XXII - Juego y resistencia

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Capítulo veintidós

Juego y resistencia

—Lo siento, Lau. Sé que debí preguntar antes —me dice Cristóbal al notar mi desconformidad, parecía culpable. ¿Qué haré con veinte personas en mi casa?

—Está bien, pero si bebemos algo debo reponerlo. Si mi padre se entera de que tomamos alcohol me matará —les advierto.

—No te preocupes por eso, Jere y yo traeremos las bebidas —dice y se pone de pie al ver a Máximo salir de la cocina.

—¿Todo bien? —pregunta con los guantes de látex en la mano.

—Yo que pensé que los iba a encontrar haciendo cositas sucias, y tú lavando los platos —bromea Cristóbal, y uno de los guantes termina en su cara.

—Deja de decir tonterías, Lau es mi amiga —espeta Máximo y me rio.

Juan está quieto como una estatua. ¿Qué le pasa?

—Lau, te ves muy bonita —dice Jeremías y me doy cuenta que llevo un vestido mangas largas, pero mis piernas se dejan ver. Me lo puse a las apuradas y como estábamos en la cocina con la calefacción no me cambié.

—Gracias, Jere —digo algo avergonzada y Cristóbal me toma de la cintura.

—Deberías ponerte este vestido el sábado —me indica y su hermano lo aparta de mí.

—Y tu deberías meterte las manos en los bolsillos —le reclama Jeremías.

—¿Los tres salieron a correr? —pregunta Máximo tomando el guante que quedó en el sofá.

—Si, a Juan se le ocurrió que podíamos salir tres veces por semana. Lástima que estés con Lau esos días —indica Cristóbal y me siento mal por eso.

—Apúntenme, solo falta una semana para que el padre de Lau regrese. Después de eso me uno —dice Máximo como si nada.

—Bien, si ya organizamos todo lo de la fiesta nos vemos mañana en el colegio —indica Jeremías invitando a todos a irse con él.

A la noche debo practicar con el violín y Máximo se pone a estudiar ya que está haciendo un curso de arquitectura. Así que cuando el cansancio me gana me voy a dormir.

Por la mañana Rosita me vuelve a felicitar por comer todo y Máximo me mira sonriendo. Sé lo que está pensando el sucio y le evado la mirada cuando toma la taza de leche con chocolate.

—Pareces un niño —espeto y me pongo de pie para buscar mis cosas para ir al colegio.

Por la tarde, cuando las clases terminan regresamos a casa con Máximo y me pregunta si puede traer a Cintia a mi fiesta.

—¿Vas a tener sex* con ella en mi casa? —espeto y él se ríe.

—No lo había pensado de ese modo, pero sería una buena idea —dice y le pego con la mochila en la espalda.

—Invítala, una más no será un problema. Solo mantenla lejos de mí, no quiero que me adule ni nada —le advierto.

—Ella solo quiere ser tu amiga —me reclama, como si no se diera cuenta de que solo quiere agradarme porque soy su amiga.

—Lo siento, pero aun no estoy lista para ser amiga de una chica —le respondo recordando lo que pasé en la primaria.

—Está bien, despreocúpate. La tendré entre mis piernas —bromea y le vuelvo a pegar.

Cuando llegamos a la puerta de mi casa vemos a Juan, tiene un golpe en la cara. Nos acercamos preocupados.

—¿Estás bien? —pregunta Máximo y él solo dice que sí, y no nos explica que fue lo que pasó. Máximo tampoco pregunta y yo empiezo a pensar que sabe algo más y no me lo cuenta.

—Pasa, te pondré hielo —le digo.

Una vez que entramos, voy a la cocina, donde Rosita me espera, me dice que será la persona que venga el sábado a cuidarnos en la fiesta. Por lo que mañana no vendrá a casa para preparar la comida. Así que ya me deja todo listo en la nevera. Una vez que me muestra todo se despide y me doy cuenta de que dejé a Juan en el living. Me preocupa que vea el golpe en su cara y le quiera contar a mi papá. Pero cuando salgo de la cocina con el hielo, en el sofá solo está Máximo.

—Maxi, querido. Dejé todo en la cocina así que por favor cuida que Laurita coma bien —le pide Rosita y él le asegura que lo hará.

Cuando ella se va, le pregunto a Máximo porque Juan tiene ese golpe en la cara y me dice que no sabe.

—¿No le preguntaste? —espeto molesta.

—Dijo que está bien, cuando quiera comentarlo, lo hará. Seguro el otro quedó peor, Juan practica artes marciales —comenta Máximo y me sorprendo. ¿Cómo yo no sabía eso?

—¿Desde cuándo? —pregunto y Juan regresa. Me acerco y le paso el hielo—. Toma, para que no se te hinche la cara.

—Gracias —susurra y siento que se me va a salir el corazón del pecho.

—Bien, ya que viniste antes me voy. Tengo mucho que estudiar para el curso de verano de arquitectura —comenta Máximo y toma su mochila para marcharse. Ya habíamos sacado el día anterior unas cuantas fotos para enviar a mi padre.

Juan y yo quedamos a solas y antes de que me haga cualquier cosa me voy a bañar y a cambiarme la ropa. Regreso al living cuando termino y él me mira, ya no tiene hielo en la cara y su golpe se ve menos hinchado.

—¿Tu cara está mejor? —pregunto acercándome a él y tratando de tocar su rostro.

—No —me dice tomando mi mano—. No te preocupes.

—¿Qué pasa? Te da alergia que te toque —espeto algo molesta. Él no responde y me siento a su lado más enojada. Tan linda que me vestí para que me evite.

—Lo siento —dice y lo miro sorprendida—. Me sangra el labio por momentos y no quiero manchar tu ropa blanca.

—¿Te sangra? —pregunto y me acerco a él de nuevo—. Se ve bien, no creo que te vuelva a sangrar por ahora. Pero si quieres...

Lo miro a los ojos y aunque se ve apático parece algo nervioso.

—¿Pasa algo? —pregunto confundida.

—¿Estás ansiosa? —me responde a modo de pregunta.

—Si digo que sí, ¿volverás a tocarme? —pregunto avergonzada, y sin pensarlo soy yo la que lo besa.

—Lau... —dice tratando de apartarme, pero me subo sobre él y no lo dejo.

Lo hago con cuidado porque noto la lesión en su boca, quiero que él también me bese, pero se queda inmóvil. Aun así, no me aparta por lo que continúo, tratando de acariciar su lengua con la mía y sosteniéndome de él.

—Quiero relajarme —digo y siento como su pen* se empieza a poner duro debajo de la ropa—. Quiero relajarme contigo. 

Autora: Osaku

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