🐈‍⬛ Capítulo 10 🐈‍⬛

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Fijé mi mirada en el respaldo del asiento de Sebastián, mi cuerpo estaba tenso por tener que compartir vehículo con el abuelo.

Era temprano, el cielo estaba nublado. El paisaje había cambiado y no era el que regularmente veía los sábados cuando realizaba mi pasantía en la sede de la alcaldía.

En el centro de Lambert todavía persistía ese estilo renacentista de cuando se fundó en 1468, antes solo era un pueblo minero, pero con el paso de los años ese pueblo se convirtió en ciudad y, a medida que nos vamos alejando del corazón que le da vida, sus calles fueron adoptando un estilo más moderno, dejando atrás los arcos de medio punto, las cúpulas y las columnas que acentuaban la perfecta simetría de los edificios.

Miré discretamente por la ventana, los árboles pasaban ante mis ojos rápidamente. El auto fue bajando su velocidad en medida en que nos vamos acercando al letrero que da la bienvenida a Lambert.

Aaron fue el primero en bajar y le abrió la puerta al abuelo. Antes de que él salga, me mira. No había emociones en su rostro, pero eso era suficiente para que mis manos sobre mis piernas se cerraran en puños.

—Ahora presenciarás las consecuencias de tus actos.

No hubo tiempo para replicar, él ya se había ido. Busqué respuestas en Sebastián a través del retrovisor, pero él desviaba su mirada. Después de lo que hablamos con Aaron el viernes pasado, nuestras interacciones han sido incómodas.

Fui detrás del grupo de personas; caminamos por un par de minutos adentrándonos en el bosque, el cual está tranquilo y eso significa que nada bueno había ocurrido.

Gente con trajes de cuerpo completo, guantes, mascarillas y lentes de protección tomaban muestras de la zona. Entre más me acercaba, me di cuenta de que había alguien tirado. Sus ojos estaban abiertos de par en par, sus rasgos se congelaron proyectando miedo, su piel había perdido color y sus rizos oscuros parecen tan frágiles.

Un destello junto al sonido del disparo de una cámara me desconcertó. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al reconocer el rostro de uno de los aprendices de Aaron.

—Me preguntaste el por qué había ido con Alaia —murmuró Sebastián después de colocarse a mi lado—. Se me encomendó la tarea de revisar si alguno de los treinta estudiantes sospechaba algo, puedo decir que no fui al único que le encargaron eso. Descuida, no recuerda que la visité.

—Pensé que no era necesario después de que se comportó con normalidad.

—Tu abuelo, no pienso lo mismo. Le pedí a mi papá ser quien se acercará a ella y no vi más de lo que debía ver.

—Gracias, Sebastián.

—Lamentablemente, él no tuvo tanta suerte.

Note en su voz cómo le afectaba la muerte de aquel chico. Aquel aprendiz era uno de los talentosos de la academia, también era uno de los huérfanos que Aaron había traído cuando sintió la magia dormida que había en él, pero Sebastián no estaba triste solo porque sea uno de los favoritos de su padre.

—¿Se sabe quién hizo esto?

—No, y desde que desapareció hace diez días ha estado poniendo muy tensos a los profesores, en especial a mi mamá, que no sabe cómo calmarlos y ahora con esto quien sabe qué medidas tomará.

—¿Me culpas? —Tuve que preguntar, aunque yo sí me culpaba, pero sentía que no podía soportar que él me odiara.

—Nada de esto es tu culpa, Melanie. Esto solo ha sido una desafortunada situación, la cual tal vez hubiera pasado sin el accidente del gimnasio.

🐈‍⬛ Oscura maldición 🐈‍⬛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora