XLI - Juegos y vergüenza

36 7 0
                                    

Capítulo cuarenta y uno

—Juan, lo siento. Me asusté al escuchar a Máximo en la entrada de mi dormitorio. ¿Estás bien? —le pregunto y espero que no se haya enojado conmigo por haberlo encerrado en el baño.

—Saldré para dejarte cambiar —dice y lo detengo.

—No te vayas aún —le pido con temor a que volvamos a ser dos extraños cuando cruce esa puerta—. Sé que no debería ser así, pero gracias por no haberte ido anoche.

Me doy cuenta de que me sonrojo al decir eso y me aparto de él.

—¿Qué usarás ahora? —me pregunta, cómo sino se hubiera dado cuenta de mi actitud y no entiendo a qué se refiere. Abre las puertas de mi vestidor y me muestra un bañador de cuerpo completo.

¿Quiere que me cubra porque le desagrada como me veo en traje de baño?

—Te marqué, lo siento —me dice y me miro donde señala. A la altura de las caderas tengo sus pulgares en forma de hematomas y sonrío. Era eso lo que lo preocupaba.

—Espera, tengo otra que cubre esa parte sin ser enteriza —le digo y me meto en mi vestidor, minutos después salgo con un conjunto negro. Aunque la parte de arriba parece tener falseado el cierre. Lucho un poco para tratar de llevarlo arriba, pero al no poder suspiro. Él sonríe, su sonrisa hace que no pueda dejar de verlo. Aunque me doy cuenta de que me ha quitado el brasier del bikini y mi torso está desnudo de nuevo. Mis pez*nes se endurecen y él los besa.

Mi corazón se acelera al sentir cómo su lengua me recorre los sen*s y tras unos minutos que son intensos de por sí, él me pasa otra parte de arriba y me la coloca. Me deprime saber que nuestra interacción termina. Aun así, sé que debe salir de mi dormitorio antes de que los demás se den cuenta de que hemos estado haciendo cosas. Por lo que, tras decirme que me veo bonita, observo su espalda salir del vestidor.

Me siento en el banquillo donde suelo maquillarme. Al verme en el enorme espejo sonrío pese a estar sonrojada. En ese momento me llega un mensaje de Ámbar para preguntarme que estoy haciendo. Le comento el plan que tengo y me pregunta si ella y Ángela pueden pasar. Le digo que sí, y cuando dejo el móvil me doy cuenta de que ellas también estarán en traje de baño. Lo que hace que me avergüence, ya que mi cuerpo se ve horrible si lo comparo con el de ellas.

—Lau, ¿estás bien? —me pregunta Máximo a través de la puerta. Puesto que los demás me esperan en la piscina.

—Sí —miento y abro la puerta—. ¿Encontraste a Juan?

—Sí, está con los demás en la piscina. ¿Tú... te falta mucho? —me pregunta y nota que traigo una sudadera sobre el traje de baño.

—Invité a unas amigas —digo con la cabeza baja.

—Eso es genial. ¿Las conozco? —me pregunta y suena el timbre por lo que debo ir a abrir la puerta.

Ámbar me abraza al verme y Ángela me saluda cordialmente, son chicas muy agradables. Se las presento a todos cuando vamos hasta donde están los chicos. Decido no quitarme la sudadera pese a que hace algo de calor. Ángela está muy entusiasmada hablando con Cristóbal, mientras que Ámbar no le saca los ojos de encima a Jeremías. Mientras tanto, Máximo, Juan y yo estamos al borde de la escalera hablando sobre el trabajo de matemáticas que tenemos que entregar en dos días.

El móvil de Máximo suena y él se levanta para atender. Juan me observa, y aunque parece tener la misma mirada de siempre, noto que se comporta distinto.

—¿Por qué la sudadera? —me pregunta y señalo a las chicas, las cuales compiten con sus delanteras. Incluso están a la altura de Cintia.

—Lau, me voy un rato a casa. Mi hermano tuvo una crisis y quiere verme —dice Máximo y lo acompaño hasta la puerta.

—¿Qué le pasó a Benja? —le pregunto mientras toma sus cosas.

—No lo sé. Le está costando mucho asistir al colegio y todo hace que se ponga a llorar —indica él preocupado.

—Si necesitas algo llámame —le digo y le doy un abrazo antes de que se vaya.

Voy a la cocina por un poco de agua y me encuentro a Juan. Quien me mira la sudadera y se da cuenta de que tengo calor. Le digo que me pone ansiosa que las chicas me vean sin ella porque son muy lindas y puede que me miren de manera negativa al ver mi cuerpo. Él se acerca demasiado a mí dejándome contra la barra.

—Relájate —me dice y coloca una de sus manos en mi pierna, lo que hace que me estremezca.

—Juan, estamos en la cocina —le recuerdo avergonzada, pero él se abre paso entre mi traje de baño y entra en mí. Pierdo las fuerzas al sentir el calor de su dedo y cuando sale y me roza con suavidad la parte externa debo sujetarme de él.

—Hermosa y sensual —susurra en mi oído mientras sigue dándome placer y yo trato de encontrar algo de que sujetarme para no caer al suelo, ya que mis piernas se volvieron dos flanes.

—Los chicos, están en la casa —digo tratando de controlar el tono de mi voz para que no se note cuán alterada estoy gracias a sus dedos.

—No vendrán —me asegura y me quita la sudadera. Él ya me ha visto así, aun así, me siento avergonzada.

Dejo que me toque, que me haga sentir placer... Mucho placer... Y poco a poco voy perdiendo la cordura y deseo que me posea ahí mismo. Sin embargo, escuchamos unos pasos y me siento aterrada.

—¿A dónde habrá ido Lau? —pregunta Ámbar quién entra en la cocina.

—Tranquila —dice Juan, nos ha metido dentro de la alacena de la cocina. El espacio es pequeño para dos personas. Aun así, él traba la puerta y empieza a besarme.

—¿Nos dejará beber de sus cervezas? —pregunta Ámbar a alguien y aunque estoy entretenida con Juan, la escucho con claridad.

—Lo mejor es que no lo hagas, su padre es bastante estricto con ella —dice la voz de ¿Jeremías?

Autora: Osaku

Juegos peligrosos - El comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora