Mientras comíamos solo se escuchaba el sonido que hacían los cubiertos al golpear con los platos. Algunas parejas hablaban mediante su vínculo y una de las evidencias que dejaban notar, eran las miradas o los ligeros gestos que le hacían a sus compañeros. No me permití ver ese anillo que ambos portaban en señal de su amor.
Era complicado saber a ciencia cierta qué era lo que conversaban. Cada cena era lo mismo; envidiaba esa complicidad porque, aunque tenía a Sebastián, no era la misma relación que yo deseaba. Presenciar cada una de sus interacciones con sus parejas se sentía íntimo.
Note cómo por debajo de la mesa, Sebastián tomaba mi mano y le daba un ligero apretón. "Estoy contigo" dijo sin pronunciar palabra. En ese momento me hizo sentir afortunada por tener a un amigo como él.
Luché con todas mis fuerzas para que mis lágrimas no salieran, pasé saliva, aunque doliera, y con mi dedo rocé mi nariz para liberarla de la tensión. En todo ese tiempo no aparté mi mirada de Sebastián para que mi abuelo no se diera cuenta de mis emociones.
Solté el aire de mis pulmones lentamente, hasta que pude sentir que mis ojos ya no estaban cristalinos, por el golpe de añoranza y melancolía que me había rodeado.
El resto de la cena se pasó tan lento, pero cuando acabó, los primeros en levantarse fueron mis abuelos. Ambos caminaron de la mano hasta el salón de ceremonias. Cada uno de los presentes se fueron levantando para seguirlos. Sebastián y yo nos quedamos en nuestros lugares, haciendo que fuéramos los últimos en abandonar el comedor.
Estaba cansada de una forma que no podía explicar. Recargue mi cabeza en el hombro de Sebastián y permití que un largo suspiro saliera de mis labios.
—No sé qué haría sin ti —comente sin pudor.
—Posiblemente enloquecerías.
Ambos reímos porque de cierta forma era verdad. Cada vez que podía me escapaba para convertirme en gato; correr por todos lados, dormir en cualquier lugar, olvidar todas las reglas. Tomar un respiro era tan gratificante que a veces deseaba nunca volver a ser humana. Para mí sería el sueño dorado, pero no todo podía ser tan maravilloso.
Era consciente de que no todas las personas eran buenas con los animales y los accidentes ocurrían. Ver algunos gatos sin vida o con sus cuerpos deshechos era horrible. Perdí la cuenta de cuántos gatos habían muerto por un auto o envenenados. El abuelo intenta que no pase, pero aún con tantas leyes es difícil controlar a todos.
Después de unos segundos en total silencio, nos levantamos para seguir al resto. En cuanto entramos, todo el mundo se nos quedó viendo. Ambas familias estaban en la parte de arriba, Guardí a la izquierda y Dupont a la derecha.
Sebastián me regaló una sonrisa antes de subir las escaleras y unirse a su familia. Observé cómo su padre pasaba su brazo por sus hombros y despeinaba su cabello. Su madre lo salvó solo para abrazarlo. Una vez tuve una familia así, pero ahora se han ido, solo me queda mendigar cariño de dónde pueda.
Caminé resignada hacia el centro del salón, me coloqué a un lado de mis abuelos y vi cómo Atenea, la guardiana de Samuel, terminaba de preparar el grimorio y las hierbas para la ceremonia.
Mientras tanto, Samuel estaba en un extremo del salón y su pareja Luz del otro. Lo que los separaba era un cuerpo de agua y en medio había un pasillo de cristal donde Atenea anteriormente dibujó los símbolos que le permitirían atraer más poder. La habitación era iluminada por el agua que estaba frente a ellos, pintaba ligeramente su ropaje blanco al tener una tonalidad azulada.
—Sanguis vocat, amor cor vivificat, maledictum cecidit et felem suum socium quaerit —pronunció Atenea el cántico mientras sostenía por el centro un hilo blanco que estaba unido a Samuel y a Luz.
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🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
Lãng mạnPor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...