Capítulo veinticinco
El juego del engaño
Ya cuando todos hemos bebido al menos una vez, escucho que Federico pide cambio de juego.
—Siete minutos en el paraíso es mejor, el que no quiera, debe beber —aclara él y nadie refuta.
Traigo una botella de vidrio de la cocina y se la doy. Él me sonríe, aun así, no sé por qué Federico no me cae bien. Los primeros seleccionados para entrar en mi dormitorio son Máximo y una de las amigas de Federico. El resto nos quedamos en el living, algunos van a espiar, pero yo prefiero quedarme, no me interesa lo que Máximo pueda hacer con las otras chicas. Cuando salen, ambos con una sonrisa, él vuelve a girar la botella y le toca a la otra amiga de Federico entrar junto con Cristóbal, los dos lo hacen sonriendo.
—Tu hermano se sacó el premio grande. Jenny es muy linda —le comento a Jeremías, que sonríe mientras me pasa una botella de agua.
—No lo sé, creo que le hubiera gustado más entrar contigo —me suelta como si nada, y lo miro con una sonrisa divertida.
—¿Acaso tratas de conquistarme por él? —pregunto bromeando.
—Tenemos los mismos gustos, por eso lo sé —dice, y empiezo a beber el agua. Su confesión, chiste o lo que sea me avergüenza un poco.
Todo viene bien hasta ahora, sin embargo, me levanto al ver tantos vasos dando vuelta y mientras ellos están dentro aprovecho para limpiar un poco. Jeremías me ayuda a llevar las cosas a la cocina, al igual que Máximo. Volvemos a sentarnos en el living cuando toca jugar de nuevo y la tercera pareja que debe entrar es la de Juan y Cintia. Suspiro sin decir nada, espero a que él se niegue, pero no lo hace.
—Genial —digo por lo bajo, y me llevo más vasos a la cocina, los enjuago y los pongo en el lavaplatos.
No sé por qué espero que Juan actúe distinto, está claro que le gusta Cintia, seguramente ella se hace la virginal con él, y tipos de su clase disfrutan de las mentiras.
No puedo creer lo enojada que estoy. Me doy cuenta cuando se me cae un vaso al suelo y maldigo.
—Tranquila, buscaré la escoba, no los agarres con la mano o te cortarás —me pide Jeremías que traía más cosas para lavar.
—Gracias, creo que ese shot se me subió un poco —miento y él sonríe.
Regresamos con el resto y noto que, al salir de mi cuarto, se nota que la herida de Juan se abrió un poco donde tiene el labio partido. Trato de no pensar en cuál fue la fuerza con la que se besaron para que le pase eso, ya que no quiero estresarme más de la cuenta.
Ignoro la situación y pregunto a los presentes si quieren más bebidas. Vuelvo a la cocina y después de sacar tres aguas del refrigerador regreso. Escucho que las amigas de Federico hablan de lo mal que Cintia dejó a Juan, y observo a Cintia mostrarse victoriosa. Claro, le gusta que hablen de ella. Gira la botella antes de que yo me siente en mi lugar y cuando se detiene nos señala a Jeremías y a mí.
—No cuenta —dice Juan rápidamente y lo quedo viendo.
—¿Por qué? —pregunto molesta, y Cintia lo secunda para caerle en gracia, diciendo que no se dio cuenta de que yo no estaba sentada. Como sino me hubiera visto... Aun así, no escucho a ninguno de los dos—. Vamos, Jere.
Le tomo la mano y nos llevo a mi dormitorio. Una vez que cierro la puerta, él se quita los lentes y me pregunta que me pasa.
—Nada —aseguro y me siento en la cama. Me pregunto en qué parte de mi habitación Juan besó a Cintia.
Me doy cuenta de que me estoy comportando como una tonta, paranoica y celosa de alguien a quien no le debería dar mi tiempo, ni mis pensamientos.
—Está bien, si no quieres hablar —me dice con confianza y se sienta a mi lado para limpiar sus lentes y luego colocárselos, Noto que sin ellos es igual a Cristóbal y me sorprendo un poco.
—¿Vas a hacerme conocer el paraíso? —pregunto de manera jocosa para animar la situación.
No puedo seguir con tonterías, dije que iba a disfrutar de la vida y hacer de todo antes de morir. Así que debo aprovechar que tengo a un chico guapo a mi lado y que parece que también quiere besarme. Él sonríe y lo hace, me sorprende lo bien que me besa. Lo dejo guiarme y cuando golpean la puerta sé que ya es tiempo de volver.
—Pasó rápido, ¿verdad? —me pregunta y asiento con la cabeza.
Ambos sonreímos, ya que nos divierte. Nunca pensé que me gustara tanto besarlo por despecho y quiero aprovechar la situación. Ni bien volvemos, se nota lo que pasó, porque mis labios están algo hinchados, estoy satisfecha. Que Juan se vaya a donde quiera con Cintia, yo voy a disfrutar de mi soltería como lo tenía pensado hacer.
Giro la botella y me toca de nuevo, pero esta vez con Cristóbal, el cual se ríe y me toma de la mano con entusiasmo sin dejarme reclamar o siquiera oponerme.
—Qué bueno que al fin nos toca juntos —dice y regreso a mi dormitorio con él, en el camino me rio por cómo actúa.
Una vez que la puerta se cierra espero a que me bese, pero no lo hace. Primero me pregunta si su hermano lo hizo bien. Me parece tan raro como divertido.
—De hecho, sí, y me sorprendió gratamente. Fue divertido —indico.
—O sea que lo estás disfrutando —dice sorprendido.
—Claro, ¿no se trata de esto el juego? —digo como si tuviera sentido para mí.
—¿Y me dejarás hacerlo a mí? —pregunta y me doy cuenta de que cree que me gusta su hermano.
—Reglas son reglas —insisto para que entienda que estoy dispuesta a probar con él, y al fin nos besamos.
Cristóbal lo hace de una manera muy parecida a la de Jeremías. No puedo creerlo... Me doy cuenta de lo que eso significa.
—¿Han estado haciéndose pasar por el otro cuando están con chicas? —pregunto y él niega con la cabeza—. ¿Seguro?
Vuelve a negar y le hago una broma.
—Yo les iba a proponer un trío de besos... Pero si dices que no hacen eso, mejor no —termino diciendo, y se sorprende.
—¿Qué? —me pregunta estupefacto y golpean la puerta.
—Quizás la próxima —bromeo y regresamos con los demás.
Autora: Osaku
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Juegos peligrosos - El comienzo
RomansaTodos fuimos inexpertos, alguien nos enseñó lo que sabemos. Y en este caso, una joven será la que colocará en el tablero las fichas para empezar el juego. Laura, una joven que tras la muerte de su hermana y un problema de salud que podría ofrecerle...