Miré a través de la ventana del auto cómo los estudiantes están tan tranquilos: sonríen, bromean con sus amigos, hacen planes para después de la escuela, se ponen nerviosos cuando pasa la persona que les gusta.
Se sentía como si viviera en un mundo aislado. Puedo verlos, pero nunca seré uno de ellos.
—Es hora, Mel —me informó Sebastián desde el asiento del conductor.
Asentí con mi cabeza y abrí la puerta. Por el momento nadie se percató de mi existencia y es un alivió. No quiero escuchar murmullos sobre la reciente relación que Samuel y Luz han dejado que todo el mundo vea.
Siempre era lo mismo, si algún Dupont salía con alguien, siempre era la gran noticia de Lambert. Tal vez sea porque piensan que nuestras parejas son nuestros guardianes, pero eso muy pocas veces pasa.
Sebastián me empujo con su hombro y yo le regresé el golpe haciéndolo reír. Sonreí mientras ambos caminábamos hacia el interior del edificio.
Lo primero que vimos al entrar fue un grupo de alumnos acumulados enfrente de las listas de las grandes proezas. Sin ningún interés en verlas, me dirigí hacia mi casillero, pero cuando sentí que Sebastián no me seguía, lo busqué.
Él estaba detrás de todas esas personas, comprobando que los Dupont estábamos en ella, en especial yo. Después de tantas clases extraescolares, debía ser una obligación para mí estar dentro de los diez primeros de mi generación, lástima que al abuelo le parece insuficiente.
Me relajé un poco al observar que Sebastián empezaba a hablar con un chico. Sus mejillas se sonrojaron, reía nerviosamente y trataba de limpiar sus manos sudorosas en los pantalones del uniforme sin que nadie se diera cuenta.
Con lo que había pasado en las últimas semanas, se me había olvidado de que Sebastián está un poco enamorado de Makoto, el amigo de Alaia. No sé si sea mutuo, pero espero que sí, no quiero que le rompan el corazón, no otra vez.
Dejé de observarlos cuando percibí una mirada sobre mí, busqué por todos lados, pero no encontré a la persona. Sentí cómo mi cabello se erizaba, intenté controlar que mi lado felino no se expusiera, pero estaba en alerta.
—¿Pasa algo? —preguntó Sebastián, quien parecía preocupado.
—No, nada, solo estoy cansada, eso es todo.
Él no parecía muy convencido de mi respuesta, entrecerró los ojos como si intentara averiguar qué era lo que tenía. Nos quedamos un par de segundos retándonos hasta que él desvió la mirada. Sonríe antes mi pequeña victoria y le dejé unos cuantos golpecitos en su hombro.
—Será para la próxima, mi aprendiz.
—No eres tan intimidante.
—No estaba intentando serlo.
—A veces me preguntó cómo es que tu gran ego y yo somos amigos.
Reí ante su respuesta, solamente me divierte molestarlo. Es como un hermano para mí, al ser hija única, lo más parecido al cariño fraterno ha sido él. De alguna forma me sentía agradecida con mis ancestros por hacer que los Dupont y los Guardí hicieran un convenio.
La primera campanada indicaba el inicio de clases e hizo que retomáramos nuestro camino. Nos apuramos en agarrar nuestras cosas para después dirigirnos al salón que nos tocaba.
La profesora no había llegado, pero Sebastián y yo nos detenemos al ver que en el lugar que siempre ocupaba estaba Makoto. Levanté ligeramente mis cejas al estar sorprendida por su audaz movimiento con mi amigo. Estaba a punto de decirle algo hasta que él me señaló cuál sería mi lugar para esta clase.
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🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
RomancePor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...