nada. Era muy amable y a la vez de mente abierta. En parte, yo sospechaba que sabía lo que yo hacía con mis amigos. Pero como ella también hacía esas cosas con mi padre, se limitaba a darme consejos para no embarazarme y no contraer enfermedades venéreas.
Por su parte, mis amigos y mi novio pasaron mucho tiempo cerca de mi padre. El cual tomó bastante bien que Juan y yo saliéramos. Aunque la primera noche que este último vino a casa a cenar con nosotros, papá le hizo pasar un mal rato. Sin embargo, Juan no era la clase de persona que se intimidaba con facilidad y eso le gustó a mi papá.
—¿Qué haces? —me pregunta Juan abrazándome por la espalda. Debo reconocer que, pese a que es muy serio, se pasa de cariñoso y eso me emociona.
—Estaba haciendo el ensayo que nos dieron de tarea de vacaciones —digo y dejo sobre la cama el cuaderno y el lápiz.
—Tu padre y Edith se fueron esta mañana temprano —me susurra al oído mientras siento cómo mi cuerpo reacciona a su contacto.
—¿Y los demás? —pregunto al ver que son casi las nueve.
—Bajaron a la playa —me indica mientras recorre mi cuerpo con su mano.
—Eres valiente al intentar algo conmigo en las vacaciones —le reclamo mientras siento cómo su boca muerde uno de mis pez*nes.
Él, definitivamente, quiere marcarme. Aun así, no se lo permito, si lo hace no podré seguir usando bañador de dos piezas durante las vacaciones.
—Sabes que me marcaré. No lo hagas por favor —le pido apartándolo.
—Quiero —me reclama.
—Si es porque ayer hice toples, tranquilo, nadie me prestó atención —le aseguro para tratar de calmarlo. En estos meses que estamos juntos he conseguido persuadirlo muy poco. Saliéndose con la suya la mayor parte de las veces.
Por su parte, me asegura que a él no le molesta que otros me miren. Al contrario, fue él quien sintió deseo de poseerme en la tumbona frente a la piscina. Por lo que quiere marcarme para asegurarse de que no me quitaré el bañador por el resto del viaje para que no siga provocándolo.
—Juan, por favor. No lo hagas —pido cuando siento su boca morderme de nuevo.
La puerta de mi dormitorio se abre y ambos nos asustamos, él olvidó cerrarla. Por suerte, solo es Máximo, quien pregunta si puede unirse a la diversión. Termino agotada después de estar con ambos. Aunque la aparición de mi amigo hace que Juan desista con eso de querer marcarme. Mientras Juan es el primero en ir a la ducha, intento recuperar el aliento.
—¿Eres feliz? —me pregunta Máximo, quién está a mi lado en la cama.
—Sí, ¿y tú? —le pregunto sin saber por qué estamos hablando de eso.
—Sí, al principio me molestaba que fuera Juan. Pero entiendo por qué lo elegiste —me indica mientras se pone de pie—. Iré a ducharme a mi habitación. Tu padre me prometió llevarme a una de sus reuniones cuando regrese de su paseo con Edith.
—Al final estudiarás arquitectura —digo y sonríe.
—Sí, quiero tener mi propia empresa, como tu padre —indica, y tras darme un beso en la frente, se va.
—¿De qué hablaban? —pregunta Juan quién regresa del baño.
—Del futuro —comento mientras me trato de poner de pie y no puedo. La intensidad con la que los dos me abordaron me ha dejado sin fuerzas.
—Lo siento, fui muy rudo —se disculpa y me toma en sus brazos y me lleva al baño.
—Me gusta que me mimes así después de jugar —le indico, pero él no responde.
Solo se asegura de que quede en condiciones y tras secarme me ayuda a vestirme para ir al comedor del hotel, ya es medio día y aún no he comido nada.
Una vez que llegamos, vemos a nuestros amigos charlar con unas chicas, mientras que Juan y yo nos sentamos en nuestra mesa asignada. Mi padre aún no ha regresado con Edith, por lo que tenemos un momento muy romántico Juan y yo. Reconozco que me gusta todo de él, incluso como se preocupa porque ingiera mis tres mil calorías diarias.
—Come —me pide y me da en la boca.
Sonrío, no puedo evitarlo. Me pregunta que me ocurre y le aseguro que no es importante. Después del almuerzo, papá me llama para decirme que se demorará y que por favor le pida a Máximo disculpas, ya que no podrá llevarlo a su reunión. Por lo que después de que los tres mosqueteros se despiden de las chicas y se sientan a nuestro lado, les comento la situación.
—Podríamos jugar —propone Cristóbal y mira a Juan.
—Hicimos algo por la mañana —indica Máximo.
—Estoy bien, podemos jugar —aseguro, pero Juan toma mi mano y la presiona—. ¿Qué ocurre?
Autora: Osaku
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Juegos peligrosos - El comienzo
RomanceTodos fuimos inexpertos, alguien nos enseñó lo que sabemos. Y en este caso, una joven será la que colocará en el tablero las fichas para empezar el juego. Laura, una joven que tras la muerte de su hermana y un problema de salud que podría ofrecerle...