No pude dejar de ronronear mientras estaba entre sus brazos. Su olor invadió el interior de mi nariz y no quería apartarme de ella.
Restregué un poco más mi cabeza contra su ropa y un gratificante calor me reconfortó ante el frío que hacía en esta tarde de otoño.
Cuando sentí que nos deteníamos, me negué a salir de mi escondite, pero Alaia me dejó en el suelo. Al abrir los ojos, me di cuenta de que no estábamos en su trabajo, donde recurrentemente estaba al salir de la escuela.
Me gustaba hacerle compañía, generalmente en mi tiempo libre, el cual se supone que es cuando debo estar dormida o cuando mi abuelo, por exigencia de mi abuela, me da una semana libre después de los exámenes.
Levanté mi cabeza maravillada por lo que mis ojos veían; el cielo del interior de aquel edificio era iluminado con un sinfín de estrellas. No podía despegar mi mirada hasta que escuché una pequeña risa que provenía de Alaia.
—Por lo que veo, jamás dejarás de impresionarte con esto —me dijo sin saber que puedo entenderle.
Se hincó cerca de mí, dio palmadas sobre su regazo y yo caminé hacia ella para obtener más caricias.
—Te preguntarás qué hacemos aquí, pequeña Nova.
Mi respuesta fue un simple maullido que la hizo sonreír. Quisiera provocar eso como Melanie y no como Nova, pero no puedo acercarme a ella.
No debo enamorarme porque, en palabras que una y otra vez me repite mi abuelo, es una condena que solo llevará a mi perdición, pero... ¿cómo puedo apartarme de ella? Si todo me lleva a Alaia.
Mi única salida es seguir siendo Nova, su Nova y esperar a que su sueño de irse de Lambert se cumpla. Me dejará atrás, pero sé que es algo que ella quiere.
—David me permitió estar aquí por un par de horas y cambié mi día de descanso.
Llevó sus manos hacia mi cuerpo para cargarme, me elevó en el aire mientras ella se recostó en el suelo del viejo observatorio. Es la atracción turística de Lambert junto con el mirador, aunque son muy pocas las personas que nos visitan. Los conservamos gracias a que le pedí ayuda a la abuela y le hizo creer al abuelo que podría ser beneficioso.
Sin controlarlo, mi cabeza empezó a divagar sobre la posibilidad de tener una vida diferente donde no estuviera bajo la maldición de mi familia y que tal vez al ser una simple humana sería fácil ser su amiga.
Negué con mi cabeza para alejar esas ideas de mi mente y, en el proceso, Alaia me dejó caer sobre su pecho. De inmediato, me acurruqué a un lado de ella mientras me empezaba a señalar cada una de las constelaciones que se proyectaban en el cielo.
Sé que ella piensa que soy su mascota y me duele engañarla, pero, así como Alaia es mi escape, yo soy el suyo, aun cuando no es consciente de que no soy un gato común.
Su rostro estaba siendo bañado por un resplandor azul y de alguna forma sus ojos brillaban como estrellas de invierno. No paró de hablar durante horas que parecían segundos.
Su emoción por mencionar la historia que había en el universo hacía que una sonrisa verdadera estuviera en su rostro, no como las que fingía cuando todo el mundo la podía ver.
No recuerdo en qué momento me quedé dormida, pero cuando desperté tampoco podía saber en qué hora del día estábamos.
Las altas paredes, sin ningún hueco para una ventana, no permitían que los rayos del sol pasaran y, ante mi pequeña perspectiva, el observatorio era enorme. Un proyector llenaba el cielo de estrellas y planetas; el suelo era cubierto por una tela suave. Había escalones que se podían utilizar como asientos y cojines que permitían acostarse para admirar un mundo fuera del nuestro.
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🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
Roman d'amourPor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...