LI - Juegos descontrolados

35 7 0
                                    

Capítulo cincuenta y uno

Llega el lunes y la profesora de Matemáticas llama a los que participarán de las olimpiadas. Para mi desgracia Juan también irá con nosotros. Él y Máximo no se hablan aún, se supone que debo ser yo la que comience la conversación, por lo que en el recreo lo llamo aparte, y le digo que no soy capaz de dejar a mis amigos para tener exclusividad con él.

—De todas maneras, yo le pedí a Máximo probar. Él fue el chico con el que perdí la virginidad. Así que no lo culpes. Él no decide con quién estoy, nadie lo hace —digo con la mejor cara que tengo, aunque no puedo evitar resaltar esa última parte. No tengo derecho. Lo sé, aun así, deseo descargar mi dolor al saber que está con Cintia.

—Bien —dice, odio que no sea capaz de articular más palabras.

Después de eso me marcho y le escribo a Máximo para que sepa que ya hablé con él. Por si quiere tratar de darle sus explicaciones. Aun así, pasan unos días sin que Juan se nos acerque. Máximo le da su espacio, ya que lo conoce desde que son muy pequeños. Y yo prefiero no meterme más entre ellos. Aunque me duela mucho lo que pasó, si Juan y Cintia tendrán un hijo no puedo interferir. Y él necesitará mucho de un amigo en un momento tan difícil.

El jueves salimos al último recreo, no quiero reconocerlo, pero también preferí estar sola la mayor parte del tiempo. Cristóbal me sigue, me pregunta que se supone que me ocurre.

—No sé de qué hablas —le indico mientras devuelvo unos libros en la dirección del colegio.

Una vez que salimos de ahí se acerca más a mí.

—Te gusta Juan, cualquiera se daría cuenta. ¿No quieres que te vea con nosotros? —me pregunta.

—No es eso. Él me dijo que quiere exclusividad. Mejor dicho, que yo esté con él mientras que tiene su hijo con Cintia —aseguro.

La verdad es que, no me importa si alguien se entera. Después de todo, fue Cintia la que me lo dijo.

—¿Qué? Eso no puede ser. Juan no embarazaría a Cintia —me susurra Cristóbal, y le muestro mi móvil. Le aseguro que esas dos imágenes son de ella mostrándome un test de embarazo y la otra de Juan durmiendo en su cama.

—No puede ser —insiste Cristóbal.

—Si no quieres creerme no lo hagas —le digo un poco molesta.

—Claro que te creo, pero lo extraño es que ella puso la foto así para que no la vuelvas a ver. ¿No te parece raro? —me pregunta y me quedo pensando.

—¿Por qué querría que pensara eso de ella y Juan? —le pregunto a Cristóbal y este me abraza.

—¿Será que es de Juan que quiere alejarte? —pregunta Cristóbal y veo a Máximo tratando de hablar con Juan. Mientras que el segundo se niega a escucharlo.

Mañana debemos viajar a las olimpiadas y los cinco iremos. Necesitamos resolver esto lo antes posible. Por lo que cuando la clase está por comenzar y Máximo entra al salón enojado, le pido a Cristóbal que le diga a la profesora de inglés que tuve que ir a la enfermería.

—¿Qué vas a hacer? —me pregunta.

—Necesito saber la verdad. Además, Juan y Máximo no pueden terminar así por mi culpa —indico y cuando Juan está por entrar al salón tomo su mano y me lo llevo lejos de todo. Confío en Cris, confío en todos mis amigos. Debí confiar más en Juan. Soy una verdadera tonta.

Una vez que entramos al baño de mujeres y nos encerramos en uno de los cubículos, suelto su mano. Él me mira, pero no dice nada, como siempre.

—Quiero saber la verdad —le digo y le muestro el móvil—. Cintia me dijo que la dejaste embarazada.

El rostro de Juan se transforma, no puede creer lo que le estoy diciendo.

—No le creí cuando vi la primera imagen y estaba el test de embarazo. Sin embargo, después me mostró una foto tuya durmiendo en su cama. Dime que es mentira, si tú me lo dices lo creeré. Solo di algo —le pido mientras su rostro vuelve a mostrarse serio.

Él me mira, no habla, solo me desnuda con sus ojos y me siento una tonta por haberle creído a Cintia.

—Lo siento, te debo una disculpa. Me enojé al pensar que tú y ella estaban juntos. Lo que más lamento es que tú y Máximo se pelearan por no poder ser sincera en el momento apropiado. Ojalá le des una oportunidad, ambos se merecen lo mejor —dije y abrí la puerta para salir. Es normal que no quiera siquiera hablar conmigo.

—¿Por qué te enojaste? —me pregunta sin dejarme salir.

—Porque me dijiste que querías estar conmigo. Y creí que lo que sentía por ti era correspondido, y ella después... —digo, pero él me interrumpe con un beso.

—No hables —me pide y vuelve a besarme. No puedo evitarlo, disfruto cada uno de sus besos. Incluso cuando me deja sin aire.

—Espera, quiero que... —digo y me vuelve a besar—. Maxi está triste.

—Te dije que no hables —me vuelve a pedir y nuestros besos siguen hasta que se convierten en caricias y luego... Juan levanta mi falda, y terminamos haciéndolo en el baño del colegio. Aún no puedo creer que se atreviera a tanto. Una vez que se derrama en mi interior, lo escucho susurrar: —Soy solo tuyo, confía en mí.

Él regresa al salón de clases para no levantar sospechas, y yo voy a la enfermería. Miento y digo que estoy en mi periodo para que me dejen quedar ahí. Me pregunta la enfermera si quiero que llamen a mis padres y le digo que no.

—Mi madre vive en el extranjero y mi padre está de viaje de negocios. No quiero que se preocupe. Solo necesito descansar un poco.

Eso último no es mentira, después de lo que Juan y yo habíamos hecho en el baño de colegio, necesitaba pensar con calma. ¿Qué quiso decir con eso de que es solo mío? ¿Yo le gusto a Juan?

De solo imaginarlo que compartimos sentimientos mi corazón se acelera y mi pecho duele, pero de felicidad.

Autora: Osaku

Juegos peligrosos - El comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora