Capítulo sesenta y tres
Juan y yo estamos en mi dormitorio a solas, después de que de manera grupal concluyéramos que lo que siento por él es distinto a lo que me ocurre con los demás. Sin embargo, no puedo estar tranquila. ¿Salir con Juan implicaría dejar de jugar? No sé si puedo hacer eso, me gusta mucho, quiero estar con él de otras maneras, como lo hicimos en el departamento de los gemelos, pero no quiero dejar a mis amigos de lado. Me odio por ni siquiera disfrutar de este momento con él.
—¿Te gusto más solo por eso? —pregunta Juan acercándose a mí y rompiendo el silencio.
—No, no sé... —Titubeo—. Es decir, tú eres diferente. Contigo me siento distinta.
—Mírame —me pide, pero estoy muy nerviosa.
Siento que voy a desmayarme, son demasiadas cosas juntas las que tenemos que hablar.
—Mírame —me ordena con voz severa y levanto la vista—. ¿Me temes?
—Claro que no, es solo que mi corazón late con demasiada fuerza en este momento —le digo y hago que me toque—. Tú haces que me sienta así y creo que voy a desmayarme si no presto atención a que tengo que respirar.
—Me pasa igual —responde y me hace tocarlo.
Ambos sonreímos, es tan extraño que no puedo dejar de sentirme feliz.
—Entonces, ¿te gusto? —pregunto avergonzada.
—Sí —dice cortante, pero con una sonrisa.
—No lo puedo creer —digo sonriendo y muy avergonzada.
—¿Por qué? —me pregunta y me sorprendo.
—Es que... No lo sé, tú eres increíblemente listo, muy lindo y estoy segura de que mejores chicas que yo te han buscado. No puedo creer que te fijaras en mí. Además, siempre te he admirado, tu manera de ser, tan controlada. Me gustas mucho —confieso al fin—. Aún no creo que yo te guste del mismo modo que tú a mí.
—Te lo he dicho, solo quiero ser tuyo —me recuerda, y me doy cuenta entonces, sí, estaba bien todo lo que yo pensaba, no eran solo ideas mías.
—Juan... Yo... —digo y él me besa.
—Déjame sentirte —me pide y creo que me va a bajar las bragas, pero no. Me abraza con fuerza y respira fuerte en mi cabello y en mi cuello.
No sé cuánto tiempo pasa, pero no me importa, tampoco quiero alejarme de él. Aun así, un rato después, se aparta y me mira, hago lo mismo, sus ojos negros me hipnotizan.
—No quiero compartirte... —susurra y siento un dolor en el pecho.
Es cierto, si salimos juntos ya no estaré con los chicos. ¿A caso no quiere volver a jugar? No sé si es lo que quiero. Me gusta mucho, más de lo que jamás nadie me ha gustado, pero yo no quiero compromisos. No quiero una pareja que me obligue a dejar la vida que tengo. Me aparto de él y me siento en la cama. Soy egoísta y lo sé.
—Juan, sobre eso... —digo y me detengo. No sé qué es lo que quiero; sin embargo, estoy segura de que exclusividad no es lo que prefiero.
—Si me quieres, no vas a compartirme, ¿cierto? —me pregunta y lo veo espantada.
Es cierto, él no ha estado con otra chica hasta ahora. No sabe lo que se siente.
—Quiero compartirte, si me dejas quiero que pruebes lo que es estar con más de una persona a la vez —le comento con temor y me mira sin decir nada—. Una vez que lo hagas podemos decidir qué hacer. Mientras tanto, es tonto pensar que puedes ponerte en mi lugar, sin haberlo vivido.
—¿Soy un tonto? —pregunta, serio.
—No es lo que dije —indico y se aleja de mí.
—¿Y si me gusta más estar con otras chicas? ¿Estarás de acuerdo que lo haga? —me pregunta.
—Si te gusta más estar con otras chicas es porque no sientes lo mismo que yo siento por ti. Nadie está a tu altura para mí. Ni estando con los tres a la vez me sentiría como cuando tú y yo estamos a solas —le reconozco.
—No quiero estar con ellas a solas —me reclama.
—Claro que no, no estaremos con otros a solas. Será solo jugar —aseguro.
—¿Con quién quieres que lo haga? —me pregunta como si aceptara mi propuesta.
—¿Te animarías a hacerlo con las dos? —le pregunto y se queda mirándome—. Sería lo más justo, que estés con mis amigas como yo estoy con nuestros amigos.
¿Estoy loca?
¿Le estoy pidiendo al chico que me gusta que esté con mis amigas?
Ni siquiera somos tan cercanas.
¿Qué pasaría si a alguna de ellas les gustara Juan?
—Confío en ti —le aseguro.
—Hagámoslo —me dice y me toma la mano para salir de mi dormitorio. Los demás nos esperan en el comedor de mi casa.
—¿Están saliendo? —pregunta Ámbar emocionada.
—Aún no —digo y Juan suelta mi mano. Él se sienta al lado de Ángela y espera que yo explique lo que vamos a hacer a continuación.
—¿No era que los dos se sienten distintos cuando están solos? —pregunta Máximo con ironía. Sigue enojado.
—Queremos jugar una vez más antes de decidir qué hacer —respondo y todos parecen sorprendidos.
—Bien, ¿a qué vamos a jugar? —pregunta Cris mientras se sienta a mi lado.
Aún no sé si lo que estoy haciendo está bien, he escuchado de muchas chicas que solo es necesario dejar que su novio pruebe otra cosa para que con el tiempo consigan perderlos. Incluso mis padres, jugaron a hacer intercambios de parejas y terminaron separándose. Aun así, siento que Juan y yo seremos distintos. Al menos él lo es para mí, y la verdad es que no quiero estar con un chico que por tener relaciones con otras chicas decida cambiarme por una de ellas. Si esa persona me quiere, tiene que poder resistir la tentación.
¿No es lo que yo hago?
¿No es lo que yo siento?
Si Juan me quiere como yo lo quiero, debe poder hacerlo, de lo contrario su amor no será el mismo.
Sé que estoy loca por pedirle esto. Solo espero que él quiera seguir estando conmigo después de todo.
Autora: Osaku
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Juegos peligrosos - El comienzo
RomanceTodos fuimos inexpertos, alguien nos enseñó lo que sabemos. Y en este caso, una joven será la que colocará en el tablero las fichas para empezar el juego. Laura, una joven que tras la muerte de su hermana y un problema de salud que podría ofrecerle...