LIII - Juegos y más juegos

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Capítulo cincuenta y tres

«Esa noche los cinco reímos y estudiamos hasta que ya ni una ecuación nos entró en la cabeza. Edith, con ayuda de Cristóbal, nos preparó unos colchones en el living para que pudiéramos hacer una pijamada. Se encargó de llamar a las madres de Juan y Máximo y al padre de Cristóbal y Jeremías para ponerlos al tanto. Al otro día los llevaría a buscar sus cosas para el viaje. Se puede decir que fue la mejor noche de muchas».

—Lau. Ven. Tengo frío, quiero que me ayudes a calentarme —bromea Cristóbal mientras Máximo apaga la luz.

—Si quieres puedo calentarte —le dice Máximo y todos reímos.

—¿Más caliente de lo que está? —pregunta Jeremías. Los chicos son muy divertidos.

—Los jugadores de futbol concentran... Dicen que no pueden tener sex* antes de jugar. En este caso pasa lo mismo —bromeo con Cristóbal en la oscuridad de la noche. Aunque la casa que mi padre construyó tiene muchas ventanas. Incluso las estrellas decidieron esconderse hoy, por lo que no soy capaz de ver a la persona que se me acerca.

—Duerman —dice Juan, lo sé porque es él quien está aferrándose a mí. No pueda evitar sentirme feliz. Me giro para que pueda besarme, pero me detiene, se apoya detrás de mí y me besa el cuello.

—Shhh... —susurra.

Noto cómo comienza a acariciar mi cuerpo debajo del edredón, y mis pech*s lo sienten, todo mi ser lo está disfrutando. ¿Qué es esta sensación? ¿A caso no quiero que los demás nos escuchen? Llega a mi parte más sensible y yo misma me sorprendo de que pueda entrar con tanta facilidad.

—Estás húmeda —susurra muy suavemente.

Es así, después de muchas caricias, llego, y me estremezco entre sus manos. Fue casi imposible contenerme de no hacer ruido y me doy cuenta de eso cuando alguien me aborda por el otro lado.

—Es mi turno —escucho decir a Cristóbal y a Máximo se le escapa una risa. Y es entonces de que mi amigo con su modo gracioso de hablar me reclama—. Espero escucharte gemir más fuerte.

No puedo ver a Juan y no sé si esto le está molestando. Sin embargo, mientras Cristóbal empieza a lamerme ahí abajo. Juan coloca el dedo que saca de mi interior y lo lleva a mi boca.

—Será una gran noche —dice Jeremías y continuamos.

Esa noche sentí a los cuatro, de distinta manera, pero ahí estuvieron. Besándome, tocándome, acariciándome y entrando en mí de maneras muy distintas. Algo que me dejó agotada, pero satisfecha de una manera que no tiene explicación alguna. Amo sentirme tan bien, es como si no necesitara pensar. En poesía, yo sería la arcilla y sus manos el escultor.

—Lau... —escucho decir y abro los ojos. Estoy en mi cama y no comprendo que pasa.

—Vamos, Bella durmiente —me dice Cris que ya parece haberse cambiado—. Te traje esto.

Me muestra un cojín redondo.

—Vas a necesitarlo después de lo que Jere y Juan te hicieron anoche. No sabía que Juan también disfrutaba esa parte tan apretada de ti.

Le arrojo una almohada y siento cómo mi cuerpo me avisa que no debo moverme tan rápido.

—Carajo, Cris. ¿Qué me hicieron anoche? —pregunto con dolor.

—Estuviste con los cuatro. Es normal que te sientas así —me recuerda, y fragmentos de lo que hicimos cuando la luz se apagó regresan a mí.

Placer...

Mucho placer...

—¿Juan está bien? —pregunto y él sonríe.

—Me pongo celoso... —me asegura y me roba un beso—. Mejor date una ducha y baja antes de que Máximo empiece a molestarnos, por lo que te hicimos anoche.

Es así que tras darme una ducha y tomar un analgésico, me visto y bajo. Los cuatro llevan el uniforme del colegio y parecen unos señoritos ingleses. Malditos descarados que me dejaron adolorida.

—Buenos días —dice Máximo con su sonrisa de príncipe encantador.

—¿Edith? —pregunto sin saludar.

—Tenía que irse a trabajar. Rosita ya nos preparó el almuerzo para el viaje y el chofer de tu padre nos espera —indica Jeremías.

—Mierd* —digo, y Rosita que sale de la cocina me reprende.

—Laurita, la boca —me reclama.

—Rosita, ¿tenemos que ir en eso? ¿No podemos solo tomar un taxi? —pregunto, me avergüenza que nuestros compañeros nos vean llegar así.

—Tu padre se preocupa por ti —me recuerda Máximo, y me molesto.

—Convénzanlo para que nos deje a un par de cuadras —les pido después de darle un beso en la mejilla a Rosita.

Una vez que llegamos al lugar, el chofer se detiene y bajamos. No pudieron convencerlo. Varios de nuestros compañeros nos ven y Cris hace un chiste para que toda la atención se centre en él y se lo agradezco con una sonrisa.

Nos sentamos todos juntos atrás. Juan parece querer hacerlo a mi lado, pero Máximo le gana. Miro por la ventanilla. No quiero causar problemas. Por lo que me coloco los auriculares y escucho algo de música mientras duermo un poco más. Todo mi cuerpo está adolorido.

—Laura —me llaman, abro los ojos y Juan me sonríe levemente.

—¿Llegamos? —pregunto y me da una barra de cereal de las que Rosita hace.

—Bajaron a comer, pero preferimos dejarte dormir. ¿Siempre son tan intensos? —su pregunta me hace sonreír.

—Nunca llegamos a algo similar a lo de anoche, creo que eres tú el que los motiva —le aseguro—. ¿Todo bien?

Él me mira, creo que se terminó nuestra larga conversación. Aun así, se nota que él no está disconforme y eso me da algo de tranquilidad.

—La próxima invitaremos a Ángela y Ámbar. Ellas son muy lindas —le digo, mientras le robo su barra de cereales. Me encanta comer lo que Rosita hace para mí. Y sabe mejor si pasó por las manos de Juan.

—Estamos solos, tenemos quince minutos —me dice y noto su erección.

—¿Estás loco? —pregunto mirando en todas las direcciones.

—Si te duele el cuerpo desistiré —me indica.

No puedo negarme a él, por lo que le abro los pantalones. Él coloca sus dedos entre mis bragas, y tras inclinarme sobre el asiento frente a nosotros, siento cómo entra en mí.

—Mierd* —espeto al sentirlo con tanta intensidad.

—Seré rápido —me aclara y no miente.

En menos de diez minutos me deja sin energías. Y tras acomodarme la ropa me ayuda a acomodarme la almohada en el asiento. El sueño me gana y siento que él se sienta a mi lado, su olor me agrada por lo que apoyo mi cabeza en él.

—Solo tuyo —susurra y no sé si lo dice o es parte de mis sueños.

Juegos peligrosos - El comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora