Observé cómo la luz la seguía, caminaba alrededor de mí con una sonrisa de suficiencia.
—¿Te sorprende verme? Eres tú a quien más temes, Melanie.
—Eso no es cierto.
—Me llamas mentirosa, pero tengo pruebas.
De golpe, todo se volvió oscuridad hasta que una luz al fondo se encendió. Caminé hasta alcanzarla, pero cuando vi lo que quería mostrarme, me arrepentí tanto de buscarla.
Ante mis propios ojos estaba mi madre acostada en su habitación y en los últimos minutos de su vida. Acariciaba la mejilla de una Melanie de once años que entre lágrimas le decía:
—Mamá, estaré bien con los abuelos, ya puedes ir con papá.
—Mi pequeña Melanie, tan fuerte y amable.
—Así tú me enseñaste a ser, mami.
Mi madre miró al techo con una sonrisa. Aun con su aspecto demacrado, sus ojos hundidos en sus cuencas, su piel pálida, sus labios resecos, y su cabello oscuro quebradizo, ella seguía siendo una mujer hermosa. Mi yo pequeña limpió la última lágrima que resbaló de su mejilla y con las manos temblorosas cerró los ojos de su madre.
Los sollozos de una pequeña empezaron a resonar por toda la habitación hasta que el abuelo dio un paso en el interior. Hizo a un lado a la niña y tomó entre sus brazos a su hija. Él también empezó a llorar y a gritar desesperado por la luz de sus ojos hasta que se dio cuenta de que no estaba solo.
—¡¿Qué hiciste, Melanie?! —preguntó con la voz rota.
—Le dije que podía ser libre.
Ante el reconocimiento de los actos de su nieta, Abraham Dupont dejó de ser un hombre amoroso y se convirtió en un monstruo. Sus ojos se llenaron de rencor y odio, tomó a la pequeña Melanie de los hombros y la zarandeó.
—¡La mataste! Eso es lo que hiciste.
—Y-Yo solo quería que dejara de sufrir.
—Has tomado una decisión egoísta, Melanie.
—Perdón, abuelo.
—Eso no bastará para que ella regrese.
Ante mí, vi cómo los días pasaban hasta que llegó el día de su funeral. No recordaba muy bien cómo había sido, era un día que no quería traer al presente. Estaba lleno de sufrimiento y súplicas que nadie podía escuchar para salvar a una niña.
Después de que me despedí de mi madre, Abraham me tomó del brazo y me llevó al sótano, me encerró en su sala de tortura en completa oscuridad. No sabría decir cuánto tiempo transcurrió, pero lo no podía olvidar era como le pedía que me perdonara.
Mis palabras fueron ignoradas hasta que se abrió de repente la puerta, y Abraham me volvió a llevar a la superficie. Caminamos por largos minutos hasta que me empujó frente a Aaron.
—Es una niña, Abraham.
—No me importa.
—Puede morir.
—Y así me haría un favor.
Deje de llorar al ver el enojo que había provocado en el abuelo. Sentía culpa porque yo lo había convertido en una persona que ya no podía reconocer.
—Ahora hazlo o te prometo que no me importa romper los acuerdos para ir por tu hijo y te aseguro que no podrás protegerlo. Además, me lo debes.
—Sabes que no te podía decir lo de Matías.
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🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
RomansaPor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...