Capítulo catorce
Juego en equipo
Estoy a punto de hacer una locura con mi mejor amigo. No lo hablamos demasiado, solo ocurrió. Ahora que estoy segura de que la virginidad no significa nada para mí, estoy dispuesta a dejar que me use, solo para hacerle un favor, y que después él pueda estar con la chica que quiera.
¿Estoy loca?
No cabe duda.
—¿Segura, Lau? —me pregunta Máximo con la voz algo ronca, se nota que tiene ganas de hacerlo.
—Segura... Solo no te enamores de mí —le pido y los dos reímos.
Máximo parece nervioso, por lo que aprovechándome de que las pastillas para la ansiedad me desinhiben un poco, me subo sobre él y coloco sus manos sobre mi cuerpo. Él las lleva bajo mi ropa y siento su piel fría rozando mis pez*nes. Se siente extrañamente agradable y me doy cuenta de que a él también le gusta, porque sonríe con cara de tonto. Me acerco y volvemos a besarnos. Trata de meter su lengua en mi boca y primero me aparto, pero luego lo dejo. Creí que me daría asco, pero no fue así. Antes de poder darme cuenta, él ya tiene los pantalones en las rodillas y estoy debajo suyo.
Cuando veo que busca el preserv*tivo noto que le tiemblan las manos, al parecer sigue nervioso, tanto más que yo. Me quito los pantalones de una manera poco sensual y me dejo las bragas, aún me da vergüenza que me vea desnuda. Él se pone el preserv*tivo y recién en ese momento me doy cuenta de lo grande que es.
—Espera... ¿Eso tiene que entrar en mí? —pregunto aterrada.
—Se supone que sí —me dice sin entender mi pregunta.
—Pero, es muy grande —bramo y se ríe—. No es broma, me va a doler.
—Dicen que duele un poco —confiesa intranquilo—. Si quieres nos detenemos.
—Mierd*, Maxi. Solo mételo —digo enojada conmigo misma, mientras me pongo una almohada en la cara de una manera tonta, y me doy cuenta de que no pensé lo suficiente.
Me duele...
Me duele...
Me duele...
No lo tolero más y le pido que pare.
—Solo era la punta —dice y maldigo por dentro—. Creo que deberíamos prepararnos mejor. Tú ni siquiera te has humedecido.
—Humede... ¡¿Qué?! —pregunto mientras veo cómo hay sangre en la punta de su pen*—. ¿Por qué hay sangre?
—Rompí tu himen —me avisa y luego de tirar a la basura el preserv*tivo y colocarse los pantalones se acuesta a mi lado—. Sabes menos que yo de esto.
—¿Y cómo voy a saber? No me imaginé que los chicos tendrían una anaconda entre las piernas. ¿Cómo haces para caminar con eso? —pregunto, pero él no para de reír.
—Está un poco más grande que de costumbre. Debe ser porque no me he tocado estos últimos días —confiesa mientras trata de dejar de reírse y entenderme.
—Pues tócate la próxima vez si no quieres dejar lisiada a la chica con la que estés —le aseguro un poco seria, y al verlo los dos nos reímos.
—¿Qué tal si investigo cómo hacer para que te sea placentero y luego probamos de nuevo? —me pregunta y asiento con la cabeza.
—Si sabía que iba a doler tanto te pagaba los servicios de una pr*stituta —digo y él me observa como si no se le hubiera ocurrido esa idea antes—. ¿Habrías pagado por sex*?
Él me mira y luego de pensarlo un poco niega con la cabeza.
—¿Y perderme tu cara de espanto? Creo que es la mejor primera experiencia del mundo —dice riendo.
—Pero... no lo hicimos, ¿o sí? —pregunto confundida. Es obvio que tengo que instruirme más si quiero disfrutar de esta parte de mí.
—Sí, lo hicimos. Fue horrible para los dos, pero ya ninguno de los dos es virgen —me responde y me abraza—. Gracias por ser mi amiga.
—Prometo que para la próxima estudiaré un poco más —le digo y me quedo dormida en sus brazos.
Si bien nunca pensé que sería de este modo, me siento segura al lado de Máximo y me encanta saber que cuento con él incluso para estas cosas.
Aun así, siento que debo averiguar cómo hacer que esto no sea una tortura. Aún no puedo creer que los hombres tengan algo tan grande en su entrepierna. La última vez que vi uno fue cuando era niña y tenía el tamaño del pulgar de mi compañero de jardín, creí que sería lo mismo, pero no. Estaba completamente equivocada.
Por otra parte, no dejo de pensar en por qué Juan me trató así antes de irse. Tendré que hacer un esfuerzo y animarme a hablar con él. Necesito terminar con esto o me volveré loca cada vez que esté delante suyo.
Al otro día me levanto de buen humor y por primera vez en mucho tiempo no tengo náuseas matutinas. Las risas de la noche anterior parecen hacer un buen efecto en mí. Cuando voy a la cocina noto a Máximo conversando con mi profesora de violín, que al verme toma su bolso y viene hacia mí para decirme que nos veremos el lunes para practicar. Ni convaleciente, mi padre me da respiro en eso. Otra vez las clases de violín, tarde o temprano, tendré que hablar con mi él sobre ese tema y no le va a gustar.
—Buenos días —me dice Rosita y le doy las gracias al ver el desayuno que me tiene preparado.
—Yo también me tengo que ir, pero volveré esta noche para que practiquemos —me dice Máximo y al entender sus palabras me sonrojo.
—Eres un cochino —le susurro al oído y tras un abrazo amistoso, se marcha.
En ese momento recuerdo el preserv*tivo usado y me aterro de pensar que alguien lo pueda encontrar. Me quiero levantar de la barra para ir a mi dormitorio, pero Rosita me detiene.
—Señorita Laura, sabe que no puede levantarse mientras desayuna —me dice y suspiro.
No iba a ir a vomitar. Solo quería esconder el cuerpo del delito. Empiezo a ponerme nerviosa, mi padre no dejará que Máximo se siga quedando si se entera de lo que hicimos por la noche. En eso me llega un mensaje de mi pícaro amigo pidiéndome que no me preocupe, que él ya se encargó de poner el preserv*tivo en una servilleta y se lo llevó. Suspiro y me relajo. Gracias al cielo que él se dio cuenta. Si no hubiese tenido un ataque de pánico ahí mismo.
Autora: Osaku
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Juegos peligrosos - El comienzo
عاطفيةTodos fuimos inexpertos, alguien nos enseñó lo que sabemos. Y en este caso, una joven será la que colocará en el tablero las fichas para empezar el juego. Laura, una joven que tras la muerte de su hermana y un problema de salud que podría ofrecerle...