Capítulo treinta y nueve
Juegos peligrosos
Juan y yo hablamos, comprendo que todo fue solo un malentendido y me siento feliz de que esa barrera que había entre los dos desaparezca. Aun así, me preocupa ocultar lo que haremos, ya que Máximo, Jeremías y Cristóbal también son parte de mi juego y prometimos no mentirnos.
—Abre las piernas —me pide Juan y vuelve a besarme en los labios, la manera en la que me habla me gusta mucho.
Sonrío ante su pedido y me dispongo a hacer lo que me pide. Mientras que me sorprendo al sentir cómo me besa, dejándome sin aire en varias oportunidades. Él mete su dedo entre mis piernas y al sacarlo hace círculos pequeños, así unas cuantas veces hasta que me pide que sea yo la que lo haga. Me sorprendo ante su pedido y se da cuenta de eso.
—Para cuando no nos veamos —me señala y sigo sus instrucciones mientras él se desnuda.
Una vez que no lleva nada encima, se sube sobre mí y me pregunta si es un día seguro. Recuerdo la conversación que tuve con los chicos sobre que todos intentaríamos cuidarnos y le digo que no. Por lo que abro el cajón de mi mesa de luz y saco un presenv*tivo y se lo doy. Él me mira incómodo, aun así, se lo coloca y tras hacerlo se introduce en mí. Me quita el aire cuando lo hace y antes de que yo gim* me tapa la boca y continúa entrando y saliendo de mi interior de manera rítmica. Sigo haciendo lo que me pidió y me doy cuenta de que algo se pone duro en mi zona más íntima. Me sorprende notarlo y más cuando siento que parece sensibilizarse, más cuando lo toco. Inconscientemente, hago fuerza cuando mi dedo toca esa parte de mí y noto que eso hace que Juan cambie su expresión. ¿Le está doliendo? Se lo pregunto, me da miedo estar haciendo algo mal.
—Es placentero —me dice al oído y me quita la mano de mi entrepierna para colocarla sobre mi cabeza; mientras con su boca me besa repitiendo lo de antes. Parece que le gusta dejarme sin aire, porque nuestros besos cada vez son más intensos.
Comienza a frotar su pelvis con la mía y deseo ir al baño, pero dejo que ese cosquilleo enloquecedor continúe. Juan me mira, sus ojos parecen más oscuros que cuando se enoja, sin embargo, él sonríe. Una sonrisa que rodea la cordura, y tras hacerlo me sostiene de las caderas y entra en mí con fuerza.
—¿Duele? —me pregunta entre susurros en el oído. Mi respuesta es negativa, por lo que vuelve a apartarse y repite el movimiento tan intenso. Al hacerlo tengo que taparme la boca para no hacer ruido.
Él toma algo y después de hacerlo un bollo me pide que me lo meta en la boca. No sé por qué, pero le hago caso, tal vez es porque temo que mis gritos despierten a los demás. Ya sin poder gritar me pide que coloque mis manos en su pech* y que si no disfruto lo que va a hacer que no dude y lo pellizque. No entiendo por qué me dice eso, pero asiento con la cabeza. Y en ese preciso momento coloca mis piernas en alto. Al volver a entrar siento la profundidad de sus embest*das y abro los ojos grandes por la sorpresa.
—¿Sigo? —me pregunta y asiento.
No sé cómo lo hace, pero la fuerza de sus estocadas se incrementa y puedo notar como parece que va a partirme al medio por lo profundo que llega con esos movimientos. Cuando siento que no lo voy a poder seguir soportando un escalofrío intenso me recorre todo el cuerpo obligándome a arquearme. Seguido a eso, él me quita lo que tengo en la boca y tras dejar mis piernas descansar vuelve a entrar un par de veces más, mientras que apoya su cabeza en mi cuello. Parece disfrutarlo, ya que escucho un leve gem*do ronco en mi oído.
No puedo entender cómo hace para darme una experiencia tan insoportablemente adictiva. Quiero seguir, quiero hacer esto con él cada noche por el resto de mi vida. Aun así, él se aparta un momento y me pregunta si estoy bien.
—Abrázame —le pido con temor a que se vaya y volvamos a ser dos extraños.
—Debemos cuidar que nadie sepa de esto o deberemos terminarlo —me dice Juan, y comprendo que para él solo soy un sustituto de la persona que verdaderamente le gusta.
Sinceramente, no me importa, después de lo que hicimos solo quiero repetir. Sin importar que sea solo porque me usa. Comprendo que estoy loca por pensar así y que no es saludable. Aunque me parece que es la mejor opción para no terminar en una relación, ya que él nunca querrá estar conmigo más allá de las sábanas eso me permitirá concentrarme en disfrutar, relajarme y volver a comer como lo hacía en el pasado.
...
Al despertar veo a Juan a mi lado, me sorprende que esté aún acostado conmigo. Sobre todo, cuando escucho la puerta. Es Máximo y me pregunta si puede pasar.
—Espera, no estoy vestida —digo y tomo la ropa de Juan y la llevo al baño mientras que susurro en su oído—. Juan despierta, necesito que te levantes.
—Lau, ¿te sientes bien? —me pregunta Máximo y me doy cuenta que quiere abrir la puerta.
—Sí, solo dame un segundo —digo mientras consigo que Juan medio dormido entre en mi baño.
Abro la puerta y le pregunto a Máximo que es lo que quiere. Él mira el interior como si le preocupara algo. Aun así, sonríe y me pregunta si tengo ganas de que nademos con los chicos. Ya le ha pedido permiso a mi padre para usar la piscina climatizada que tenemos en casa.
—Claro. Solo deja que me dé una ducha y me cambie —le indico y entro de nuevo.
Tras cerrar la puerta me doy cuenta de lo que dije. Acepté estar en bañador delante de ellos, algo que me da mucha vergüenza, aunque sé y entiendo que ya los cuatro me han visto desnuda, no es lo mismo. Ya que en el momento en el que una persona está excit*da, la experiencia es distinta.
Juan abre la puerta del baño ya vestido, pero aun con cara de sueño, cuando Máximo golpea de nuevo.
—Lau, ¿viste a Juan? Parece que salió y no llevó su móvil.
—No, no lo vi —digo avergonzada y aunque no me ve, me tapo los ojos. No quiero mentirle a Máximo.
Autora: Osaku
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Juegos peligrosos - El comienzo
Roman d'amourTodos fuimos inexpertos, alguien nos enseñó lo que sabemos. Y en este caso, una joven será la que colocará en el tablero las fichas para empezar el juego. Laura, una joven que tras la muerte de su hermana y un problema de salud que podría ofrecerle...