Una fuerte sensación en mi pecho hizo que me despertara. La angustia recorría mi cuerpo y, por alguna extraña razón, lo primero en lo que pensé fue en Melanie. Tomé mi celular del escritorio e intenté llamarla, pero todas se iban al buzón de voz. Marqué el número de Sebastián y lo mismo. Cada minuto que pasaba, estaba desesperándome.
Tomé lo primero que vi para cambiarme, bajé las escaleras lo más rápido que pude. Busqué las llaves de alguno de los carros de mis papás, pero ninguna estaba.
—¿Buscabas algo, Alaia? —preguntó mi mamá. Enarcó una ceja y tenía los brazos sobre su pecho, no parecía enojada, pero tampoco tenía una sonrisa en su rostro.
—¿Tus llaves?
—¿A dónde quieres ir?
Ni siquiera tenía las palabras para responder, porque ni yo tenía un rumbo fijo, solo tenía esta absurda necesidad de ver a Melanie y saber si estaba bien.
—Melanie —dije finalmente.
—¿La chica que te rompió el corazón?
—¡Mamá! No me rompió el corazón, solo... discutimos y fue por mi culpa. —Me desanimé al pensar en lo que sucedió ayer, nada de lo que estaba pasando era normal. Estoy asustada, confundida, pero sigo teniendo esa sensación de que si alejó a Melanie me voy a arrepentir y al menos quiero intentarlo.
Tener en claro si la estrella que estoy viendo está a punto de apagarse o si todavía tengo el tiempo suficiente para admirar su estela de luz.
—¿Quieres ir a hablar con ella para arreglar tu equivocación?
—Sí, yo... no debí presionar.
Mi mamá sonrió en cuanto me escuchó, estaba un poco confundida ante su actitud. En realidad, era complicado saber lo que pensaba, eran muy pocas veces las que podía interactuar con ella por su adicción a su profesión y cuando lo hacíamos era por temas del día a día; la escuela, su trabajo o algo que estuviera de moda en Lambert, pero hace años que deje de hablar sobre cómo me siento.
No quería darle más problemas de los que ya tenía con papá, ni que se sintiera agobiada por tener que resolver mis conflictos existenciales después de pasar muchas horas atendiendo a sus pacientes. Tal vez por eso era imprudente en algunas ocasiones, me guardaba tantas cosas que, cuando algo me importaba, no pensaba en las consecuencias.
—¿Estás feliz? —le pregunté mientras ella me guiaba hasta el sillón de tres piezas que estaba en la sala.
—Bueno, mi hija está reconociendo que es un poco impulsiva y además está arrepentida. Creo yo que estás aprendiendo una lección de vida.
—Me siento tan mal, solo creí que era algo que podía resolver, pero al final resultó que hice todo lo contrario.
—Así es la vida, hija.
Pasó su brazo por mis hombros e hizo que recostara mi cabeza en su hombro. Sentí que volvía a ser una niña pequeña que recurría a su madre por cualquier cosa, incluso si solo era algo tan insignificante como espantar a los monstruos que se ocultaban en la oscuridad.
—Algunas veces pensamos que al ser jóvenes podemos comernos el mundo en tan solo un bocado, pero casi siempre terminamos golpeándonos contra algo muy duro. Mientras tenga solución, tú puedes hacer algo al respecto.
—¿Y si no tiene solución?
—Pedir perdón y hacer que tus acciones reflejen que en verdad te arrepientes, siempre es la respuesta.
Por un momento, noté cómo mi mamá miraba a mi papá. Él estaba sentado en la cocina, un tanto pensativo, pero, aun así, estaba escuchando nuestra conversación en total silencio. No me hubiera dado cuenta de que estaba ahí si no hubiera sido por ella.
ESTÁS LEYENDO
🐈⬛ Oscura maldición 🐈⬛
Любовные романыPor años, la familia Dupont ha resguardado su secreto a base de lágrimas, sangre y sudor. Cada integrante se ha encargado de tener el control de Lambert, la ciudad en donde sus antepasados decidieron quedarse y donde su maldición dio inicio. Al ser...